“Ser paciente renal en Venezuela es una lucha diaria, la angustia de no saber si salen vivos de la máquina o no, le carcome a uno hasta el más duro de los sentidos. Todos los días muere alguien y me da pavor pensar que la próxima pueda ser mi mujer, porque ella es el pilar de mi hogar”, confesó, Lino López, que lleva 10 años acompañando a su esposa María, para someterse a tratamiento de hemodiálisis. A los pacientes renales se les va la vida a cuentagotas.
María Esis, de 52 años de edad, es una de los 134 pacientes renales que reciben tratamiento en el Centro de Diálisis de Occidente (CDO), adscrito al Seguro Social. Ahí se turnan en dos tandas diarias, tres veces por semana, para recibir una hora y media de tratamiento. Lo indicado son cuatro horas, para que la máquina pueda limpiar la sangre de toxinas correctamente, sin embargo, esto no se cumple.
A principios de 2019, en el CDO estaban operativas 16 máquinas, de 35 que tenían para el año 2018. Hoy solo funcionan 10, por lo que cada semana es más corto el tratamiento.
María logra medio sostener su alimentación y su tratamiento, gracias a que su hijo mayor emigró hace dos años a Panamá. Ahí se desempeña como obrero en una fábrica de materia prima de alimentos de repostería y envía a Venezuela el equivalente a 80 dólares mensuales.
Los acecha la muerte
En lo que va de noviembre siete pacientes han fallecido a causa de la acumulación de toxinas. María ha visto varios de sus compañeros morir.
Del total de los pacientes del Centro de Diálisis de Occidente, 20 % están en situación crítica. “Se nos inflama el abdomen, porque acumulamos toxinas, líquido y eso nos ahoga. Yo me tengo que dializar y quedarme esperando, descansar un poco antes de salir a agarrar autobús, porque me puedo quedar en el camino. Muchas veces me ha pasado que he estado a punto de ahogarme en el trayecto”, manifestó Aidali Guanipa, una paciente de 27 años de edad.
Ninguna autoridad del CDO ha respondido, sin embargo, los pacientes reclaman: “Esta situación es crítica, yo ya no puedo caminar bien por las toxinas, esto me agarra las piernas, las caderas, porque estamos mal dializados no hay suficientes máquinas. Ayer murió un compañero pegado a la máquina y me destroza, porque nuestros familiares nos traen y nos pueden sacar muertos de aquí. Esa es nuestra realidad”,afirmó María Labarca, paciente.
Darry Soto, paciente, también hace su crítica: “Maduro sale a cada rato en cadena nacional, aprobando recursos para medicinas. Hace una semana aprobó 100 millones de euros para construir 1000 módulos asistenciales, que me parece un absurdo porque hay hospitales y centros como este que están desasistidos y esos recursos se deberían emplear en lo que tenemos dañado, como es el caso de los pacientes renales”.
Se conoció que las máquinas de hemodiálisis son de procedencia alemana, por ende, los repuestos son importados. Hasta el momento se necesitan 6000 dólares para la reparación, según se supo de manera extraoficial.
Un familiar que prefirió el anonimato, por miedo a represalias dijo: “La semana pasada nos dijeron que la dirección del CDO está evaluando poner una cuota en dólares por paciente para reparar las máquinas, sinceramente no tenemos por qué. Nosotros además de buscar la alimentación y todo lo que necesita en casa del paciente, tenemos que comprar las vitaminas, las soluciones y hasta los filtros muchas veces, porque aquí tampoco hay nada de eso ya”.
El viernes 8 de noviembre, los pacientes del turno de la mañana del Centro de Diálisis de Occidente protestaron con pancartas en la avenida Las Delicias al norte de Maracaibo. Se turnaron entre los que mejor se sentían, dicen que la única manera de llamar un poco la atención es saliendo a la calle, sin embargo, ninguna autoridad de gobierno se hizo presente.
“Tenemos miedo de morir, yo quiero por lo menos pasar esta Navidad con mis nietos”, decía una paciente mientras sostenía una cartulina que decía: “Nuestra vida depende de una máquina”.
Con información de Crónica Uno