“Tengo desde algún tiempo una ‘sensación’ de hambre”, confesó Ricardo a sus compañeros de trabajo en un organismo público. Desde entonces, algo más de un año, al día de hoy, Ricardo ha restado al menos tres tallas a su ya delgada contextura física.
La situación de Ricardo no es un caso aislado. Desde al menos principios de este 2017 los venezolanos no se saludan en sus reencuentros, se “pesan”, porque para unos y otros resulta evidente su progresiva pérdida de talla corporal.
El pesaje a “ojo clínico” de sus consumidas humanidades que hacen entre si familiares y amigos fue confirmado por la Encuesta Condiciones de Vida 2016 (Encovi), hecha pública en febrero pasado. El estudio, elaborado por las universidades Central de Venezuela, Católica Andrés Bello y Simón Bolívar, junto a un grupo de ONG, reveló que 74,3% de la población había perdido el año pasado -cuando todavía se coronaba la compra de alimentos básicos a precios regulados, tras una cola kilométrica- un promedio de 8,7 kilos de peso de forma no controlada.
Si los cálculos demográficos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) son válidos, el porcentaje de la Encovi significa que 23 millones de los 31 millones de habitantes proyectados para este año conforman un ejército de flacos a juro. La “dieta de Maduro” ha dejado en pañales la del método Sawaya.
En curso
La escasez y/o el desabastecimiento han ganado terreno desde que la encuesta Encovi sistematizó su trabajo de campo efectuado en 2016. Los amigos y parientes enjutos ya son parte del entorno. El tema ahora son las muertes de niños y ancianos por desnutrición.
Desde entonces, y en paralelo, desaparecieron progresivamente las megacolas de consumidores en el mercado Bicentenario de Plaza Venezuela, u otros expendios en Caracas o en la provincia. Simplemente hay muy poco qué comprar, no hay despacho, los anaqueles se han ido quedando vacíos; los de los supermercados están llenos de papeleras de plástico, coletos, envases con lejía y platos de cartón. La red de distribución formal está tan escuálida como su clientela que quedó -indefensa y avasallada- en manos de los bachaqueros, especie que acapara la menguada producción nacional, o de los importadores de productos tapa amarilla que marcan sus precios al ritmo del “dólar Cúcuta”.
“En la medida en que no se resuelva la situación política, la economía va a seguir estando en un segundo plano, y la distorsión se va a mantener”, dijo recientemente el economista Asdrúbal Oliveros, director de Ecoanalítica, entrevistado por la periodista Vanessa Davies. En cristiano, lo que Oliveros vislumbra es más falta de insumos para los productores, menos oferta de productos, más carencias, leche, carnes, huevos, granos, frutas y verduras más caros, mayor inflación… más pobreza, más hambre.
“Con la coyuntura política en primer plano, la crisis económica sigue su curso y se sigue profundizando”, advirtió Oliveros.
José Guerra, economista y diputado a la Asamblea Nacional, le lleva el pulso a la hambruna. Con cifras de la Federación Nacional de Ganaderos en la mano, ha puesto el grito en el cielo. “Acá una de las causas de la desnutrición: la caída del consumo de carne y la consecuente baja del peso y la talla”, escribió en su cuenta en Twitter, en la que dio señas del derrumbe en la ingesta del producto: de 23 kilos a 7 kilos anuales (228,5%) en los últimos cuatro años.
Con apenas ligeros matices, los especialistas coinciden en el dictamen. Mientras la agenda política arropa, la cobija del venezolano apenas le cubre los pies. La firma Datos, en informe sobre las perspectivas económicas ante la Cámara Venezolano Americana de Comercio e Industria (Venamcham) resaltaba a principios del año que 46% de la población podía comprar “muy pocas cosas de las que necesita” y 93% la mitad o menos de esto. “Por primera vez la alimentación es el gasto prioritario sin importar el estrato”, detalló el informe de Datos.
Otro economista, Luis Vicente León, director de Datanálisis, no deja espacio para el alivio. La convulsión sociopolítica, advierte, deteriora el ambiente económico. La capacidad de endeudamiento es nula, la producción petrolera se contrae, las inversiones no vienen y el precio del petróleo se porta peor de lo esperado.
¿Y entonces?
Estudios de opinión realizados por Datanálisis refieren que 90,4% por ciento de los venezolanos considera que el país está “mal o muy mal” y que la popularidad de Nicolás Maduro no supera el 20%. Entre los propios chavistas, 80,4% de los consultados califica como negativa la situación económica.
No obstante el rechazo político y social a la gestión, el Gobierno nacional tomó la calle del medio con la Constituyente Comunal “contra viento y marea, y cuésteme lo que me cueste”, según ha dicho el presidente Nicolás Maduro. El mandatario nacional ondea su bandera como garantía, entre otros objetivos, de “ampliar y perfeccionar el sistema económico de Venezuela basado en la productividad, la diversificación y con carácter integrador”, con los 15 motores abriendo caminos como las topas del metro; esto, luego de “poner patas arriba” a la Fiscalía General de la República y meter en cintura a la Asamblea Nacional, como también lo ha dejado claro el primer vicepresidente del Psuv, Diosdado Cabello.
Desde la acera de enfrente al Gobierno se rechaza la propuesta. Resembrar los campos y repoblar las fincas y granjas; aceitar el engranaje industrial y animar la producción aguas abajo, tareas ineludibles para levantar de su postración al Lázaro de la economía y restituir al ciudadano su calidad de vida, pasa por un cambio del modelo socialista y comunal que propugna el Gobierno.
Así, inmerso en la peor crisis económica de la historia contemporánea del país, y con un salario “integral” que alcanza los 250 mil bolívares, el venezolano corre, con la lengua afuera, para agarrar algo de la canasta de alimentos que pasó el millón de bolívares, y el millón 400 mil si le suma el pago de los servicios básicos para medio sobrevivir.
Más pobres
El pasado domingo, la presidenta del Consejo Nacional Electoral (CNE), Tibisay Lucena, terció en el debate de lo que se pretende con la Constituyente Comunal. En entrevista con José Vicente Rangel, la rectora señaló que la Constituyente no es una panacea para resolver los tres golpes diarios. “Vamos a estar claro, esto no es un propuesta para solucionar asuntos económicos o de otro índole, esto es una propuesta… política, para una situación política severa- Es una propuesta política, para un encuentro para un diálogo…” dijo.
Más directo, a riesgo de clamar como profeta del desastre, Luis Vicente León alerta al venezolano sobre lo que se le viene encima y suelta sin anestesia: “Comencemos por decir que no hay forma de evitar el empobrecimiento de la población. La caída del ingreso real apunta a una cifra cercana a 20%. La inflación se acercará a 1.000%. La producción de bienes terminará en el desplome, las importaciones en cero y se reducirá aún más el empleo. Somos y seremos mucho más pobres…”
Fuente: Efecto Cocuyo
Fecha: 4 de julio de 2017