Es claro para todo el país y para la opinión pública internacional que la situación en nuestra Fuerza Armada venezolana no es estable.

Y también es sabido que existe un miedo profundo en la usurpación encabezada por Nicolás Maduro a las consecuencias que podrían generar cambios de aquellos mandos que, como se dice en la jerga militar, tienen “poder de fuego”.

No es un miedo infundado: se basa en que desde hace rato no hay chantaje ideológico ni retórica “revolucionaria» que pueda ocultar la realidad que viven los oficiales y sub-oficiales, tropa en general, pero sobre todo sus familias, agobiadas por la pobreza, la miseria y el desespero propio de vivir en las ruinas de un país que ninguno de los venezolanos honestos merecen.

Aun así, desde el poderoso aparato de propaganda del régimen madurista hacen todo lo posible para que las tropas y los mandos medios sospechen sobre cualquier mensaje político que venga desde las fuerzas democráticas.

Y a pesar de ese esfuerzo totalitarista y criminal, no han sido pocos los efectivos que han manifestado estar del lado de la Constitución y del Pueblo. Un ejemplo claro está en lo que sucedió el pasado 30 de abril, en el desmantelamiento de algunos cuerpos de seguridad por control político o en cada uno de los efectivos que, durante los lamentables sucesos en nuestras fronteras durante la última semana de febrero, decidieron abandonar las filas donde unos pocos están más pendientes de defender sus guisos y sus negocios que de defender al Pueblo de un régimen asesino, indolente e incapaz.

Sin embargo, es aquí donde el análisis nos lleva a considerar otro de los miedos que han modificado, de manera evidente, las reacciones de Nicolás Maduro y sus cómplices, quienes desde hace mucho perdieron el control de la agenda política nacional. Y ese miedo radica en que en Miraflores saben muy bien que aquello que ya ha logrado calar en los militares sin “poder de fuego» también lleva rato dando vueltas en aquellos mandos que sí pueden movilizar tropas y ser una verdadera amenaza para el régimen.

Y, si ustedes conocen cómo funciona el mundo militar y cómo se vinculan entre quienes pertenecen a una misma promoción o a una misma fuerza, sabrán que es muy probable que lo único que deben estar esperando es tener claro el panorama político posterior al cese de la usurpación y, en especial, entender cuál será su participación en la fase del gobierno de transición que seguirá y que ellos mismos lograrían acelerar.

Así funciona el mundo militar y quien quiera estar en la Política tiene que reconocerlo, entenderlo y, sobre todo, saber utilizarlo en beneficio de los objetivos democráticos de esta lucha común. De modo que ésa es una acción que nos corresponde emprender a quienes ejercemos un liderazgo responsable de las fuerzas democráticas, tanto para que el mensaje llegue de manera eficaz a los mandos como para que la ciudadanía sepa entender el valor estratégico (pero sobre todo político) que tiene terminar de concretar que nuestra Fuerza Armada cumpla su rol contra la dictadura y se prepare para cumplir su rol durante la transición.

Y esto que planteo no es ningún disparate ni es nuevo en la política nacional, porque los militares venezolanos tienen referentes bastantes claros y muy bien instalados en nuestra historia patria: desde el General en Jefe Eleazar López Contreras y su acción ejemplar para disolver el poder político de las fuerzas del gomecismo que sobrevivieron a la muerte del dictador, hasta Wolfgang Larrazábal, presidente de aquella Junta de Gobierno que derrocó a Marcos Pérez Jiménez, después de que la inestabilidad política minara las estructuras de gobierno del dictador, quien terminó fugándose de madrugada y dejó a muchos de sus secuaces entendiendo.

Y antes de que aparezcan los tergiversadores a leer lo que no es, que quede claro que ni estoy poniendo nombres ni estoy planteando salidas sobre la mesa, sino dejando en claro que mientras más transparentes resultan las instancias de transición y el papel de los militares en la recuperación de la democracia, más eficaz resulta la aparición de las figuras necesarias para dar ese paso. Muchos dirán que cuando Marcos Pérez Jiménez existían otras condiciones o que los “militares de antes» eran otra cosa, y quizás no les falta razón, pero en la historia de la Política a todo país le toca confrontar desde una nueva mirada cada coyuntura y cada crisis, y las condiciones en las cuales vive la mayoría de las familias de las tropas y los mandos medios son suficientemente críticas como para que el usurpador prefiera quedarse escondido en su palacio y sospechando hasta de su sombra.

