En el ámbito internacional se considera que un sistema de monedas digitales puede actuar como “método de pago adicional” y que, entre otros, debe ser confiable, conveniente, accesible y estar disponible 24/7 al público, cosas que no garantiza el BCV con el bolívar físico.
Los detalles sobre el “bolívar digital”, planteado por Nicolás Maduro el 24 de febrero, siguen siendo una incógnita y suman otro elemento en la “digitalización de la economía” que el Ejecutivo planea llevar al 100 % en 2021 aunque, similar a lo que ocurre con el físico o con otras ideas fallidas como el petro, se corre el riesgo de que termine siendo rechazado o solo como unidad de cuenta.
En varias alocuciones Maduro ha hecho alusión a que el bolívar físico desaparecerá, aunque su sustitución por una moneda digital, en caso de lograrse, podría pasar desapercibida y mantener a la economía venezolana en el foso si no se corrigen elementos de fondo, como la confianza en el Banco Central de Venezuela (BCV) y la adecuación tecnológica del sistema bancario y financiero.
“La estabilidad monetaria depende muchísimo de la gestión monetaria, de cómo el Gobierno gasta y cómo Pdvsa genera ingresos”, advierte el economista Luis Arturo Bárcenas a Crónica.Uno sobre la principal piedra de tranca con la que se encontraría el BCV al instaurar un bolívar digital, que es cómo respaldarlo y que genere confianza en la población, cosas de las que carece su versión física.
“Una manifestación diferente de lo que ya ofrecen los bancos centrales”
Un estudio elaborado por los bancos centrales de Canadá, Inglaterra, Japón, Suecia y Suiza, el Banco Central Europeo (BCE), la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) señala que un sistema de monedas digitales “podría actuar como un método de pago adicional”, en caso de que se margine el acceso a efectivo.
“Una moneda digital del banco central (CBDC, por sus siglas en inglés) es un instrumento de pago digital, denominado en la unidad de cuenta nacional, que es un pasivo directo del banco central, de uso general y ampliamente disponible, que puede ser utilizada por el público para los pagos diarios”, señala el informe publicado en octubre de 2020.
Sin embargo, se aclara que, para que las CBDC puedan cumplir con los objetivos de política pública de los bancos centrales, deben ser tan convertibles, convenientes, accesibles, de bajo costo, disponibles 24/7 y seguros para el público en general como sus versiones físicas (dólar, euro, franco suizo, etc.), elementos de los que carece el bolívar, considerada una de las monedas más débiles del mundo.
“Debe ser confiable, creíble y con valor estable”
Para la economista e investigadora experta en macroeconomía y finanzas públicas María Antonia Moreno, “se podría pensar que los avances tecnológicos de la banca en Venezuela también permiten pensar en una CBDC en el país”, pero señala que ese desarrollo no se debe a una estrategia oficial modernizante, sino a la pérdida de capacidad del BCV en suministrar efectivo.
Señala que el dinero que emite un banco central, sea digital o no, debe ser de buena calidad y un activo para las personas, en el que estas puedan tener confianza, y que posea un valor estable. “Tiene que haber aceptabilidad general y el bolívar emitido por el BCV carece de ella, la pierde cada día”, señala.
Si el BCV no tiene capacidad para respaldar el bolívar digital, como ha demostrado no tenerla con el físico, sigue sin ser confiable. No tiene recursos duros para respaldar ese valor y por eso la gente resguarda sus activos en bolívares en otros activos físicos o en divisas”, explica Moreno.
En concordancia con lo dicho por Moreno, el analista financiero Henkel García señala que Venezuela no tiene recursos suficientes “para llevar adelante proyectos como el que llevan varios países”, pues el paso hacia un bolívar digital requiere de inversión y experticia tecnológica, y duda que se tengan ambas.
Eliminar el efectivo está lejos de la realidad venezolana
Los avances tecnológicos en Suecia, uno de los países con economía más estable del mundo, han provocado que gracias a la pandemia el uso de dinero en efectivo llegue a sus niveles más bajos, aunque no debido a su escasez o porque no alcance ni para una empanada, sino porque el grueso de la población ya está familiarizado con los pagos digitales y cuentan con infraestructura y cultura para ello.
“El efectivo, aun en países desarrollados, es ampliamente utilizado por su facilidad de uso y bajo costo. Además, puede haber situaciones en las que un estrato de la población no esté lo suficientemente bancarizada o no tenga la suficiente cultura financiera para entender el funcionamiento y cómo está respaldada la moneda digital”, explica Luis Arturo Bárcenas, miembro de la firma Ecoanalítica.
El estudio del BIS, en el que también participó el Banco Central sueco, advierte que dinero nuevo (CBDC) y existente (efectivo, cuentas de reserva o liquidación) deben complementarse entre sí e, incluso, coexistir con dinero privado para respaldar sus objetivos de política pública. “Los bancos centrales deben continuar proporcionando y respaldando efectivo mientras haya suficiente demanda pública para ello”, indica.
Y hasta en economías emergentes, con inflación estable o baja, el efectivo todavía tiene demanda porque no tiene tiempos de espera, lo que le da ventajas frente a lo digital en cuanto a practicidad y preserva de valor.
“No es solo la hiperinflación, es que todo el colapso de medios de pago hace que tengamos primero que resolver esos problemas antes de pensar en una nueva moneda que tiene unos requerimientos tecnológicos sumamente elevados”, argumenta Bárcenas.
Con información de Crónica Uno