Docentes y trabajadores sociales coincidieron en que el comportamiento de niños y adolescentes en sus lugares de estudio muestran el deterioro de la sociedad y de la educación familiar. Manifestaron rechazo a la pérdida de valores y al aumento de los niveles de violencia
Tibisay Cedeño tiene 36 años ejerciendo como trabajadora social y ocho como defensora del Liceo Andrés Bello, ubicado en la parroquia la Candelaria, en el municipio Libertador. Explica que el acoso y el abuso entre estudiantes hoy en día son unas prácticas diarias.
El 2 de mayo se celebra el Día Internacional contra el Acoso Escolar. Hasta 2017, Latinoamérica era la región con más casos de hostigamiento y abusos: 70 % de los escolares, según un estudio realizado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y la organización Bullying Sin Fronteras.
Aunque Venezuela no se encuentra entre los 10 países con mayores índices de acoso escolar, los casos que se registran en colegios como el Liceo Andrés Bello reflejan el impacto psicológico que la conflictividad social genera en los niños y adolescentes.
Rosiris Marcano, docente especialista, mencionó la pérdida de valores y el aumento de los índices de violencia como factores a considerar cuando se habla de acoso escolar. “Aumenta la violencia escolar tanto como aumenta la violencia en nuestra sociedad. También porque hay fallas en la educación familiar como la pérdida de valores”.
Además, hay un elemento económico importante. “Los padres o representantes ya no están pendientes de los niños ni están comprometidos con su educación, sino de conseguir dinero y comida. Es una consecuencia de la crisis”, acotó la especialista.
Con esto coincidió Rogel Gelvis, profesor de música, quien considera que la carencia de recursos de muchas familias venezolanas puede incidir en el comportamiento de muchos alumnos. “Algunos pueden quitarle las cosas, la merienda, a otros compañeros que parecen más débiles”. Aun así, cree que todavía la honestidad forma parte del sistema de creencias de muchos jóvenes. “Cuando algo se pierde, generalmente lo recuperamos gracias a la iniciativa de los estudiantes que deciden no ser cómplices”.
“Si te pegan, dale más duro”
Marcano, docente encargada de atender a los adolescentes que se han visto afectados por la intimidación escolar, manifestó que la venezolana es la sociedad del “si te pegan, dale más duro”. La hostilidad que se vive a diario en las calles se refleja en las aulas de clases, considera.
“Desde pequeños enseñamos a los niños a defenderse. En todos lados. Les decimos que si los joden, le den más duro al otro. Al final se convierte en un ciclo, porque la violencia solo genera más violencia”, expuso.
En el Liceo Andrés Bello, por ejemplo, muchos se pasean por ambos roles: acosado y acosador.
Una estudiante de segundo año de educación media contó que hace una semana fue llevada a la Defensoría por haberse peleado con otra estudiante de primer año que la había estado provocando con insultos desde hace semanas. La pelea fue por un joven. Aunque esta vez ella se sintió hostigada, en varias ocasiones ha sido quien ataca primero. Hace meses le partió la cabeza a otra niña con un envase de plástico. Admite que los profesores y trabajadores sociales hacen un esfuerzo por los alumnos, pero ellos no cumplen las normas.
Tibisay Cedeño describe al acosador como un estudiante que tiene bajo rendimiento, falta a clases y proviene de un ambiente familiar donde imperan el irrespeto y la hostilidad. El que recibe el abuso, verbal o físico, por lo general es tímido, introvertido y no encaja fácilmente en los grupos.
Cultura y deporte como remedios
Los profesores de la institución han emprendido proyectos de reflexión acerca del trato entre estudiantes y la convivencia, tanto en el colegio como en sus hogares. El profesor Rogel utiliza la música para mejorar las conductas de los muchachos. También las clases en lugares no convencionales, como museos, han tenido resultados positivos: menos inasistencias y más respeto en los salones.
Luis Arévalo, profesor de educación física, contó que, en 2015, cuando llegó al plantel, el trato entre alumnos era de groserías y manoteos. Aunque se mostró cordial y receptivo desde el primer encuentro, asegura que siempre fue firme con respecto a su posición de tomar medidas en caso de presenciar algún abuso.
Desde que, entre él y los demás docentes, comenzaron a organizar tardes de deportes o actividades recreativas, los estudiantes tienen un incentivo para colaborar con el orden y la armonía dentro de la unidad educativa.
Para Rogel, lo que hace falta para ayudar a los niños y adolescentes es un sistema educativo que atienda de manera urgente sus necesidades. “La educación es la cura para muchas cosas”, aseveró.
Cuando un niño o adolescente lo requiere es referido a un psicólogo o neurólogo, pero los docentes y especialistas coincidieron en que la educación debe comenzar en los hogares con las familias y que los alumnos son un reflejo de sus hogares y, por tanto, de la sociedad.
Publicado por El Pitazo
02/05/2017