Si no fuera así, ¿ustedes creen que estarían con el show de dejarse ver trotando y entrenando con unas tropas que sólo Dios sabe qué habrán podido comer ese mismo día? Si un gobierno sabe que la Fuerza Armada es leal, no necesita hacer tanta bulla: se dedica a gobernar y punto.

Como dicen por ahí: dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Hoy los militares tienen la oportunidad de dejar de ser parte del problema y formar parte de la solución definitiva. Y a diferencia de lo que han vivido muchos países hermanos, aquí lo que se les exige a los militares honestos no es que den un Golpe de Estado, sino de algo mucho más importante: se trata de que detengan el Golpe de Pobreza y de inconstitucionalidad que Nicolás Maduro y su combo de usurpación mantienen de manera sostenida, no sólo matando de hambre y de mengua al Pueblo, sino además matando a quienes deciden ejercer su derecho a la protesta, con la intención asesina de atemorizar a quienes hoy hemos decidido seguir en las calles.

Cada uno de esos mandos medios que en este momento están calculando el momento político ideal para su irrupción tienen que sentir que dar ese paso tiene sentido. Saber que hay un Pueblo que reconocerá su apoyo a la Democracia y que se hará justicia con quienes han manchado el honor del uniforme.

Y esas condiciones sólo se generarán desde la movilización y el activismo, pero también siendo empáticos, creativos y eficaces con la disciplina política necesaria.

Además, debemos recordar que el aparato de propaganda se encargará de evitar por todas la maneras que el mensaje político llegue a los militares, así que debemos considerar que el medio más eficaz para que se vean llamados a dar el paso será comprendiendo la naturaleza de lo que vive la familia militar y lo que significa para esos esposos y esposas, hermanos y hermanas, esas hijas y esos hijos, esa madres y esos padres que saben que en la decisión y en el valor de uno de sus seres queridos puede estar el futuro del país.

Imaginen el poder y la fuerza simbólica que puede tener que escuchemos a cada uno de los familiares de efectivos militares que conozcamos, que le hagamos saber nuestra visión y lo importante de su compromiso en la labor de hacer reaccionar a la Fuerza Armada y que esa acción tan simple, pero al mismo tiempo eficaz por empática y política, se traduzca en que la sobrina del Teniente Coronel y el hijo del Comandante o la hermana del Mayor o la madre del Capitán le pregunten a ese ser querido “¿Y ustedes qué están esperando?”. Y que esa pregunta, firme y sin proselitismo, se repita por WhatasApp cuando la abuela no consigue el medicamento o por SMS cuando se vuelva a ir la luz. Una pregunta simple pero que pone en evidencia que el momento es ahora y que el Pueblo está dispuesto a apoyarlos: “¿Y ustedes qué están esperando?”.

Es vital que entendamos que en esta lucha por la Libertad de Venezuela debemos hacer nuestra las causas justas de los demás. No es necesario estar enfermos ni tener un familiar hospitalizado para ser solidarios con quienes viven esa circunstancia. No tenemos que ser trabajadores públicos para preocuparnos por entender cómo los amenazan y ayudarlos a tomar valor para manifestar su deseo de cambio. No hay que ser enfermera, maestra ni transportista para entender cuánto cuesta vivir con su salario ni agricultor o pescador para entender cuánto están sufriendo. Es por eso que el apoyo y acompañamiento que han recibido del Pueblo civil los militares patriotas que se han manifestado contra el régimen debe ponerse en evidencia para que quienes hoy controlan el poder de fuego decidan ayudar a la Democracia y terminen de ejercer su rol: defender al Pueblo y a la Constitución que juraron defender. Así como ellos tienen que entender y apoyar las causas legítimas de la lucha civil, es necesario hacerles ver que entendemos su lugar en la transición y que todos formamos parte de este deseo común de vivir en una Venezuela libre.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela! ¡Seguimos adelante!

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