¡No queremos morir! Ese es el clamor de nuestros enfermos. Es lo que dicen entre lágrimas nuestros niños, que además de padecer una enfermedad tienen que enfrentar la precariedad del sistema de salud venezolano y la falta de sensibilidad y la indolencia de quienes deberían asegurarles tratamiento y calidad de vida.

Lo que viven nuestros niños por la gravedad de la crisis de la salud y la desnutrición es una de las caras más trágicas del drama venezolano que a diario se profundiza y hasta nos sorprende con nuevas facetas.

¡El pueblo no puede esperar más! Pero eso no le importa a Maduro. Ven el dolor de los venezolanos como un recurso del que valerse para lograr el objetivo de atornillarse en Miraflores.

Ni una vida menos, eso es lo que tenemos que proponernos los venezolanos. El drama que vive nuestro pueblo nos reclama unidad de acción, claridad en la ruta y en los objetivos.

De lo contrario el caos seguirá ganando terreno. Hoy más de 4 millones de personas se encuentran sin acceso a medicinas. La escasez de medicamentos es de 90%.

Maduro es destrucción. Venezuela muere por el deterioro de la salud, por la falta de insumos y fármacos, por hambre, por inseguridad, pero nada los conmueve.

¿Cómo pueden ignorar el llamado de nuestros niños que imploran que les permitan seguir viviendo? ¿Cómo desconocer que para finales de 2018 la desnutrición infantil podría alcanzar 25%?
¡No se puede seguir negando la magnitud de la crisis, debe abrirse un canal humanitario! ¡Se trata de la vida del pueblo!

Decir que Venezuela es un país de mendigos porque pide un canal humanitario como lo dijo Maduro, es un acto de soberbia. Hoy 90% de los venezolanos es pobre y 66% se encuentra en pobreza extrema. Son ellos quienes quieren un país de personas dependientes porque con ello pretenden dominar su voluntad.

Por eso crearon los Clap. Los vendieron como la solución ante la necesidad de alimentos, pero la realidad es que sólo le llega a 2 de cada 10 hogares, cada vez con menos frecuencia y calidad.

Si los Clap hubieran sido un éxito como pretenden hacer ver, no habría cada vez más venezolanos hurgando en la basura buscando algo para llevarse a la boca.

Con un gobierno responsable hoy no tendríamos 45% de la población admitiendo que come menos de tres comidas diarias, otro 45% afirmando que lo hace sólo dos veces y 10% reconociendo que come una vez al día.

Comenzar a revertir este desastre es posible y el primer paso para lograrlo es el cambio de gobierno. Quienes nos metieron en este hueco no tienen ninguna intención de sacarnos de él.

Según los análisis de la Asamblea Nacional, con la inflación de marzo, que se ubicó en 67%, la acumulada del primer trimestre llegó casi a 454% y la anualizada escaló a 8.878 %. Los venezolanos no nos merecemos esto. Este gobierno en lugar de incentivar la producción privilegió la importación. Entre 2015 y 2017 vivimos la mayor caída productiva de nuestra historia y la mayor del mundo sin incluir a Libia y Sudán y estamos a punto de padecer el peor colapso mundial en 50 años.

Siempre lo hemos dicho, hay que estimular la producción pero eso no ocurrirá si no nos unimos pensando en la recuperación de Venezuela y en un cambio de gobierno que permita sentar las bases para la reconstrucción del país.

Coincido plenamente con quienes afirman que mientras más demore la transición política más difícil será la reconstrucción. Los venezolanos merecemos un gobierno que sea capaz de ejecutar medidas para la recuperación económica, social y política del país.

Según las encuestas 98% de los venezolanos opina que el país está mal o muy mal. Ese descontento se hace evidente en la cantidad de protestas; el indicativo más importante del rechazo que existe hacia Maduro y su gobierno.

Los primeros 90 días del año, se registraron 26 protestas diarias, para un total de 2 mil 414, 93% más que el mismo período de 2017, sólo por los problemas con la distribución de los Clap hubo de 4 a 5 semanales.

Esa es la razón por la que no quieren que los venezolanos ejerzamos con garantías plenas nuestro derecho a elegir. Saben que en estas circunstancias y en un proceso democrático y libre Maduro no volvería a ser presidente.

Los números son implacables. Hoy el 82% de los venezolanos votaría en un proceso electoral con condiciones confiables y en ese escenario la oposición ganaría con 25% de ventaja.

Esta semana Lucena tuvo el descaro de amenazar con sanciones a quien propicie la abstención. ¿Sabrá que el mayor alimento de la abstención es la desconfianza que ellos mismos han sembrado desde el CNE? ¿Quién sino ella ha mancillado la credibilidad del voto en Venezuela?

La voluntad de un grupo no puede estar por encima de un pueblo entero. 75% quiere cambio y tomando las decisiones correctas sí es posible lograrlo.

Debemos poner el sufrimiento de nuestra gente por encima de todo demostrando que, a diferencia de Maduro, nuestro compromiso es con el pueblo.

Si en su afán de mantenerse en el poder a toda costa, Maduro concreta sus planes, lo cierto es que no tendrá ninguna legitimidad y así no va a poder gobernar, lo que expondrá todavía más la gravedad de la crisis que estamos viviendo.

No olvidemos que la verdadera unidad nos ha permitido importantes logros en el pasado reciente. No podemos seguir desgastándonos en el “te lo dije”, en la descalificación, en la búsqueda de culpables, en los señalamientos a quienes desde la Asamblea Nacional intentan seguir trabajando por el país.

Lo he dicho antes, la UNIDAD debe evaluar si la política que se ha planteado es la correcta. Tenemos que escuchar al país, leamos correctamente el termómetro que es nuestro pueblo.

Hay que dejar de lado la intransigencia y encontrar un equilibrio que permita el encuentro entre posiciones que se complementen y que respondan al interés superior de los venezolanos, que no es otro que salir de esta crisis para que se les devuelva el futuro que hoy se les niega.

¡Qué Dios nos dé la sabiduría y la fortaleza para mantenernos en esta lucha y que bendiga a nuestro amado pueblo!

Ir a la barra de herramientas