Pese a que llegan con retrasos y cada vez más vacías, costosas e incluso abiertas, ahora más de tres cuartos de la población depende de las cajas de alimentos de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP).
Según la consultora Datanálisis, la proporción de venezolanos que recibe la caja se elevó de 47% a 83% en los últimos doce meses, un aumento de 36 puntos porcentuales.
“Uno de los pilares fundamentales del sostenimiento del gobierno es la política social, y los CLAP son el eje central. La penetración de esa política casi se duplicó entre 2018 y 2019. Ahora a ocho de cada diez familias les llega la caja”, dijo Luis Vicente León, economista y presidente de Datanálisis.
Explicó que el crecimiento en términos de penetración de las políticas sociales se debe a la crisis económica del país que ha empobrecido aún más a la población e impide que los venezolanos puedan sobrevivir con los ingresos y salarios promedios. El incremento también responde a la búsqueda del gobierno de Nicolás Maduro de un mayor control social para evitar que se recrudezcan las protestas o la participación social en acciones convocadas por la oposición.
Marco Antonio Ponce, coordinador general del Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), expresó que Maduro se ha aprovechado de la crisis para tratar de controlar a los venezolanos a través del estómago, y por eso en los sectores populares, sobre todo en los grupos más vulnerables, los CLAP se han convertido en una parte fundamental para sobrevivir en medio de la crítica situación.
Ni para pagar la caja
En el barrio José Félix Rivas, en Petare, más de 400 familias dependen del CLAP para medio comer. Los beneficiarios no la reciben cada 15 días, de hecho, puede tardarse más de un mes en llegar y cuando la retiran no contiene ni la mitad de todo lo que Maduro promete. Todos los productos que reciben son importados, pese a que según el gobernante entre 60% y 70% de los alimentos que contienen los CLAP son producidos en Venezuela.
Sin embargo, cada vez que llegan las cajas a la comunidad los beneficiarios “desbordan alegría”, según Rosiris Hernández, líder del CLAP en el barrio. “Esa gente no come porque sus salarios no alcanzan para nada, a veces incluso ni para pagar los 6.000 bolívares que cuesta la caja. Algunas personas solo ganan 15.000 o 20.000 bolívares semanales que se les acaba en un kilo de harina”.
Por la pérdida del poder adquisitivo que enfrentan millones de venezolanos que devengan menos de 1,25 dólares diarios –umbral establecido internacionalmente para ser considerado en situación de pobreza extrema–, no les queda otra que seguir dependiendo del programa bandera de Nicolás Maduro, que lanzó tres años atrás. Sus ingresos no son suficientes para adquirir en el mercado ni la mitad de los productos que contiene la caja.
El monto del salario mínimo y de la pensión, que desde hace más de dos meses se mantiene en 40.000 bolívares ($4,9 a dólar libre), es tan irrisorio que no alcanza para cubrir 2% de la canasta alimentaria familiar calculada por el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM).
Con información de Tal Cual