En medio del colapso económico, el venezolano promedio ha sido condenado a perder horas de vida en paradas de autobuses, a la espera de alguna unidad con espacio suficiente para viajar sin caer al pavimento. Los que logran abordar alguno de los pocos buses que siguen funcionando se someten a un agobiante hacinamiento. Otros pasajeros se atreven a subirse a atestados camiones o camionetas de carga, hoy llamados popularmente “perreras”.

Estos peligrosos transportes colectivos improvisados son cada vez más frecuentes en pueblos y ciudades de Carabobo, Aragua, Guárico, Zulia, Bolívar y Vargas. En Caracas, la situación ya no es diferente y tiende a empeorar.

En el país con las mayores reservas de petróleo del mundo y donde la gasolina es técnicamente gratis, hoy los adultos, niños y ancianos son obligados a trasladarse como animales de matadero, mientras los sistemas de transporte masivo como el Metro de Caracas y el de Valencia ya han colapsado.

Esta situación se ha convertido en un símbolo de la pérdida de calidad de vida de millones de personas, en un país donde la justicia social es una de las principales bajas.

El desabastecimiento de unidades a escala nacional es del 80%. La constante salida de circulación de las unidades de transporte público se debe a la escasez y los altos costos de los repuestos y autopartes, desde cauchos hasta baterías, aceite de motor hasta bujías y pistones. Son las misma razones por las cuales muchos propietarios de autos particulares se han visto obligados a dejarlos parados, sin tener como repararlos o mantenerlos.

Cada caucho cuesta a la fecha unos 100 millones millones de bolívares, lo que equivale hoy a 40 meses de trabajo de un obrero promedio, pagados al salario mínimo integral. Un juego de pastillas de frenos vale 15 millones de bolívares, el equivalente a 7.500 pasajeros a la tarifa de pasaje mínimo vigente.

Estas tarifas impiden cubrir estos gastos de mantenimiento, lo que lleva a los transportistas a parar sus unidades de trabajo y principales fuentes de ingreso.

Las “perreras” han sido la solución para la falta de unidades que se acrecentó en Venezuela a raíz del colapso de una economía que lleva años arrastrando su peor crisis en la historia republicana. Estas “perreras” son camiones con jaulas de acero, en donde viajan los pasajeros pegados uno de otros y sujetados de barrotes para no perder el equilibro.

En los casos más extremos son camiones areneros de volteo, camionetas pick up y camiones con barandas de madera. Sin embargo este tipo de vehículos no tiene condiciones mínimas de seguridad, mucho menos licencia como transporte público.

El peligro en estos medios de transportes es cada vez mayor, hay hacinamiento, poca seguridad y hay conductores que hasta no limitan los niveles de velocidad. Ya se han registrado dos accidentes en estas «perreras» humanas, uno en Los Azules, en el municipio Sucre de Mérida, donde murieron casi una docena de pasajeros; y en el municipio Carlos Arvelo de Carabobo en abril, cuando dos mujeres cayeron de un camión.

Con información de El Estimulo

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