En nuestro país hay muchas reservas con lo que vaya a hacer Alberto Fernández, quien desde el domingo pasado es presidente electo de Argentina. En especial porque gran parte de los venezolanos tenemos enormes desencuentros políticos e ideológicos con su visión de la región, pero casi todas se resumen en su vicepresidenta en fórmula: Cristina Fernández de Kirchner, quien supo aprovechar el presupuesto de nuestra Venezuela, para sus intereses y los de sus cómplices.

Eran los tiempos del barril de petróleo por encima de los cien dólares, cuando algunos decían que la espada de Bolívar andaba por América Latina, aunque lo único que recorría la región era la petrochequera de PDVSA, comprando conciencias con cheques al portador. Así como la estafa política más grande que ha vivido el continente no conociera otra manera de hacer diplomacia ni amigos, sino a realazo.

Así, este mismo continente que alguna vez permitió que un montón de gobiernos se chulearan a Venezuela, hoy tiene en Argentina un momento político en el que los votantes han decidido volver a poner cerca del poder a Cristina Fernández de Kirchner como vicepresidenta de Alberto Fernández.

Aunque se trata de un resultado electoral que, como he dicho, genera enormes reservas para los venezolanos, es necesario afirmar una verdad política: en Argentina hubo un proceso democrático, digno de felicitar en el sentido ciudadano.

Sin juzgar la decisión del pueblo argentino, a quienes deseamos el máximo bien para su país y agradecemos haber recibido a tantos de nuestros hermanos exiliados en su tierra, es innegable que pudieron decidir.

Algo que en Venezuela ya no ocurre.

¿Y quién reconoció de inmediato los resultados? El presidente Mauricio Macri, quien entendió que no había conseguido los votos suficientes y que hacer de la transición un proceso transparente y eficaz era lo mejor para Argentina, para su economía e incluso para su futuro político y el de su partido. Así, al día siguiente, el mundo entero pudo ver al Presidente en funciones y al Presidente electo juntos, reunidos en la Casa Rosada, tomando decisiones.

¡Cuánta diferencia! Incluso con la historia política argentina reciente, cuando la misma Cristina Fernández de Kirchner se negó a entregar los símbolos de mando a Mauricio Macri, manifestando su naturaleza antidemocrática y totalitaria.

En Venezuela recordamos con vergüenza cuando, tras las elecciones legislativas de 2015 en las que demostramos que las fuerzas democráticas somos mayoría, la incapacidad de reconocer su derrota hizo que Nicolás Maduro amenazara en cadena nacional a quienes decidieron votar en contra de sus candidatos y, además, obligó al Poder Electoral a modificar cualquier escenario democrático para impedir las condiciones mínimas y tramar aquella verdadera farsa del 20 de mayo.

Hoy, con responsabilidad política, debo decir que ojalá el presidente electo de Argentina sorprenda a los venezolanos y las gigantescas reservas que hay con él y con su entorno. Sin embargo, creo que es necesario señalar un hecho reciente que desde ya tuvo amplias resonancias en redes sociales.

Evitemos la posibilidad de descontextualizar.

Cuando el usurpador salió a felicitar en Twitter a Alberto Fernández por su triunfo electoral, el presidente electo de Argentina le respondió textualmente: “Gracias a @NicolasMaduro por sus felicitaciones. América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece. La plena vigencia de la democracia es el camino para lograrlo”.

Empecemos por considerar que en las respuestas previas, hechas a Sebastián Piñera, mandatario de Chile, y a Martín Vizcarra, mandatario de Perú, se refirió a ellos como Presidente. A pesar de las corrientes ideológicas distintas. A pesar de los sucesos de Chile. A pesar de lo sucedido con el Congreso en Perú.

A Nicolás Maduro le hizo el mention y de vaina.

Y antes de que se deshagan en críticas, sepan que no nos chupamos el dedo. Sabemos muy bien que esto no es síntoma de nada y que es poco probable que Alberto Fernández atienda con el mismo entusiasmo que Mauricio Macri las gestiones logradas por el Grupo de Lima, pero detrás de estos pequeños gestos retóricos de la Política hay mucho más que palabras.

