Todo comenzó cuando una enfermera vestida de blanco y con gorro azul se asomó en el pasillo de la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal (Utin) del hospital Manuel Núñez Tovar  de Maturín para decir: “Familiares del niño Vásquez”.

La pareja sintió un vacío en el estómago al escuchar el tono de voz poco amable de la mujer, que los llevó hasta la entrada de servicio sin pronunciar una sola palabra. Allí, una doctora los esperaba para anunciarles, sin anestesia, que su primogénito murió luego de una complicación surgida cuando era atendido en la Utin, donde 204 niños han muerto entre enero y septiembre de 2016.

La doctora les explicó que el pequeño tuvo una infección generalizada, una enfermedad que no soportó porque era prematuro, tenía bajo peso y no respiraba por sí solo, lo que lo hizo más vulnerable al medio ambiente.

Cada vez que ocurre el deceso de un bebé, entre los familiares solo se escucha hablar sobre la presencia de una bacteria en la Utin que agrava la condición de los recién nacidos allí recluidos. De la bacteria nadie sabe el nombre, excepto los médicos, pero ellos no hablan al respecto.

“Aquí los niños se mueren porque adentro hay algo que los mata. De lo contrario ¿cómo explicas que fallezcan tantos niños en una semana?”, expresó la abuela de un pequeño que tiene 15 días hospitalizado en este servicio y quien prefirió no identificarse.

Su nieto nació de ocho meses y como sus pulmones no estaban listos para respirar por sí solos, debieron ingresarlo a la Unidad de Neonatología. Además del déficit de insumos, han tenido que lidiar con la angustia que les genera el silencio de los médicos y las enfermeras.

“Da terror ver que las enfermeras se asomen por esa puerta, porque ellas solo salen para llamar a los papás cuando un bebé necesita una medicina o que se le haga un examen. A los doctores solo se les ve cuando un niño se complica o muere”, continuó, mientras esperaba sentada en un banco gris de concreto en el que caben 15 personas apretujadas.

Mortalidad en aumento

Los casos de muertes neonatales han ido en aumento en el Hospital de Maturín en los últimos tres años, y los padres de niños recluidos los vinculan con la presencia de una bacteria, de la que el jefe del servicio de pediatría, Abel Flores, afirma que se trata de aquellas que son intra hospitalarias, que se encuentran en el medio ambiente, y que, de acuerdo al estado del paciente, pueden agravarlo.

Según cifras obtenidas en la morgue del centro asistencial, en el año 2014 murieron 153 recién nacidos, un promedio de 12 por mes; mientras que en 2015 la cifra de fallecidos en la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal fue de 160, siete más en comparación con el año anterior, con un promedio mensual de 13 fallecidos.

El panorama actual es alarmante, pues solo en el mes de enero murieron 34 recién nacidos de los 48 que estaban recluidos en este servicio. La cifra equivale a 70,83% de los ingresos. Otro caso puntual fue el ocurrido en marzo, cuando de 52 pequeños fallecieron 31; es decir, 59,6% de los casos que eran atendidos en ese entonces, mientras que en junio, de 44 niños fallecieron 33, equivalentes a 75% de los ingresos.

En este centro asistencial todos los días asisten entre 60 y 70 partos y practican 20 cesáreas, lo que da un promedio de 90 nacimientos diarios. Al mes, 60 pacientes ingresan a la Utin, un promedio de 15 semanales y dos por día.

Flores sostiene que, de esos 60 pacientes que ingresan al mes, 22 mueren. Una cifra que considera por debajo de la estadística nacional, que estimó en 32 por cada 100 partos, y que contrasta con las obtenidas en la morgue.

El especialista argumenta que los problemas respiratorios y las infecciones en los bebés son las principales causas de los fallecimientos. Cuando es por infección, por lo general esta es adquirida luego que la mamá rompe fuente y el niño no es sacado del útero antes de las 12 horas, señala.

¿Las bacterias de su cuenta o sin control?

Una empleada que prefirió no identificarse para evitar que tomen represalias laborales en su contra, narró que aunque todo se ve limpio, el mal olor que se percibe al entrar dice lo contrario, pues el saneamiento no se efectúa con frecuencia debido a la escasez de artículos para la limpieza. “Se supone que en esta área debe oler a limpio y no es así. Aquí huele como a sangre ligada a agua oxigenada, algo a lo que ya estamos acostumbrados”, confesó.

En el sitio, los médicos y las enfermeras carecen de jabón para limpiarse las manos cada vez que deben examinar o atender a un paciente. También falla el suministro de batas y gorros quirúrgicos, así como los guantes que deben usar cada vez que tocan a un bebé.

No hay agua estéril, porque el equipo se dañó y las enfermeras usan el agua potable, que viene en envases de 18 litros, para asear a los pequeños. Como el hospital no la suministra, tiene que ser comprada por los familiares de los niños. Cada dos días, una trabajadora de la Fundación Juana Ramírez saca los botellones vacíos y va diciéndole a cada representante que debe colaborar para comprar el agua.

En el hospital la esterilización del instrumental se hace de forma manual, porque el único esterilizador que hay tiene una pieza dañada que impide el trabajo de forma digital.

Los equipos de ventilación, afirmó la empleada, no reciben mantenimiento desde hace dos meses. El equipo de Rayos X portátil tiene cinco meses dañado, por lo que usan uno grande, parecido a una pantalla de televisor de 24 pulgadas.

Agregó que el déficit de insumos incluye las inyectadoras y, por ello, las enfermeras reutilizan las que pueden. Faltan sondas de succión y por eso trabajan con las de alimentación para aspirar a los bebés.

La ausencia de personal también afecta el servicio, pues solo hay 12 enfermeras, de las cuales ocho están en el turno de la mañana.

El jefe del servicio de pediatría, Abel Flores, no pudo esconder la dura realidad del servicio. “La misma situación que ocurre aquí, pasa en otras partes. Sin embargo, tenemos casi lista la nueva área en donde estará ubicada la Unidad de Terapia Intensiva Neonatal; solo nos faltan algunas cosas para que esté operativa, entre ellas 24 enfermeras”, precisó.

FUENTE: EL CARABOBEÑO

23 de septiembre de 2016

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