Lo que algunas empresas tardaron más de 20 años en construir, al cierre de la frontera le tomó solo 11 meses destruirlo. Con operaciones desmanteladas y sin expectativas de cambio, los industriales de la región se debaten entre aguantar en el país, cerrar definitivamente o terminar de mudar sus operaciones a Colombia.
Miguel Muñoz pierde Bs 500.000 diarios solo con mantener su empresa abierta. Manufacturas San Antonio es una de las industrias más importantes de la región fronteriza, dedicada a la elaboración de calzado y bolsos de cuero de alta calidad desde hace 38 años. Ahora, sobrevive gracias a que su propietario ha empezado a liquidar algunos activos y se endeuda para pagar la nómina.
“Vamos a resistir por la fe de que esto va a cambiar”, dijo a El Estímulo. Aunque lleva tres años sorteando las pérdidas, no fue sino hasta hace 11 meses que Muñoz tuvo que cambiar radicalmente su negocio. Primero, decidió renunciar lo máximo posible al cuero como materia prima, pues traerlo es casi tan difícil como colocarlo en un mercado deprimido por la caída del poder adquisitivo.
Esta estrategia incluyó la adquisición de un material sintético y la incorporación de nueva maquinaria, rescatada de una de las muchas empresas del sector que han cerrado en la frontera. Afirma que de este modo busca reducir los costos a la mitad. Sin embargo, actualmente trabaja a 10% de su capacidad y sus ventas han caído 80%.
La situación no es distinta para Ricardo Navarro, propietario de Ideamodas, una empresa textil dedicada mayormente a la producción de jeans. Afirma que tiene 20 años en el ramo y aunque anteriormente importaba los insumos de distintas partes del mundo, en los últimos años su producción se volvió más dependiente de la ciudad fronteriza de Cúcuta.
Con el cierre del paso entre ambos países, su producción se encuentra prácticamente paralizada. “Estamos trancados. Desde el año pasado no hemos podido conseguir materia prima. Aquí no hay hilos, no hay herrajes ni cierres; hay mucha materia prima que no solamente es la tela. Las lavanderías no tienen químicos para procesar los jeans”, dijo.
Su empresa no ha podido culminar la producción que tenía programada para el año pasado, con lo cual sus ventas han caído más de 80%. Los productos de Navarro llegaban a varios estados del país. Ahora, el número de empleados ha caído de 15 a 3. De hecho, para abaratar costos, ha dejado la parte de confección a cargo de “satélites”, casas de familia en la que sus miembros se dedican a coser por encargo.
“Ya venimos de un tiempo en el que cada vez estábamos más apretados, no solo desde el cierre de la frontera. Eso fue como la gota que rebasó el vaso, que nos hizo ver que había que cerrar el negocio e inventar otra cosa”, dijo a medio de comunicación nacional.
La principal diferencia entre ambos empresarios es su visión del futuro. Muñoz afirma que desde hace tres meses empezó a trasladar parte de su operación a Cúcuta, y que si las cosas no mejoran pronto abandonará definitivamente el país. Navarro, en cambio, afirma que se queda en Venezuela.
“No he pensado mudarme a Cúcuta. Yo sigo aguantando, aguantando a ver en qué momento vamos a ver luz, pues tengo mi familia, no sé cómo empezar otra vez en una zona nueva”, expresó.
No obstante, los datos de la Cámara de Comercio, Industria y Producción de San Antonio del Táchira muestran que casos como los del propietario de Ideamodas son la minoría. De acuerdo con el gremio, 80% del parque industrial fronterizo se encuentra cerrado, en su mayoría producto del éxodo hacia el país vecino, que además ofrece incentivos para este tipo de inversiones.
Basta con hacer un breve recorrido por la zona industrial de Ureña para constatar la destrucción del aparato productivo local. Enormes almacenadoras y galpones cerrados, con maquinaria y gandolas atacadas por el polvo y el sol inclemente de la frontera, son el más claro testimonio de un acelerado deterioro, promovido por 11 meses de cierre fronterizo.
– Burocracia en contra –
Si para los empresarios que resisten el cierre de la frontera ya la situación es bastante complicada, el gobierno tampoco contribuye a facilitar las cosas. Los retrasos en trámites burocráticos les impiden distribuir al resto del país su deprimida producción.
Los industriales consultados afirmaron que el proceso de renovación del Registro Electrónico de Empresas Manufactureras (REM) y el registro del Servicio Autónomo Nacional de Normalización, Calidad, Metrología y Reglamentos Técnicos (Sencamer) tiene entre 4 y 6 meses de retraso.
Esto deriva en que la mercancía que se fabrica no puede salir del almacén hacia otros estados, justo en un contexto en el que, por ejemplo, el vicepresidente para el Área Económica, Miguel Pérez Abad, admite que existe un déficit de 20 millones de pares de zapatos.
Muñoz explica que su ideal como empresario es dedicarse a satisfacer la demanda nacional. “No hay como Venezuela. En Colombia hay muchas empresas, mucha competencia. Yo saco un producto hoy y en una semana ya hay alguien que lo está copiando y lo vende más barato (…). Además, la mujer colombiana no compra tanto como la venezolana”, explicó entre risas.
FUENTE: EL ESTÍMULO