Ya no se come igual en Venezuela. Se come poco, se come menos, se come mal. A veces ni siquiera se come. Las cifras lo confirman. El informe mundial sobre la crisis alimentaria, publicado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el pasado 15 de julio, detalla que 6,8 millones de venezolanos padecen hambre. Un aumento del 3,6% en el trienio 2010-2012 a 11,7% de la población en el trienio 2015 a 2017. Se triplicó. Y desde entonces el retrato lo que hace es empeorar: el hambre pasó a 21,2% entre 2016 y 2018.

La visita de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas (ONU), Michele Bachelet, tampoco dejó lugar para las dudas: un documento de 18 páginas resalta las violaciones de los derechos humanos en Venezuela, entre esos los relacionados al pan que debería ser de cada día. “Información verificada confirma violaciones al derecho a la alimentación, incluida la obligación del Estado para garantizar que la población no padezca hambre”. Un derecho consagrado en Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) y en la Constitución venezolana.

Además, el informe señala la dificultad de los ciudadanos para acceder a los alimentos, la escasez de productos y los altos precios en que se comercializan. “La disponibilidad de suficiente comida de calidad es deficiente, y los entrevistados dijeron que comían una vez, o como mucho dos veces, al día y que consumían pocas proteínas o vitaminas”, reza el texto.

Venezuela parece ser el lugar de la tormenta perfecta para la desgracia. Más de la mitad de los hogares venezolanos están en pobreza multidimensional, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi). Sueltan otro dato: 6 de cada 10 venezolanos han perdido 11 kilos por hambre. Con un sueldo mínimo de 40 mil bolívares, el salario más bajo de América Latina, el dinero no alcanza: 89% de los venezolanos no tiene ingresos suficientes para comprar alimentos.

El director ejecutivo de la ONG Ciudadanía en Acción, Edison Arciniega, ha dicho que el país solo cuenta con un tercio de los alimentos requeridos para satisfacer las necesidades básicas de la población. Revela que de los 36 kilos 700 gramos que se requieren por venezolano al mes, apenas se contó con menos de 14 kilos al cierre del mes de junio de 2019.

“Nuestra dieta debería estar compuesta por 88 rubros y está básicamente concentrada en seis rubros, principalmente cereales. Esto se traduce en que solo contamos con arroz, harina de maíz precocida, harina de trigo y afines; mientras tenemos carencias agudas de otros componentes como frutas, hortalizas, verduras, vegetales, cárnicos de origen, embutidos, productos derivados del pollo, y un largo etcétera”, detalló. Se trata, por tanto, de una dieta concentrada en carbohidratos y grasa y muy pobre en proteínas.

Maritza Landaeta, de la Fundación Bengoa, ha detallado que una familia promedio, de cinco personas, el porcentaje de calorías que consume no pasa del 30% y el de proteínas apenas cubre 14% de la exigencia diaria por persona.

Ya no se come igual y los niños lo saben, lo sufren, lo sienten. Barrio adentro, los niños comen lo que pueden. Ellos, los más pequeños de la casa, también han sufrido los estragos causados por la crisis nacional. Una crisis que les ha golpeado, incluso vaciado, sus estómagos.

Un informe divulgado por la organización Cáritas Venezuela sostiene que 56,9% de los niños menores de cinco años evaluados en sus jornadas tenía algún grado de desnutrición o estaban en riesgo de sufrirla. Además, la organización de la iglesia católica establece que 78% de los hogares venezolanos come menos, 41% pasa todo el día sin comer y 62% busca alimentarse en lugares inapropiados de la calle.

Investigaciones del Observatorio Venezolano de la Salud indican que entre 2 y 3 millones de niños necesitan asistencia humanitaria por casos de desnutrición, mientras que 80% de los hogares venezolanos viven en inseguridad alimentaria.

Para algunos, la comida sigue llegando a sus bocas, entre dificultades y ausencias nutricionales. Por motivo del Día del Niño, Clímax cuenta, desde la propia voz de los infantes, cómo sus rutinas alimenticias han cambiado por la convulsa situación nacional.

Con información de Climax

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