Venezuela experimenta una crisis económica punzante desde 2014. Solo la inflación acumulada en los primeros nueve meses del año fue de 3.326 por ciento, según cifras de la comisión de Finanzas del Parlamento nacional.
Hacer mejoras a vehículos en un tejido comercial de precios altos y dolarizados es un reto en un país cuyo salario mínimo mensual es de apenas 150.000 bolívares o 6,6 dólares al cambio oficial.
El servicio de cambio de aceite del motor para un vehículo de cilindrada moderada cuesta 42 dólares en Venezuela. Sustituir ocho bujías a una camioneta, 120 dólares. La entonación, entre 150 y 300 dólares. Y así.
Carlos López, un venezolano de 40 años dedicado al transporte privado, se refiere a las reparaciones pendientes de su carro, un Accent de vieja data, como quien se alista para vivir un alud de complicaciones: una tras otra.
“El ingreso que tenemos no permite hacer grandes reparaciones o hacerlas a cabalidad. Entonces, nos nacen otros problemas en los carros y no sabemos cuál resolver y quizá viene otro más”, lamenta.
Su padre, Agustín, un jubilado de la empresa estatal Petróleos de Venezuela, y él juntaron fuerzas para pagar hace un año la refacción de la caja de velocidades. Planean hacer lo propio para entonar el motor.
“Fue doloroso pagarlo y difícil conseguir el dinero”, recuerda el hijo, sentado en una silla portable, mientras su carro está a unos metros, estacionado en los últimos puestos de una fila para verter gasolina.
El aprieto financiero que menciona Carlos es una dinámica a dos bandas: la sufren los choferes, también la padecen los proveedores de servicios.
Han cerrado sus puertas al menos 700 de las 790 ventas de repuestos de Zulia, el estado más poblado de Venezuela, de acuerdo con José Velásquez, presidente de la Cámara de Autopartes de la región.
El promedio de cierres es similar en el resto del país, afirma.
Culpa de la crisis del sector al alto costo de la vida; el control oficial de divisas; los problemas para importar piezas; y la especulación de algunos vendedores, lo que él identifica como “el precio a pepa de ojo”.
“Son impagables muchas reparaciones. Ahorita, puede haber repuestos por todos lados, pero la gente no tiene cómo comprarlos”, evalúa.
Con información de VOA