Tras 20 años de mala gestión, de estatización de empresas, corrupción y falta de mantenimiento, los servicios de agua y gas, que antes eran muy económicos, ahora representan un peso importante en los gastos de las familias venezolanas, que deben comprar tambores de agua y leña en divisas
En algunas zonas de Venezuela, sobre todo las más alejadas de Caracas, habría que agregar a la canasta básica familiar tres rubros: los tambores de agua, la leña y la bombona de gas bachaqueada.
La crisis de los servicios públicos, producto de años de corrupción y falta de mantenimiento, ha hecho que muchos hogares tengan que buscar un dinero adicional para comprar agua, leña y bombonas bachaqueadas, lo que ha aumentado sus gastos mensuales, ya afectados por la acelerada escalada de los precios, que registró un acumulado de 843% desde enero hasta julio de 2020, según la Asamblea Nacional (AN).
José Muñoz, trabajador petrolero de 48 años de edad, con 28 años de servicio en la industria y 12 en Pdvsa, desde la nacionalización de Hugo Chávez en 2007, tiene que pagar un millón de bolívares semanales por cinco tambores (pipas) para llenar el tanque de 1.000 litros que tiene en su casa en Ciudad Ojeda, estado Zulia. Si no, sencillamente no tiene agua para cocinar, bañarse ni lavar la ropa.
Pero, Muñoz gana un salario equivalente a un dólar y siete centavos mensuales. «Ahora con la covid-19 más que nunca debemos tener agua, pero no tengo un poder adquisitivo para estos gastos, ni siquiera para los gastos de la alimentación. Esto nos está afectando fuertemente de manera psicológica, emocional y mental. Este régimen acabó con todo: con los servicios públicos, con la calidad de vida, la economía, con las condiciones de todos los venezolanos».
«Los servicios se han sumado a los gastos que tiene la gente mensual», afirma el diputado Rafael Ramírez. «En el Zulia el servicio de agua potable prácticamente no existe, y un tambor cuesta 150.000 bolívares mientras más urbana sea la zona, y 200.000 en municipios lejanos, donde las carreteras ya son de tierra. La gente en las comunidades dice que el tambor les dura cuatro días».
De acuerdo con un estudio del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP), realizado en 10 ciudades del país entre abril y mayo de 2020, 68% de la población en promedio valora negativamente el servicio de agua potable. En Maracaibo el porcentaje llega casi a 77%.
La valoración negativa no es solo por el inconstante suministro del servicio, también por el mal olor, sabor y color del agua cuando llega.
De acuerdo con la encuesta, 12% de la gente la recibe tres días a la semana, 13,3% dos días de la semana, 9,2% una vez a la semana, 8% una vez cada 15 días, 7,9% una vez al mes, 8,2% una vez al mes o más, y 11% de la población sencillamente no recibe el servicio. 56,7% tiene agua almacenada en sus hogares. Para 25,6%, lo que tiene guardado puede durar más de cinco días; y para 58%, menos de cinco días. Solo un 16,4% tiene agua siempre.
Que el cielo amanezca despejado es una mala noticia para Ricardo, quien aprovecha la lluvia para llenar los dos tanques que tiene en su casa (uno de 500 litros en el techo y otro de 1.000 en el patio) y no tener que comprar. Los tanques se llenan con unos canales que instaló, por donde transcurre el agua de la lluvia. «He tenido que ingeniármela rudimentariamente en estos tiempos de crisis, porque el gobierno solo quiere seguirse robando la plata que tiene que invertir en el mantenimiento de las tuberías. Con la lluvia que cae, así sea cinco minutos, se me llena el tanque».
El agua de lluvia la utilizan para bañarse, bajar la poceta, fregar los platos y lavar la ropa. Para cocinar compra un botellón de agua que a inicios de septiembre costaba 25.000 bolívares.
Pero cuando no llueve, Ricardo tiene que comprar cinco tambores para llenar el tanque de 1.000 litros.
A mediados de agosto compró a 120.000 bolívares cada una a un camión cisterna que pasa frecuentemente por su calle vendiendo agua. Le salió barato, dice, porque en otros lugares cuesta 150.000 bolívares. En marzo, al inicio de la pandemia en Venezuela, tenía un precio de 50.000 bolívares, lo que significa un incremento de 200% en esos seis meses.
Los 1.500 litros de capacidad de almacenamiento que tiene en su casa pueden durar de 15 a 21 días, solo si él, su esposa y su hijo la rinden. Pero también hacen otras cosas, como reciclar el agua para echársela a la poceta. «Mientras, le ruego a Dios que llueva porque si no tendré que comprar otras cinco pipas (tambores)«.
«Con los 500.000 bolívares que gano semanal no puedo llenar el tanque, y el agua hay que comprarlo obligado antes que los alimentos, porque si no, no se puede cocinar».
En su sector, en el municipio Lagunillas, llegaba el agua cada dos días por cuatro horas, pero dejó de llegar luego de que se averiara en diciembre de 2018 la tubería que surte la zona, y que no han arreglado a pesar de que los vecinos lo han denunciado en varias ocasiones al alcalde Leonidas González.
«Hemos hecho de todo, pero la solución que da el alcalde es traer una gandola de agua cada seis meses. Él cree que está ayudando, pero está ayudando a que sigamos siendo pobres. Él tiene que solucionar porque es un empleado de nosotros», agrega Ricardo.
