“Yo extraño ir al colegio”, dijo Noemí que tiene 12 años. Vive en Palo Verde pero pide dinero a diario por las calles de Los Palos Grandes. “He pasado hasta dos o tres días sin comer. Si no me dan nada, no como”, explica la pequeña acompañada de su hermano José, de 10 años. Desde julio del año 2016 ninguno de los dos va al colegio, porque “mi mamá no tiene plata para mandarnos”, explicó el más chiquito.
La organización Fe y Alegría calcula un 15% de deserción en sus escuelas a nivel nacional. El experto en temas de educación, Luis Bravo Jáuregui, calcula una disminución sostenida en los últimos ocho años en la cantidad de jóvenes matriculados en centros educativos del país y asegura que 100 mil venezolanos no continuaron con los estudios. La razón común en la mayoría de los casos de quienes se retiran del sistema de educación: dificultades económicas.
Noemí y José sufren las consecuencias de no contar con recursos económicos. Al igual que muchos jóvenes venezolanos, han tenido que abandonar los estudios y ponerse a trabajar o, en el peor de los casos, pedir dinero en la calle; a pesar de que en el artículo 103 de la Constitución se contempla el derecho a la educación “obligatoria en todos sus niveles, desde el maternal hasta el nivel medio diversificado”.
“La situación económica y política del país nos está afectando a todos”, explica Noelbis Aguilar, directora de Fe y Alegría para Caracas, y añade que “nuestros índices de inasistencia se han ido incrementado, más aún en aquellas escuelas donde no contamos con el servicio de alimentación. Muchos niños dejan de asistir al colegio porque el tema alimentario se sufre más en la casa. Esto sobrepasó las ayudas que el Gobierno ha dado”.
“Me tuve que poner a trabajar”
Los niños no son los únicos que no pueden continuar estudiando. Pedro Gudiño tiene 25 años y trabaja desde los 17, cuando se vino de Maracaibo con su hermana mayor. En enero de este año comenzó a trabajar como personal de limpieza en la Universidad Central de Venezuela. Antes, trabajó como obrero de construcción y vendedor ambulante, staff de McDonald’s. Se graduó de bachiller a los 21 y a pesar de quiere estudiar Administración no pudo “porque ya la cosa estaba un poco fuerte y me tuve que poner a trabajar”, dijo.
“Iba a meter los papeles en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Bolivariana (Unefa), pero uno ve tanta gente graduada sin trabajo que mejor no. Hay es que buscar la manera de trabajar”, dijo Gudiño, quien se graduó en el Liceo Gran Colombia en 2012, tiene una bebé de dos semanas y asegura que aparte de su trabajo actual tiene que buscarse otro porque no le alcanza para hacer mercado.
Pedro Gudiño limpia los pasillos de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV
Noelbis Aguilar explica que Fe y Alegría realiza encuestas periódicas a los estudiantes. Los datos recogidos arrojan que “en un gran porcentaje, los niños están comiendo solo una o dos veces al día”, dato que coincide con la medición realizada por la ONG Cecodap en 1.099 hogares caraqueños, donde en el 67% no hay suficiente comida para todos los miembros de la familia.
La directora de Fe y Alegría para Caracas, también explica que de acuerdo con los datos recogidos en las escuelas ubicadas en zonas de alta vulnerabilidad de la ciudad, desde septiembre de 2016 hasta marzo de 2017 se han retirado más 2.000 estudiantes. “Por diversas razones, pero la principal es la falta de recursos en los hogares. Los adolescentes entre 14 y 18 años abandonan los estudios para trabajar porque se necesita más dinero para comer”, dijo Aguilar.
“Como o estudio”
El investigador de la UCV y experto en temas de educación en relación con políticas públicas, Luis Bravo Jáuregui, asegura que “de acuerdo con la última memoria y cuenta de Maduro, más de 100 mil venezolanos se han retirado del sistema de educación en el país. Pero desde el 2007 esa cifra viene aumentando. No podemos ofrecer datos precisos porque los entes estatales que deberían publicar esas cifras no lo hacen”.
A pesar de que el Estado no provee las cifras, Jáuregui esgrime que por falta de opciones la tendencia a detener los estudios es más frecuente entre los universitarios como Brenda Cadenas, quien mantiene su hogar desde los 19 años, cuando obtuvo su título de Técnico Superior en Idiomas Modernos. Este año decidió estudiar una licenciatura, pero “desistí de la idea cuando vi que la Universidad Santa María costaba Bs. 255.000 el semestre. Y ni hablar de la Monte Ávila que eran casi Bs. 400.000”, dijo Cadenas.
Hay quienes prefieren desertar y emigrar. “Aquí no hay futuro”, dijo Yohanna Porras de 24 años, quien trabaja desde que se graduó de bachiller. “Me tuve que retirar de la licenciatura en Comunicación Social en la Universidad Santa María porque o como o estudio. Ni ganando más de sueldo mínimo me alcanzaba”, asegura y agrega que tiene planes de emigrar a Argentina.
“Un joven venezolano solo tiene dos opciones o emigra o se hunde en el pantano del salario mínimo porque ya el sistema económico no se sustenta”, explica Jáuregui, y añade que “el mecanismo que tenía el venezolano para ascender socialmente era tener un título, pero ahora, la percepción de la escolaridad completa hasta un doctorado, ha cambiado y hay muchos que prefieren escoger otro camino y eso solo se cambia tomando correcciones en las políticas públicas”.
Fuente: Efecto Cocuyo
Fecha: 26 de marzo de 2017