Nueve empleados son investigados por el Sebin luego del apagón del jueves. Trabajadores de PDVSA afirman que todos quieren renunciar. A los bajos salarios y malas condiciones laborales los acompañan las amenazas de ser tildados de saboteadores cada vez que ocurra una falla.

Como “sospechoso” califican los trabajadores del Complejo Refinador Paraguaná el apagón que detuvo a Cardón el 1 de septiembre, día de la Toma de Caracas. Se paralizó la producción de 100 mil barriles diarios de la refinadora vecina a Amuay. Eulogio Del Pino, ministro de Petróleo y Minería, aseguró ese día que en las siguientes horas, se restablecerían las funciones de las plantas, pero no existe un cronograma de arranque por las malas condiciones que reinan en la infraestructura.

Solo efectuar el arranque es riesgoso, afirma Iván Freites, secretario general del Sindicato de Trabajadores Petroleros y Gasíferos del estado Falcón. A pesar de que trabajan para normalizar las operaciones, un fantasma se posa detrás de los empleados de Petróleos de Venezuela. “El Gobierno en su delirio de miedo ve saboteadores en todo”.

Una comisión del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) investiga a los nueve supervisores y operadores que estaban de guardia esa noche. Aunque estén en sus hogares, deben estar disponibles para más entrevistas con el organismo de seguridad. Los empleados temen, pues uno de sus compañeros permanece bajo arresto domiciliario desde la falla eléctrica que experimentó el complejo refinador el 13 de enero.

“Todo el mundo quiere renunciar a PDVSA. Esto es algo nunca antes visto en el país”, insiste Freites. Y es que un trabajador de la estatal petrolera solo gana 0,25 dólares por hora, cuando en el exterior pagan entre 15 y 50 dólares por hora. El líder sindical explica que una empresa de Israel hizo esta propuesta de remuneración a 700 empleados de la empresa venezolana, pero el Gobierno impidió la transferencia.

La interrupción eléctrica empeora la situación del sector petrolero. Las plantas catalíticas ya venían presentando problemas y no ofrecían cifras que fuesen suficientes para abastecer al mercado interno. “Convirtieron las refinerías en mezcladoras y envasadoras de lubricantes”, resalta el trabajador. Y es que mensualmente arriban a aguas venezolanas entre 10 y 15 buques con 300 mil barriles de gasolina y entre 50 y 70 mil barriles diarios de gasoil, para el consumo venezolano.

El éxodo de 700 empleados solo representaría siete por ciento del número de trabajadores que han abandonado sus puestos de trabajo en PDVSA los últimos seis años, de acuerdo con Freites. “10 mil trabajadores formados en esta gestión se han ido para garantizar alimentación, vivienda, vestido, educación, salud y recreación a su familia. En PDVSA no garantizan eso”.

CON INFORMACIÓN DE :INFORME 21/ LA VERDAD

05/09/2016

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