Para que una economía tenga un rumbo sano, debe haber un equilibrio en las cuentas, es decir, la balanza de pagos y la productividad deben tener un peso proporcional.

Eso no pasa en nuestra Venezuela, porque a pesar de la mayor bonanza de toda nuestra historia, proveniente del volumen de ingresos procedentes del petróleo, el gobierno se convirtió en un perfecto fracaso improductivo e ineficiente.

Los enchufados pensaron que la borrachera de precios altos del petróleo iba a ser eterna y nunca llegaría la resaca, pero la insuficiencia de ingresos petroleros ha hecho que el esquema importador sea insostenible y que mermara a niveles críticos, minado a la corrupción nunca antes vista en nuestro país.

El panorama no es alentador, cada vez se hace más urgente un cambio de modelo, ya que estamos frente a una mezcla completamente volátil, que es el caldo de cultivo para una explosión social, porque el sector productivo está deprimido, la economía en franca recesión y la principal industria del país está debilitada y es incapaz de sostener por más tiempo el peso que le han hecho cargar.

Estamos acostumbrados que en momentos de apremio el gobierno intente reinventarse ante la opinión pública, como recordamos la tesis de la reconversión monetaria que nos vendieron en 2007 para disfrazar una inflación que empezaba a proyectarse, como una solución para facilitar las transacciones monetarias, para simplificar los cálculos y los registros contables.

En 2008 entró en vigencia el actual cono monetario, que se basaba en la teoría de que nuestra moneda se hacía fuerte, quitándole tres ceros. Sin embargo, con el paso de pocos años el bolívar fuerte llegó a su fin, se murió. El “bolívar fuerte” no duró ni una década. No fue capaz de resistir la incontrolable y galopante inflación a la que nos condujo la mal llamada revolución y acentuó el gobierno de Nicolás Maduro y su combo.

Con la puesta en marcha del nuevo cono monetario que entrará en vigencia el próximo 15 de diciembre, quedó al descubierto la gigantesca inflación que el Banco Central de Venezuela se empeñó en esconder por años, pero como la  mentira tiene patas cortas y no se puede ocultar el sol con un dedo, la verdad salió a flote.

Según especialistas, la actualización del cono refleja una inflación implícita de 17.011%, en promedio, en los últimos 8 años. El  billete de 100 bolívares, que se convertirá en moneda muy pronto, perdió 99% de su valor desde el momento de su salida al mercado en enero de 2008, es decir, con el pasar de los años, el poder de compra de nuestra moneda se perdió tras un tsunami de políticas económicas erradas que no atacaron las causas de la inflación, sino sus consecuencias, sin resultados favorables.

Los nuevos billetes que entrarán en circulación tienen los mismos diseños que se estrenaron en 2008, con la diferencia de que el de 2 bolívares ahora será de 500, el de 5 representará 1000 bolívares, el de 10 pasa a 2000 bolívares, el de 20 a 5000 bolívares, el de 50 representa 10.000 bolívares y el de 100 pasa a 20.000 bolívares. Serán los mismos billetes de 2008, pero valdrán mil veces menos.

Uno de los costos asociados a los procesos inflacionarios es aquel conocido como “costo suela de zapato”, que se origina por acudir constantemente a las instituciones financieras a retirar efectivo. Es decir, en la medida en que el billete de más alta denominación compra menos bienes, la demanda por éste se incrementa para cumplir con las transacciones deseadas.

¿Qué pasó con nuestro bolívar, qué hizo el gobierno con nuestra moneda nacional? Simplemente la destruyó. Ese nuevo billete de 20.000 bolívares, si le colocamos los tres ceros como antes de la reconversión, sería de 20 millones de bolívares.

El nuevo billete de mayor denominación alcanzará para comprarle a un vendedor informal un kilo de arroz, uno de harina de maíz y uno de azúcar, uno de pasta y medio kilo de café.

Mientras que la moneda de mayor denominación, que será de 100 bolívares, solo servirá para pagar un pasaje en transporte urbano, dos tickets multiabonos del Metro de Caracas y un par de caramelos de leche.

El salario mínimo incluyendo el bono de alimentación se podrá pagar a partir del 15 de diciembre, con cinco billeticos de 20.000 bolívares y 8 monedas de 100 bolívares.

El nuevo cono monetario solo simplificará las transacciones de compra y venta en efectivo, pero no resolverá la crisis inflacionaria en el país. El billete de más alta denominación, el de 20.000 bolívares también desaparecerá, si no se hace nada para controlar la inflación.

El gobierno perdió la ruta de la disciplina fiscal y adoptó políticas económicas equivocadas, como la sobrevaluación y los posteriores ajustes del tipo de cambio y la aparición de la liquidez monetaria, que se tradujeron en una altísima inflación, que podría llegar según algunos especialistas al más de 700% a final de este año.

Debemos entender que el índice de la inflación puede convertirse en el impuesto más barato para los gobernantes o en el más costoso para el pueblo como pasa en Venezuela. En nuestra amada tierra, Nicolás Maduro y su combo  financia su permanencia en el poder con cargo a los ciudadanos, con más y más inflación.

La inmensa mayoría de nuestro pueblo ha perdido sus ahorros, ingresos e inversiones y se encuentra ante la imposibilidad de planificar un futuro sostenible. Ante esto, el gobierno no habla de cómo controlará la inflación, solo presentaron los nuevos billetes, pero no hablaron de soluciones.

No es posible hablar de inflación como una consecuencia que tiene asidero en ataques especulativos, incrementos de costos y aumentos de demandas. Hay que tener responsabilidad y entender que la inflación no es otra cosa que el deterioro del poder adquisitivo del dinero y que en Venezuela ha sido una política continuada.

En este momento, estamos llamados a no ser pasivos ni simples espectadores. Tenemos que seguir luchando juntos para lograr el cambio político que rescate el valor de nuestra moneda y restablezca el poder adquisitivo del pueblo. Este lamentablemente ha sido el tiempo que nos ha tocado vivir y nos toca seguir luchando para tener el tiempo que merecemos vivir, un tiempo de progreso ¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!

 

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