El desastre que enfrentamos a diario todos los venezolanos se debe a las malas decisiones que a lo largo de estos años se han tomado. Que nos hayamos convertido en el país más pobre de Latinoamérica, porque el 82% de la gente se encuentra en situación de pobreza de ingresos y que el 52% no tenga recursos para comer, es decir, que más de la mitad del país enfrente la pobreza extrema, no es obra de la casualidad, ni de la caída de los precios del petróleo o el invento de la guerra económica.

Estos terribles indicadores tampoco son consecuencia de un desastre natural o de una guerra civil, se deben a las medidas tomadas por una cúpula corrupta que se enquistó en el poder y terminará por matarnos de carencias si no ejercemos nuestros derechos.

El año 2017 podría ser peor si no se toman los correctivos que deben realizarse. Si no se reactiva la producción, este año la pobreza extrema superará el 60%. Eso es sumamente grave para cualquier país.

Si no hacemos algo pronto, el 2016 quedará en el recuerdo como un año de muchas dificultades, pero no se comparará con las carencias extremas que tendremos en 2017.

Cada día de Maduro en el poder significa 2% de inflación que se acumula y que cada vez nos pone las cosas más difíciles.

La Canasta Básica Familiar ya se ubicó en 832.259,95 bolívares en enero y la Canasta Alimentaria está en 621.108,98 bolívares. Mientras los precios de los alimentos y productos de higiene aumentan semana tras semana, el gobierno intenta vender la idea de un salario integral que es lo más efímero e injusto que se le puede plantear a cualquier trabajador pues los tickets de alimentación no son una remuneración real. Y no es por nada que los trabajadores están pidiendo que ese dinero se le de en efectivo.

Lo que estamos viviendo se debe a la incapacidad de un gobierno que acabó con la producción nacional y convirtió al parque industrial venezolano en un gran cementerio de empresas.

De las cerca de 13.000 empresas que había en el país, solo quedan cerca de 4.000 y a mediados de 2016 solo trabajaban al 36% de su capacidad instalada. Esto es lo mismo que decir que la mal llamada revolución destruyó prácticamente el 70% del parque industrial venezolano.

El que no produzcamos alimentos y los pocos que hoy se cultivan no alcancen para cubrir la demanda nacional se debe a que por más de una década, la cadena de alimentos en Venezuela fue masivamente intervenida por el Estado y sometida a rígidos y crecientes controles. Aunado a que en 2006 se intervinieron y expropiaron casi 4 millones de hectáreas de fincas y unidades productivas que hoy están completamente ociosas.

Esto conllevó a que el gobierno aprovechando la bonanza petrolera incrementará la importación de alimentos para intentar cubrir la demanda interna, cuyo negocio se tradujo en la gallina de los huevos de oro para unos pocos, que comenzaron a comercializar con el hambre del pueblo.

Obviamente, mantener un ritmo creciente de importaciones de alimentos depende del buen manejo y la disponibilidad que se tenga de las divisas, y con la caída de los precios del petróleo el escenario cambió, porque ahora el Estado no dispone de divisas suficientes para cubrir el déficit de alimentos con importaciones baratas.

Así llegamos a la situación actual. Ahora no producimos nada y de paso el gobierno manipula políticamente la poca comida que importa con la distribución de alimentos a través de los Clap.

El déficit de alimentos se irá haciendo más grave en Venezuela si no se hace algo cuanto antes. Recuperar la superficie agrícola, promover las fuerzas productivas del sector de alimentos y reconstruirlas tomará tiempo, por eso urge activar lo que aún queda en pie y en capacidad de producir.

Para rescatar la economía se debe fortalecer el sector no petrolero, ya que este no es suficiente para la recuperación, pero hay que además garantizar respeto a la propiedad privada y dar incentivos para que las inversiones internacionales vuelvan a Venezuela. El gobierno no lo entiende ni lo quiere asimilar, pero no nos podemos quedar de brazos cruzados ni tampoco salir todos corriendo de Venezuela.

Desde 2012 hay más profesionales buscando boletos que puestos de trabajo. Esto es lamentable, sobre todo porque más del 70% de quienes se marchan son jóvenes entre 25 y 35 años y más del 60% de los emigrantes poseen una alta preparación profesional. Nuestro principal aeropuerto se ha convertido en un escenario de tristeza y de frustración y eso no va a cambiar a menos que quienes seguimos aquí le apostemos a la recuperación del país y no a su destrucción.

Somos víctimas de un sistema generado por un gobierno corrupto e incapaz y está demostrado que si no hacemos algo por nosotros mismos, el gobierno seguirá gobernando así. Seguirán estirando la arruga hasta donde se lo permitamos.

La inmensa mayoría del pueblo venezolano conserva intactos sus ideales democráticos, pero el gobierno sigue negándose a una solución electoral. Eso ocurre porque el gobierno no tiene calle, la aceptación de Maduro apenas llega al 12%. Somos entonces una mayoría inmensa que sigue sin entender que el cambio depende de nosotros mismos, no de líderes mesiánicos.

Tenemos que entender que nada de esto cambiará si no ejercemos nuestro genuino derecho a expresar el descontento que tenemos. La protesta tiene miles de formas y expresiones.

Todos los días los venezolanos tenemos una razón para expresarnos. Cada vez son más las familias que se suman a la pobreza, cada vez son más los venezolanos que hurgan en la basura en busca de comida, cada vez son más los niños que no asisten a la escuela porque sus madres no tienen como alimentarlos. El salario no alcanza, los precios suben cada día. No hay insumos en los hospitales, no hay medicinas para los enfermos, todos los días muere alguien por una bala, todos los días Venezuela pierde a un joven que se va del país porque no encuentra futuro, porque llevamos años separados por la ideología pero ahora nos separa una distancia que divide a las familias por miles de kilómetros.

En nuestra Venezuela no hay vencidos ni vencedores, desde hace 18 años todos los venezolanos somos víctimas de una cúpula ambiciosa y enferma de poder, que es capaz de llevarse por delante todo a cambio de obtener sus propios intereses, pero esa cúpula ha de ser juzgada, solo ellos, porque el resto de los venezolanos hemos sido víctimas de sus actos.

No hay razones para que estemos viviendo esta crisis, y para salir de ella es necesario un cambio político, y este pasa por el voto de los venezolanos, nuestra lucha debe hacerse más fuerte para hacer respetar nuestra voz. Sin la unión de todos, el cambio no es posible.

¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!

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