Productores agrícolas, ganaderos, comercializadores y diputados que se han estudiado los precios en estos meses de cuarentena, aseguran que ha habido grandes dificultades para sacar alimentos perecederos como hortalizas, leche y queso de las unidades de producción no solo por la falta de combustible sino también porque ha disminuido la demanda de la población.

Buena parte de los alimentos que se siguen produciendo en Venezuela se están quedando en las fincas y en mercados populares de los estados productores. Esto se debe a la caída de la demanda, las dificultades para transportar los productos a los grandes centros de consumo por la severa escasez de combustible, las restricciones para movilizarse durante las semanas de cuarentena radical, y las vacunas que cobran algunas alcaldías y funcionarios en alcabalas.

Ganaderos del estado Apure están preocupados por la «ausencia» de comercializadores de queso llanero en los centros de acopio, debido a la escasez «total» de combustible. El que hay -señalan- cuesta entre tres y cinco dólares el litro.

Además, indican que también afectan «las coimas arbitrarias» impuestas por los alcaldes de los municipios Achaguas, Pedro Camejo y San Fernando, y el «martillo» en las alcabalas o puestos de la Guardia Nacional (GN). Afirman que entre Apure, pasando por Maracay, hasta Caracas, hay más de 20 alcabalas de militares y policías.

«La coima está reglamentada: dos kilogramos por alcabala. Deben llevar todos la documentación en regla y al día, porque si falta algo la coima es en dólares. Lo grave de la situación es que esta semana los pocos comercializadores que quedaron, bajaron el precio de 550.000 a 400.000, es decir, casi 30% menos. No queda otra alternativa que aceptar porque la mayoría son pequeños productores que dependen del semaneo del queso para la provisión de la finca», afirma Chara Melgarejo, presidente de la Asociación de Ganaderos de Apure (Agapure).

El productor asegura que están en riesgo de dañarse más de 150.000 kilos de queso en el Bajo Apure y parte de Guárico, que «no llegarán a los centros habituales de consumo». «Alertamos y hacemos un llamado de atención a las autoridades a atender y corregir esta situación».

Los distribuidores de queso ya no van como antes a las diferentes zonas de Apure por la falta de combustible. «Sí es cierto que el producto se queda en las unidades de producción, porque los productores no tienen combustible para trasladarlos a las zonas de carga», dice una representante de los comercializadores de queso del estado, quien solicitó el anonimato.

A inicios de 2020, cuando aún Venezuela no enfrentaba la pandemia ni se había agudizado la escasez de combustibles en el país, los caveros recogían de las zonas productoras de Apure un aproximado de 100 toneladas de queso semanales. En septiembre de 2020 se trasladan al centro entre 50 y 60 toneladas por semana.

«Aunado a la escasez, sigue afectando el porcentaje que retienen las alcaldías en el estado Apure, a pesar de que existe la sentencia 078/2020. Ellos no se apegan a la misma», agrega la cavera.

El nuevo alcalde del municipio Achaguas de Apure, el exconcejal Daniel Oswaldo Nieves, y funcionarios del Instituto Nacional de Salud Agrícola Integral (Insai), han extorsionado a los productores agropecuarios del estado con no dar las guías de movilización firmadas y selladas que necesitan los comercializadores para trasladar los alimentos, si no entregan a cambio parte de la producción de carne y queso a precios muy por debajo del mercado.

«Aquí hay mucha oferta y poca demanda porque no pueden sacar el queso ni la leche fuera de Apure», afirma Ángel Suárez, un consumidor apureño. «Ahora toda la oferta queda en San Fernando, por eso se ha mantenido más o menos el precio».

En San Fernando se podía conseguir el kilo de queso en 650.000 bolívares a mediados de septiembre, mientras que en Caracas en 780.000 bolívares.

En el municipio San Fernando de Apure se consigue leche en cualquier parte. «Aquí te encuentras gente vendiendo leche por distintos lugares», cuenta Luisa Vásquez, habitante de San Fernando. «Para comprar leche tengo que cruzar el estacionamiento donde vivo y caminar un pedacito, hago un pago móvil y me compro mi leche de vaca, que tengo que hervir», acota.

A mediados de septiembre, en San Fernando el litro de leche cruda costaba entre 130.000 y 140.000 bolívares.

Armando Chacín, presidente de la Federación Nacional de Ganaderos (Fedenaga), señala que los habitantes de municipios productores han pedido a los ganaderos que les vendan la leche líquida cruda, que después hierven, ya que les sale menos costosa que la industrializada que se consigue en el mercado.

«Cuando un litro de leche te cuesta 1,20 dólares la presentación de 900 cc, que está procesada y no tiene ni la grasa ni el litro, hay productores agropecuarios, sobre todo en la comunidad rural, que venden la leche fría cruda a la comunidad a precio muy por debajo. La gente compra a veces 15 o 20 litros y con eso también elaboran algún queso, o la hierven y hacen cualquier otra cosa».

