El régimen de Nicolás Maduro está tan decidido a apoderarse de absolutamente todo que terminaron apoderándose incluso de aquella terrible etiqueta del Viernes Negro.

Después de los anuncios hechos hace dos días, dudo mucho que haya un viernes más oscuro en la historia de la economía venezolana: el gobierno decidió empujarnos al desastre final, jugándoselo todo y experimentando de manera irresponsable con el hambre, la salud y la vida de los venezolanos.

Hagamos un repaso, porque en medio de lo duro que es llevar el día a día para las familias trabajadoras y honestas, el aparato de propaganda del régimen ha hecho que suelten la decisiones regaditos y tapándose unos a otros. Aunque de antemano les advierto que, al ver todas las decisiones juntas, entenderán que en toda la historia del país nunca un gobierno lanzó un Paquete de medidas tan hambreadoras y crueles.

Intentaré que no se me queden cosas por fuera, para que entendamos la gravedad de unas decisiones que no solucionarán nada.

Empezaron por decir que el bolívar soberano iba a estar anclado al petro, una supuesta criptomoneda que funciona como bonos de deuda digitales y en la que nadie cree: al punto que a estas alturas ni usted ni yo podríamos comprar un petro. Es decir: ahora los salarios y los precios de los productos básicos dependen de la fluctuación del precio del barril de petróleo. ¿Y quién se ancla a algo que puede cambiar de lugar en cualquier momento? Solamente un irresponsable.

Y esos mismos irresponsables fijaron el valor de cambio del supuesto petro en 3.600 bolívares soberanos. Si multiplican eso por cien mil, para tenerlo en bolívares fuertes, nos da 360.000.000, basándose en un barril de petróleo a 60 dólares.

Y entonces lanzaron lo que pareciera la estocada final: como el salario mínimo es de esas cosas que están ancladas a la criptomoneda, lo cifraron en una nueva medida: medio petro. Es decir: mandaron el sueldo mínimo de 5.200.000 a 180.000.000, y con eso quisieron esconder una de las devaluaciones de la moneda más graves en la historia económica mundial: asumieron que ahora un dólar cuesta 60 bolívares soberanos (es decir: 6.000.000 de bolívares fuertes)

¿Decían que el modelo de dolarizar precios y salarios se iba a acabar con esta medida? Pues resulta que los mismos que durante años se negaron a admitir un dólar paralelo, de repente decidieron respetar «las reglas del mercado» y terminaron usándolo como referencia. Ahí sí que no hubo DICOM, ni SIMADI ni dólar de remesa que valiera: decidieron reventar la piñata del déficit y terminaron adoptando a ese monstruo que nos habían dicho que era el culpable de todo.

Para finalizar, tal como han venido haciendo durante estos años, la única manera que se les ocurre para compensar sus errores es a realazo limpio y comprando el silencio: prometen que asumirán el diferencial de los salarios de las empresas pequeñas y medianas durante unos meses y que a diez millones de personas le darán un supuesto «bono de reconversión» de 600 soberanos (multiplique ahí: 60.000.000 bolívares fuertes) por vía de ese mecanismo de extorsión llamado carnet de la patria.

Y a eso hay que sumarle todo lo que el irresponsable de Nicolás Maduro dejó sin explicar: un supuesto Plan 50 que al parecer es sólo otro control de precios basado en ese petro que no existe, es ilegal y aún no es aceptado en el universo de las criptomonedas; una versión más del sistema cambiario que «se explicará en los próximos días, pero anclado al mismo naufragio; más mentiras sobre subastas del DICOM; un aumento del IVA a 16%, la exoneración del Impuesto Sobre La Renta a PDVSA y todas las empresas petroleras; y el colmo del desastre: un supuesto subsidio al nuevo precio de la gasolina que también será depositado vía carnet de la patria.

Sepan quienes nos leen desde otros lugares del mundo que a estas alturas del domingo, ninguno de los voceros del gobierno ha explicado cómo funcionará el aumento de la gasolina ni su subsidio. Una irresponsabilidad tan grande y tan cruel como el colapso económico en el que nos han hundido.

Piensen por un momento en esto: si han sido incapaces de mantener a tiempo la entrega de unas cajas de comida que importan y reparten ellos mismos, si no le pagan a tiempo a las enfermeras y a los trabajadores de la salud una nómina que no depende de nadie más, si se retrasan con las pensiones de los jubilados, si no han podido terminar el censo de transporte ni la incorporación de un cono monetario que suma tantos defectos y retrasos, ¿quién les puede creer que se harán cargo de un subsidio al combustible o de asumir el diferencial de los salarios de las empresas pequeñas?

Ahí donde algunos ven una promesa, ellos sólo ven una nueva manera de robar el dinero de los venezolanos.

Si en verdad han decidido tomar una medida como aumentar el combustible a precios internacionales, entendiendo las consecuencias que eso tendría en una economía hiperinflacionaria donde nuestra gente se está muriendo de hambre, y no explican cómo es que pretenden subsanar el profundo daño que se le hará con esto a los venezolanos, evidencian una vez más que ya no les importa otra cosa que el Poder.

