Los alimentadores y la red de distribución cumplieron su plazo de vida útil, calculado en 30 años. Sin embargo, nadie sabe cuántos tramos deben repararse o sustituirse.

En Caracas hay paisajes recurrentes. Elementos que aparecen cada cuadra, en cada esquina, y forman una especie de escenografía predecible. Las fugas de aguas blancas que se alternan con los boquetes en el asfalto son uno de ellos, así como la cinta amarilla que Hidrocapital coloca luego de hacer la inspección con la inscripción “Una herramienta de la revolución” y que cada tantos metros bordea una montaña de tierra con un hoyo adentro.

La calle agujereada, hundida, es común en la ciudad; símbolo de que algo en las profundidades no anda bien: las tuberías de aguas blancas y servidas. Una red que falla, a juzgar por los botes de agua mientras, paradójicamente, se mantiene un fuerte programa de racionamiento desde hace al menos dos años.

A pesar de los pozos en la vía o, incluso, las fuentes de varios metros de altura que brotan en cualquier calle de Caracas de manera imprevista, nadie sabe con certeza cuántos tramos de la red de distribución necesitan ser reparados o sustituidos, pues el organismo que debería informar sobre estas fallas, que es Hidrocapital, no lo hace.

Las alcaldías han sacado sus propias cuentas de los botes al ritmo en que se abre la vía. Por ejemplo, la semana pasada Baruta contó 150 en su municipio; Chacao, 50, y El Hatillo, 40. En todos los casos han exhortado a la empresa hidrológica a que repare las fallas que además les impide asfaltar las vías de las jurisdicciones.

En algunas ocasiones, la opción a la que recurren es contactar directamente a las cuadrillas y negociar la reparación. La autoridad local consigue los materiales, las herramientas y hasta los vehículos con tal de que reparen la avería.

Ni 1%. La capital se nutre de agua a través de varios alimentadores, tuberías de grandes diámetros que provienen de los subsistemas Tuy I, II y III, y que pasan por plantas de tratamiento antes de volcarse en las distintas redes de distribución. Estas son de menor diámetro y espesor, puesto que en la medida en que se van ramificando manejan menores caudales.

Los alimentadores de lock joint (cemento y malla de acero), hierro fundido, o acero tienen una existencia estimada de 30 años. La realidad es que llevan más de 6 décadas transportando agua sin recibir oportuna reparación.

Norberto Bausson, ex presidente de Operaciones de Hidrocapital, calcula la extensión total de la red de una ciudad como Caracas previendo un metro de tubería por cada habitante. Es decir, si en la capital viven alrededor de 3.500.000 personas, solo de aguas blancas habría alrededor de 3.500 kilómetros de conductos e igual cantidad para las aguas servidas.

Asegura Bausson que un plan factible de sustitución de esta red envejecida y deteriorada debería tomar en cuenta al menos el cambio del 1% de su extensión cada año: 35 kilómetros cada 365 días.

Realizar esta tarea en Caracas, que mide 18 kilómetros de largo a largo, sería como suplantar todas las tuberías que hay en una distancia equivalente a 2 recorridos extremos por la ciudad. Algo prácticamente imposible con un ente que, según Bausson, cuenta con muy pocas cuadrillas de mantenimiento correctivo, no tiene cómo determinar cuánto caudal ha perdido en el camino producto de los botes y que, además, solo puede regular el consumo del 5% de sus clientes, puesto que son los únicos que tienen medidores en sus viviendas.

“¡Cuesta tanto llevar agua a Caracas que es un crimen desperdiciarla! Aunque se saquen 18.000 litros de agua por segundo de los alimentadores, si acaso estarán llegando 14.000 porque el resto se va en las fugas. Son muchos los tramos con graves problemas”, acota Bausson.

Plato de pasta

Yuri Medina, jefe del Departamento de Ingeniería Hidráulica de la Universidad Central de Venezuela, compara la red de distribución de Caracas con un plato de espagueti. Dice que son miles de kilómetros de tubos enlazados, con distintos diámetros y de diferentes materiales: acero, hierro o plástico.

Para Medina el envejecimiento de la red es algo predecible desde el primer día de la instalación. De ahí que debería contarse con un cronograma de mantenimiento preventivo y correctivo periódico: “La vida útil de una red de distribución es calculada en 30 años y eso depende del material de los conductos, de la calidad del agua (si es ácida o tiene minerales) que puede ocasionar depósitos dentro del canal e impedir su flujo, y del tipo de suelo (agresivo por su salinidad o acidez) que también corroe la tubería más rápidamente”.

Cree Medina que Hidrocapital no está haciendo estos programas de detención de fugas desde hace varios años, sino que actúa como lo hacen los bomberos, solo por emergencias: “La gente se queja de que reportan los botes de agua que tienen frente a sus casas y nadie va a repararlos. Lo que más les infarta es que se les está racionando el agua mientras se derrama frente a sus hogares”.

La profesora de la Escuela de Ingeniería de la UCV insiste en que deben hacerse planes de detención de fugas: monitorear las presiones en la red, medir el caudal en los distintos puntos, reparar los poros o fisuras a lo largo de la ciudad y reemplazar el tramo si este se ha dañado anteriormente. Este es el deber ser de un ente que tiene las competencias de los acueductos en la ciudad, pues el proceso de transferencia a las alcaldías fue paralizado desde los inicios de este gobierno.

Un apéndice del partido. José María de Viana, ingeniero civil, presidió Hidrocapital entre 1992 y 1999. Es preciso al diagnosticar la salud de las tuberías de Caracas: “Es un asunto institucional. La ciudad está montada sobre una red de agua que tiene bastante pérdida y el problema de su deterioro está asociado a que no se realizan los procesos de mantenimiento en calles y carreteras; desde labores de drenaje hasta reparaciones de redes”.

De Viana cree que Hidrocapital dejó de ser una empresa prestadora de servicio para convertirse en un aparato del partido de gobierno: “Teníamos equipos para detectar las fisuras sin romper el asfalto. Ahora dan pena. No tienen cuadrillas en las calles, la tecnología está muy mal y a menos que la rotura sea evidente no la atienden. La situación es mala. Sabemos que hay muchos accidentes y que se reparan muy pocos”.

Además del deterioro de los materiales y de las averías en la red (hace 17 años se reportaban hasta 800 diarias), las fugas de agua activan la geología y causan el movimiento telúrico en muchas áreas. Esto puede ocasionar la fractura de las tuberías y la aceleración de los deslizamientos.

Insiste en que el asunto debe ser manejado por expertos, dado que se trata de la vida de millones de personas asentadas sobre una superficie inescrutable: “Hay más de 3 millones de metros de distintos materiales: acero fundido, plástico y asbesto por donde pasa agua y no se está haciendo un proceso serio de vigilancia al respecto. Son presiones que van desde los 20 hasta los 150 metros de columnas de agua sin que nadie dé cuenta de ello”.

EL DATO

El estudio Análisis de los servicios de agua potable y alcantarillado sanitario en el área metropolitana de Caracas, llevado a cabo por el Taller de Urbanismo Caracas, señala que la demanda de agua fresca en la ciudad en 2014 fue de 18.013 litros por segundo, y la dotación al día fue de 510 litros por habitante en promedio, con repartición desigual por sectores. De no corregirse el problema de las fugas, la situación para 2031 pudiera agravarse. Con una población calculada en 5.251.095 habitantes, las pérdidas por mal funcionamiento podrían alcanzar los 113 litros de agua por día, de acuerdo con el informe.

FUENTE: EL NACIONAL

12/09/16

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