Indica también que los consumidores que viven en zonas productoras y tienen manera de movilizarse, bien sea con una bicicleta o con una moto que tenga algo de gasolina, van a las unidades de producción más cercanas de sus casas para comprar alimentos. «Pero normalmente las más lejanas no tienen esa posibilidad de poder venderle al consumidor directamente. Estamos paralizados».

Como no está saliendo mercancía de Mérida hacia los centros de consumo masivo como Caracas, Barquisimeto y Carabobo, algunas personas llegan adonde se produce para adquirir alimentos. «En municipios agricultores rurales están llegando directamente a los productores», dice el dirigente Alexis José Paparoni, encargado en el Observatorio de la canasta alimentaria de monitorear los precios de los productos básicos en la entidad.

En Mérida, unos de los principales estados productores de hortalizas del país, los agricultores han tenido que regalar y botar cosechas, con lo que también arrojan el dinero invertido en el cultivo. «Aquí estamos perdiendo cosechas de papas y de zanahorias, sobre todo en municipios Miranda y Rivas Dávila, literalmente por la falta de combustible», afirma.

«Mérida está viviendo bien difícil la situación de movilidad. Para surtir hay personas que hacen cola desde la semana anterior en las bombas de precio internacional, porque en las subsidias es imposible suministrar combustible. En el mercado negro un litro lo venden hasta cuatro dólares. Sencillamente Maduro es hambre», agrega Paparoni.

En este sentido, Celso Fantinel, primer vicepresidente de la Confederación de Asociaciones de Productores Agropecuarios (Fedeagro), sostiene que la caída del poder adquisitivo y los retrasos por gasoil han afectado la distribución de lo poco que se está produciendo. «El poder adquisitivo no logra comprar todo lo que se sigue cultivando, sobre todo los rubros que logramos sembrar también en verano, que son extensivos, como la cebolla y el tomate. Las hortalizas, que son muy perecederas, se pierden».

En las parroquias Anzoátegui, Guarico y Humocaro Alto y Bajo del municipio Morán, estado Lara, el cultivo de papa poco a poco desaparece por la falta de semillas, fertilizantes y de combustibles, necesarios para los equipos de trabajo, las bombas y el transporte de los obreros y de las cargas que deben ser enviadas a los centros de distribución y consumo.

Del municipio Jiménez, Lara, prácticamente solo están viajando los comercializadores que tienen sus puestos en las calles de algunos centros de consumo, como la ciudad de Valencia, pero cada semana con menos mercadería. Además, han disminuido los pedidos hechos por establecimientos comerciales. «Hay unos chicos que están viajando a Valencia. La situación está más ruda porque no hay compradores, pero los que tienen sus puestos, sus puntos, lo están haciendo», dice una productora de hortalizas de Lara, quien prefirió no ser identificada.

En el pueblo Cubiro del municipio Jiménez, muchos establecimientos de comida han cerrado sus puertas porque no hay suficientes alimentos. «Productores están perdiendo sus cosechas y no pueden regarla porque no hay gasolina. Además, las bodegas están casi vacías porque los comerciantes no tienen cómo salir a buscar los alimentos por falta de combustible», asegura Laura Martínez, dirigente social de Cubiro.

Fantinel indica que Venezuela apenas está produciendo 25% de las hortalizas que cosechaban en 2010, lo que «quiere decir que hay muchos venezolanos en hambruna». «Yo siempre digo que el este de Caracas es una burbuja con respecto al poder adquisitivo, el resto del país es otra cosa. En el llano hay muchos venezolanos que no saben ya lo que es una hortaliza, y tampoco tienen la condición, la experticia ni la experiencia para ellos poder sembrarse algo».

Si continúan las fallas en el suministro de combustible para el sector de alimentos puede empezar a haber problemas en el abastecimiento, lo que generaría que aumenten los precios de los productos en un momento en que los ingresos de los venezolanos han mermado por los efectos de la hiperinflación, la pandemia y el encierro impuesto por Maduro.

La Gran Caracas es la prioridad de los productores y comercializadores porque es donde tienen garantizado vender los productos a precios que les permitan recuperar lo que gastaron en la producción y distribución.

Las industrias han reportado exceso de inventario en sus almacenes, especialmente las compañías de sectores no priorizados. «El problema más importante que tienen las empresas es la caída de la demanda, lo que hace que caigan las ventas, produciendo sobreinventarios, y, por lo tanto, una reducción de la producción y de la utilización de la capacidad instalada», dice Adán Celis Michelena, presidente de la Confederación Venezolana de Industriales (Conindustria).

Con información de Tal Cual

Ir a la barra de herramientas