¿Acaso han olvidado en Miraflores parte de su relato para ascender al poder, cuando justificaban su épica violenta con el clamor de un pueblo que se hartó en 1989? ¿Olvidaron que esa tragedia política y social que fue El Caracazo tuvo como punto de partida un aumento del pasaje obligado por unas medidas que nunca fueron explicadas con responsabilidad? ¿O sólo se están aprovechando de que hay una generación completa de jóvenes venezolanos que no han vivido sino la desgracia de tenerlos en el Poder durante dos décadas, pauperizando al país entero?

Tenemos que recordar lo que podíamos hacer durante la democracia: comprar una casa propia asumiendo el compromiso de una hipoteca, ahorrar en bolívares para pagar las cuotas de un carro, progresar en la dirección en la que cada quien planteaba sus objetivos y con eso sumarle al país talento, formación, relevo. Y no se trata de una nostalgia vacía, como la que algunos nos tratan de vender. Se trata de hacerle entender a la gente de aquí y de otros países la magnitud de la tragedia económica que ha significado el oficialismo durante veinte años.

Son ellos quienes importan los alimentos, las medicinas, las materias primas. Son ellos quienes empujan a la empresa privada a la quiebra. Son ellos quienes tienen los dólares. Son ellos quienes se niegan a hacer lo que todo el mundo sabe que se debe hacer.

Son ocho ceros que le han quitado a nuestra moneda. Es una hiperinflación proyectada a un millón por ciento para este año que será mucho más después de este viernes negro. Son familias enteras buscando en la basura algo para comer. Todo en paralelo a una destrucción sistemática de la educación y salud públicas, mientras nuestros niveles de producción petrolera se acercan a las cifras más bajas del siglo veinte. Son ellos quienes matan al pueblo que alguna vez prometieron defender, comportándose como el más cruel de los gobiernos, anunciando unas medidas que ni siquiera tienen una justificación ideológica que no sea el desespero por mantenerse atornillados al Poder, porque saben que apenas lo suelten será inevitable tener que rendir cuentas a la justicia.

Si no es así, ¿cómo es que permiten que Nicolás Maduro experimente con el hambre y el futuro de hasta tres generaciones de venezolanos? ¿A qué están jugando? ¿Qué es lo que buscan? ¿Es la cruel testarudez de los totalitarismos? ¿Es una irresponsable estrategia para quebrar lo que queda de nuestra economía y quedarse reinando en un desierto?

En lo único en lo que no mintió Nicolás Maduro es en que el viernes pasado hicieron historia económica: nunca antes un gobierno supo ser tan irresponsable y cruel con su pueblo y salió ileso.

Es un momento de altísima responsabilidad para el liderazgo democrático. Toca estar del lado de la gente, porque las condiciones que quiere generar el gobierno son un caldo de cultivo para la desesperanza: su objetivo central es que el pueblo se resigne y crea que nunca saldrán del Poder.

Nicolás Maduro ha decidido convertirse en un cruel remedo de Pol Pot, aquel dictador de Camboya que no tuvo reparos en ver morir a su propio pueblo. Estas medidas sólo servirán para hambrear al pueblo y terminar de quebrar las ruinas de las partes del aparato productivo que todavía generaban empleos en el país.

Y nos toca a nosotros convertirnos en un verdadero contrapeso político que sea capaz de responder qué es lo que tiene que pasar para que quienes apoyan al oficialismo se den cuenta de que ya esto ni siquiera es rentable para quienes se siguen beneficiando del dolor ajeno, porque tarde o temprano nadie sale bien parado después de tanta crueldad.

Por eso creo necesario hacer este llamado: mañana lunes muchos venezolanos temen el comienzo de una época terrible y no les falta razón para creerlo. Por eso es que cada una de las piezas políticas de las fuerzas democráticas tienen que estar preparadas para hacer un trabajo difícil pero inevitable en esta semana que se nos viene encima: han decidido concentrar en apenas unos días todas las acciones que tenían a mano para quebrarnos el ánimo de lucha.

Y esto es una lucha que debemos dar todos. Hace poco leí una frase de Bertolt Brecht que resume en buena medida el nivel histórico del nuevo contexto: «Desgraciado el país que necesita héroes». El gobierno se ha metido en un camino donde hasta su militancia más radical los abandonará de manera inevitable: sólo quedarán de su lado aquellos que roban y se enriquecen, y la historia de la política nos ha contado que esos son los que siempre huyen.

Somos millones de venezolanos y podemos más que quienes hoy secuestran el Poder, pero debemos unirnos en una sola voz. Y mañana arranca una semana crucial: o estamos del lado de la gente, acompañándonos y entendiendo juntos cómo convertirnos en gobierno para entender o pagaremos muy cara la equivocación de quienes se dediquen a convertirse en lobos solitarios.

Hoy más que nunca hago un llamado a las fuerzas políticas que queremos un cambio a articularnos, el régimen se siente que no tiene contrapeso y que puede hacer lo que le da la gana. No hay justificación ni excusa válida para que en la mayor tragedia de la historia del país no exista una oposición firme y unida que detenga esta locura madurista. La historia no nos lo perdonará. Hora de sacudirse, poner las agendas particulares y las mezquindades a un lado y defender al Pueblo venezolano. Vamos, Dios no se muda y Venezuela tiene que superar estas horas tan oscuras!

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