Era de esperarse: en Miraflores han tenido la desfachatez de reaccionar al Informe Bachelet con más mentiras, como si ya no fuera suficiente cada una de las que puso en evidencia la visita de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU y que han puesto al madurismo al desnudo.

Y por eso es que una de las primeras acciones del liderazgo político y social responsable es hacer que cada persona entienda las repercusiones de un informe tan importante como éste.

Empezando porque, de manera contundente e innegable, este documento le pone al régimen la etiqueta que se viene denunciando desde nuestra Venezuela: la dictadura de Nicolás Maduro.

Por eso no debe sorprendernos que la respuesta del culpable de la tragedia venezolana sea la de cualquier dictadura: negar, trucar, mentir.

Y quizás lo que más les pesa del informe es que deja ver claramente cómo la crisis humanitaria, económica y social tiene sus causas mucho antes de las sanciones que el régimen quiere usar como excusa para todos sus desmanes.

Cuando el informe señala que en abril de este año el salario mínimo equivalía a unos siete dólares al mes, y que esa cantidad cubría apenas el 4,7% de la canasta básica alimenticia, está poniendo en evidencia el hambre como una política de Estado. Y más cuando aclara que todos los programas sociales de compensación son instrumentos de extorsión política para los más necesitados. ¡Y tienen el descaro de decir que invierten el 75% del presupuesto en el área social!

Saber que hubo madres que le hicieron saber a la Alta Comisionada lo difícil que es tener acceso a los alimentos, tanto por escasez como por no poder pagar los precios, y que invierten hasta diez horas de colas diarias para poder comprar algo para comer, echa por tierra las medallitas falsas que el régimen se colgó mintiendo en nombre de la FAO.

Y es que fue la misma oficina de FAO que hizo saber que al menos 3,7 millones de venezolanos están en estado de desnutrición. Súmenle a eso una carencia entre el 60 y el 100% de fármacos básicos en las principales ciudades de Venezuela y no habrá manera de justificar este infierno. Ni siquiera el más radical de los oficialistas puede darle la espalda a estos hechos incuestionables.

¿En qué siglo nos pusieron estos indolentes? Aumento del embarazo en adolescentes. Muertes por abortos. Carencia de métodos anticonceptivos. Aumento de la mortalidad materna. Escasez, chantaje y extorsión con tratamientos contra el VIH. Malaria. Sarampión. Muertes de niños por diarrea en hospitales desahuciados. Más de mil quinientas muertes en cuatro meses por faltas de insumos en los hospitales.

Este informe puso en evidencia a un sistema corrupto asesinando al Pueblo mientras se llenan los bolsillos, prorrogando cada sesenta días un estado de excepción del cual ellos mismos son los responsables.

Y cuando no persigue o asesina, expulsa. El Informe Bachelet al final le dio estatura institucional a lo que el periodismo de toda la región ya había difundido: el sufrimiento de nuestros hermanos que se van del país en las peores condiciones y buscando un futuro, poniendo en riesgo la vida de familias enteras, incluyendo los niños.

Además, que no pasen por debajo de cuerda dos términos usados por Michelle Bachelet y que son muy delicados en cuanto a derechos humanos: detenciones preventivas y represión selectiva.

El nivel de persecución contra quienes defendemos la democracia se ha expandido a nuestros familiares y compañeros de lucha más cercanos, pero esos dos términos significan demasiado como avance en la pelea política.

Cualquiera que sepa entender lo que significan esos dos términos, detenciones preventivas y represión selectiva, entenderá que ya la opinión pública no tiene excusa alguna para justificar el desmán que desde Miraflores convierte la vida de las familias venezolanas en un calvario.

Ni siquiera nuestros muchachos están yendo a la escuela porque no han comido, porque están enfermos, porque no hay agua, porque no hay luz, porque no hay maestros, porque no hay escuelas.

¡Y este solo punto debería ser suficiente para que todos esos miserables que están usurpando el gobierno renuncien y se vayan, por pura vergüenza y culpa!

Se atreven a decir que han tenido avances en los Derechos Humanos, pero ya ha pasado una semana y todavía no entregan el cadáver del Capitán Acosta Arévalo a sus familiares, en una estrategia política cargada de indolencia.

Se atreven a decir que el Programa de Alimentación Escolar reparte comidas a los muchachos en las escuelas, cuando desde hace rato se robaron esa plata y en los pocos planteles donde todavía el alumnado puede comer algo es gracias al sacrificio y esfuerzo de las madres de las comunidades.

Se atreven a decir que no hay presos políticos, mientras juegan con la libertad de la jueza María Lourdes Afiuni con la intención de modificar en la opinión pública un comportamiento tiránico que mantiene en los calabozos del SEBIN a presos como los diputados Juan Requesens y Édgar Zambrano y a Roberto Marrero.

Se atreven a decir que son humanistas y le roban la vista a un niño de 16 años.

La desfachatez y la indolencia de la respuesta que ha dado la dictadura al Informe Bachelet solo le va a jugar en contra, en especial con una buena parte de sus aliados de la región.

Por más esfuerzo que haga el aparato de propaganda de Nicolás Maduro, ¿dónde se van a meter quienes se hacían llamar defensores del feminismo, ahora que la clara perspectiva de género del Informe Bachelet puso en evidencia la cantidad de presas políticas? ¿Cómo van a justificar los abusos sexuales y las torturas?

¿Quién se atreverá a negar el asesinato de una niña indígena, cuando sus esbirros impidieron la entrada de la ayuda humanitaria?

¿Habrán calculado en Miraflores qué va a pasar con esas fuerzas regionales que le dieron su solidaridad automática, como el kirchnerismo argentino o el lulismo brasileño, después de que en la ONU han puesto en evidencia las torturas, las persecuciones y los asesinatos?

¿A quién le va a meter el cuento de la derecha y el imperialismo, cuando quien firma este informe es Michelle Bachelet?

Y eso por mencionar algunas de las consecuencias políticas más evidentes, porque las fracturas internas son también severas y ya están saliendo a la luz.

Así que corresponde a las fuerzas democráticas capitalizar políticamente este momento y los avances que significan.

Tenemos que asumir la responsabilidad de hacerle saber tanto a la Fuerza Armada como a los pocos cuadros políticos que le quedan al madurismo el riesgo y el costo político que significa seguir siendo cómplices de esta marramuciadespués del Informe Bachelet.

Tenemos que asumir el deber de transformar este informe, cargado de dolor y de testimonios de injusticias, en un poderoso avance político que nos conduzca a la Libertad y a la Democracia con certidumbre.

¡Qué Dios Bendiga a nuestra Venezuela!

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