Semanas antes, en una entrevista que le hizo el periódico Folha do Sao Paulo a Nicolás Maduro, instándolo a responder a lo que habían opinado líderes como el uruguayo Pepe Mujica y el propio Alberto Fernández sobre el Informe Bachelet, el usurpador se encargó de decir que «Quien lo diga, donde lo diga, es un estúpido. Venezuela se respeta».

¡Y fíjense lo que es la política! Apenas unos días después estaba felicitando a quien consideró un estúpido, al mismo tiempo que le devolvían la pelota diciéndole que el único camino para lograr el cambio necesario es “la plena vigencia de la democracia”, eso que el usurpador y su Poder Electoral le niegan a Venezuela.

Superar la pobreza y la desigualdad gracias a la plena vigencia de la democracia.

¿Usted cree, presidente Fernández, que un hambreador como Nicolás Maduro entenderá una idea como ésta?

Yo no lo creo, presidente Fernández. No lo creo porque Nicolás Maduro lleva más de veinte años basando su poder en la fuerza del apoyo del sector militar. Así como aquellos que persiguieron a sus compañeros y hostigaron a Argentina durante una dictadura asesina que condujo a muchos de sus compatriotas hasta aquí, hasta Venezuela.

Yo no lo creo porque estamos hablando del mismo personaje que tiene a todos en el continente preguntándose cómo carajo hizo para quebrar el negocio petrolero más grande que había en la región.

Yo no lo creo porque el socialismo del siglo XXI lleva años extorsionando al Pueblo venezolano a punta de hambre y miedo.

Y usted, porque es político y es argentino, sabe reconocer una dictadura a kilómetros. Y también sabe que miembros de su campaña, como el propio Sergio Massa, han definido lo que vive Venezuela como una dictadura que tortura y mata. Y sobre todo sabe que quienes sufren el yugo de una dictadura han tenido que escapar del país, presidente Fernández, a veces caminando continente abajo, para refugiarse en lugares donde la Democracia todavía es una posibilidad, como Argentina.

Usted lo sabe. Usted sabe todo esto. Y por eso hay reservas con usted, en especial cuando lo oímos afirmar, desde una tibieza que debería serle ajena a quien ha padecido dictaduras militares, que lo que pasa en Venezuela deben resolverlo los venezolanos, mirando hacia otro lado.

Ojalá usted, como nuevo Presidente de Argentina, sepa sorprendernos, callarnos la boca y ponerse del lado de la Democracia y de los venezolanos, a pesar de lo que le susurre su vicepresidenta. Ojalá lo haga, presidente Fernández, porque la causa de los venezolanos es la de toda América del Sur.

Usted mismo se lo hizo saber al usurpador, ese que considera que su lectura del Informe Bachelet es la de un estúpido: América Latina debe trabajar unida para superar la pobreza y desigualdad que padece.

Pero eso no se puede hacer sin Democracia. Y en Venezuela no hay democracia.

El éxodo de nuestros hermanos hacia sus países va a seguir, porque la gente se está muriendo de hambre. Revise las nuevas proyecciones de migración de la Cumbre de Bruselas. Son desoladoras por una razón: en Venezuela se ha instalado una dictadura cruel, asesina y perversa. Y hay países que han decidido mirar hacia otro lado mientras eso sucede.

No convierta a Argentina en uno más de esos países. No ahora, cuando hemos estado avanzando. A pasos más lentos de lo que quisiéramos, pero avanzando. No se convierta usted en el cómplice que estaba esperando Nicolás Maduro para atornillarse en su sillón lleno de tropelías. Demuestre que, a pesar de su entorno político, los argentinos eligieron a alguien capaz de comprometerse con la Democracia y no sólo con intereses políticos. Déjéle eso a su vicepresidenta, que de ella ya sabemos qué esperar.

Nosotros, por nuestra parte, seguiremos trabajando por nuestra Libertad desde aquí, en Venezuela, y desde cada lugar en el mundo donde haya un venezolano.

¡Que Dios bendiga a Venezuela y a Argentina siempre!

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