La escasez y altos costos de insumos desmejoraron el programa de implantes cocleares, de la Fundación de Otología. Es otra deuda social que existe en medio de la crisis de salud, a la que hay que atender y buscar alternativas, afirma el médico otorrinolaringólogo Juan Armando Chiossone Kerdel, especialista en Neurotología y Cirugía de Base de Cráneo.
El programa de implantes cloqueares, fundado en 1992 por la Fundación Venezolana de Otología, está a punto de desaparecer. En 2009 realizó 120 intervenciones a pacientes sordos, junto con el Hospital Universitario de Caracas, pero en 2017, cuando se cumplieron 25 años del primer implante coclear, practicó solo 3. Un número peor que el del momento en que inició el programa, cuando hicieron 5 procedimientos; desde 2013 ha descendido.
La dificultad de conseguir insumos por la falta de divisas y la hiperinflación ha complicado la esperanza de los pacientes. De 6.000 a 8.000 personas con sordera son candidatas a implantes cocleares, están en las calles y deberían ser implantadas, pero no pueden hacerlo.
El implante cloquear, es el dispositivo de alta tecnología que se coloca dentro del oído de paciente completamente sordo para darle audición. Es fabricado en Austria, Australia, Estados Unidos, Francia, Dinamarca y China, y hay que comprarlo en el exterior porque no existe en Venezuela. Su costo se calcula entre 16.000 y 28.000 dólares, según el tipo requerido. De 5 proveedores internacionales, 4 se fueron del país.
El acceso a la tecnología también incluye los audífonos y sus precios son inaccesibles para un venezolano normal. Uno de estos aparatos puede costar entre 1.000 y 4.000 dólares. Pero además, los pacientes están obligados a mantener esta tecnología. Los implantes cocleares requieren con frecuencia nuevas baterías, mantenimiento oportuno y algún cable por cambiar. “Todo esto significa un enorme gasto por parte del paciente”, señala Chiossone, quien agrega la rehabilitación como otra dificultad. “Nada hacemos si no rehabilitamos, pero tenemos una limitante en el número de personas capacitadas para trabajar con los pacientes».
Frente al panorama desolador, la cantidad de enfermos de sordera aumenta. Advierte el especialista que existe una alta tendencia de las infecciones de oído que son más prevalentes en sociedades donde existen carencias nutricionales “y son indicador indirecto de pobreza”.
Aunque no existen cifras oficiales desde el año 2015, “hay una percepción” de que han aumentado por el reporte de los casos, refiere. “En las sorderas profundas (más agudas) que son auxiliables con implante coclear, el índice aproximado es de un niño sordo por cada 1.000 nacidos vivos; entendiendo la tasa de natalidad de Venezuela estaríamos hablando de aproximadamente de 900 niños por año, pero entendiendo que solo podemos abarcar en atención 30%, tendríamos que estar atendiendo en el país a cerca de 300 pacientes que deberían implantarse en un año”.
El médico otólogo asegura que si un niño nace sordo lo recomendable es implantarlo antes de los dos años de edad. “Ese es el momento en que se utiliza lo mejor del implante coclear para que se desarrolle bien la audición”. De no tratarle antes de alcanzar los cinco años y hasta ocho años de edad, deja de ser candidato al tratamiento eficaz, y pierde la oportunidad de sanarse. En el caso de que un paciente pierda la audición luego de haber desarrollado el lenguaje, lo ideal es colocar el implante inmediatamente después de la ocurrencia de la pérdida, para que vuelva a escuchar.
Con información de El Nacional