Los vendedores de pescado se organizaron y acordaron con comercios formales usar sus puntos de ventas, pagando entre 10 y 12 por ciento por el pase de tarjetas de débito y de alimentación, para no perder clientes en la Semana Santa por la falta de efectivo, y lograr ofrecer las especies.

La modalidad de pago supone a los compradores una alternativa, aunque los precios sean “demasiados costosos”, estima Fátima Rodríguez, ama de casa, quien se niega a preparar, en días santos, el plato de pescado por lo “caro que está la corvina, el bocachico y todo”. Prefiere abastecerse de verduras y víveres.

En el mercado periférico de La Limpia, Jénnifer Rojas, ama de casa, sí pide cuatro kilos de corvina pequeña a seis mil bolívares cada uno. Sabe que el costo significa dos días de cestatique de alimentación.

Se decide por la más económica. “La grande está entre 10 mil y 12 mil bolívares”, le advierte el vendedor. Las cuentas están planificadas desde temprano. Pagará con cestatique de 108 mil bolívares “y la tarjeta de débito por si falta más”, precisa.

El abasto de especies del mar será para “cuatro días”, calculando cumplir con el menú de los católicos en Semana Santa. En lista está comprar un atún y jurel. “El kilo está a ocho mil y el jurel a ocho (mil bolívares) también”.

Sobre los mesones se exhiben los pescados en diferentes tamaños y para todo presupuesto. Lisa entre cinco mil y siete mil bolívares, camarones a 20 mil bolívares, merluza a seis mil bolívares, bagre entre cuatro y siete mil bolívares, mojito a cinco mil. Las otras especies escasean. “Todo se lo llevan de contrabando para Colombia”, suelta José Ramos, vendedor.

Vicent Urdaneta limpia su mesa mientras espanta las moscas que revolotean la torre de pescados. Es atento a cada comprador que pregunta por los precios. No duda en “bajar un poco el precio, porque si no, no se vende”, asegura. “Las ventas han disminuido el 60 por ciento” con respecto al año pasado. “La realidad es que tenemos que bajar el pescado”, es su promoción del día.

“Hay que rebajar. El que tenga cinco (mil bolívares) hay que dárselo porque no tiene más. Esto es duro”, critica el joven vendedor. Reconoce el impacto de la inflación en las familias marabinas, lo que limita ofrecer más calidad “porque es más caro”.

No exhibe ni propone “combos”. Ya con un solo pescado rebajado disminuye los ingresos por ventas. “Que en los últimos años empeoraron”, agrega José Ramos, desde la esquina de la línea de mesas. “No se vende casi. Antes era más barato y se vendía más. Ahora el costo del kilo sale a cuatro mil bolívares y se tiene que vender a seis mil. Si lo vende caro no sale”.

Fuente: La Verdad

Fecha: 16 de abril de 2017

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