En Barinas también están viviendo una severa crisis de servicios públicos, afirma la diputada Sandra Flores-Garzón. Señala que una familia barinesa pequeña promedio debe comprar con frecuencia agua potable, que cuesta 230.000 bolívares cada botellón y que puede durar tres o cuatro días, dependiendo de su consumo. Ese hogar debe también comprar un cisterna, que en Barinas está valorado en cinco dólares por cada 1.000 litros de agua.
«Esto ocurre porque en muchas zonas de Barinas, sobre todo en la parte baja, en las parroquias Rómulo Betancourt y Corazón de Jesús, y sectores como Barinitas, o bien no hay agua de las tuberías, o el agua que llega es extremadamente turbia, no la pueden utilizar para cocinar, mucho menos para beberla».
«El agua que traen los cisternas es tomada directamente del río Santo Domingo. No es un agua que tenga algún tipo de tratamiento, la puedes utilizar para bañarte, para lavar los platos, para hacer otras cosas, pero para cocinar o para beberla podría ser muy peligrosa. Podrías optar por hervirla, pero con los problemas que también tenemos con el gas en el estado Barinas, se hace complicado».
Flores calcula que, sin meter en la cuenta el costo de un tanque azul grande de 1.000 litros para almacenar el agua que en Barinas cuesta 90 dólares, una familia gasta en una semana un promedio de 2,73 millones de bolívares entre el agua potable, el cisterna y la leña.
«Los barineses ganan sueldos miserables, y aún así deben destinarse parte de los ingresos que se obtienen, bien sea por remesas o por ingresos propios, para comprar agua y leña debido a los severos problemas de agua y gas».
A la antigua usanza
En la casa de Aníbal Salazar, capitán de lancha de Pdvsa y residente de la urbanización Coromoto, en el municipio San Francisco, estado Zulia, no hay muchos problemas con el agua. Lo que no llega es el gas directo desde hace 12 años y no ha podido comprar bombonas desde que inició el año 2020 por la escasez y los altos precios de las pocas que se consiguen. Para cocinar recurre a la leña.
Pero, con los 700.000 bolívares que le pagaban cada semana Pdvsa, donde trabajaba haciendo guardia 2×4 hasta que se pararon las lanchas por la escasez de combustible, no puede comprar la bombona grande de 43 kilos, que en un negocio cerca de su casa la venden en 80 dólares. Pudiera conseguirla a un menor precio, incluso a la mitad, pero sin gasolina para mover el carro es difícil ir muy lejos. No hay combustible en ninguna de las cuatro estaciones que están cerca de su sector.
Antes podía comprar las bombonas con un dinerito que ganaba vendiendo agua, que recogía en un tanque de plástico de 1.000 litros, en distintas zonas donde no llegara el servicio que recorría con su camioneta . «Con eso me bandeaba, ya que Pdvsa paga muy mal, pero con la escasez de gasolina ya no he podido seguir trabajando con el agua. Mi esposa es abogada, pero no ha podido ejercer porque ella está cumpliendo funciones de mamá. Tenemos tres niñas, una de 10 años, otra de nueve y una más pequeña de cuatro. Ha sido difícil comer, la reducción del consumo ha sido notable. Seguimos esperando que Pdvsa me dé las tres cajas CLAP que me deben«.
Zonas de los municipios Lagunillas y Maracaibo también están siendo afectadas por la falta de gas doméstico. Algunos usan leña debido a los altos precios de las bombonas en el mercado negro zuliano.
«Hay municipios en el Zulia donde hay que incluir en el gasto mensual del hogar el precio de la leña porque no tienen gas, y eso son 300.000 bolívares dos semanas de leña, lo que trae como consecuencia que una persona necesite dos dólares adicionales para cocinar, porque hay zonas donde solo se cocina con leña porque el gas dejó de llegar por tubería y no hay posibilidades de comprar la bombona a 15 dólares», afirma el diputado Ramírez.
Según el estudio del OVSP, la modalidad de gas doméstico directo llega a 18% de los hogares de Venezuela, mientras que 81,7% tiene que comprar bombonas. Sin embargo, 18,8% de los encuestados dijeron que no llega nunca a la comunidad, 10,9% casi nunca, 14,9% una vez cada tres meses o más, 15,8% una vez cada dos meses, 23,8% una vez al mes y 11,0% dos veces al mes.
Cuando llega la bombona, se paga principalmente en bolívares en efectivo. Sin embargo, 5,1% de los 2.978 encuestados por el observatorio dice que la paga por transferencia bancaria, 3,4% en pesos en efectivo (fundamentalmente en comunidades de San Cristóbal, donde 40,4% cancela a través de medios de pago distintos al de bolívares en efectivo), 2,9% en dólares o euros en efectivo, y 1% por trueque.
Leña por un dólar
En el municipio Barinas, estado Barinas, al suroeste de Venezuela, Carolina vende a la semana entre tres y cinco brazadas -paquetes de ocho trozos de leña- en un dólar cada una, que puede durar una semana, dependiendo de lo que se cocine.
«Es lo que estoy haciendo desde agosto para tener un poquito más de ingresos», cuenta Carolina, quien a mediados de 2020 renunció en Corpoelec porque «el salario era malísimo». «Es madera como de pino que me la consigue un familiar. Ni aumento ni bajo el precio, lo mantengo en un dólar. Prácticamente le vendo a personas conocidas. Algunos compran porque no tienen gas en sus casas y otros para hacer parrillas».
En el pueblo de Guasimito, en el municipio Arismendi de Barinas, la gente también solventa la falta de gas con leña. Los que tienen un poder adquisitivo más elevado compran, si consiguen, bombonas en el mercado negro, donde las revenden entre 15 y 30 dólares. Las bombonas no llegan desde junio. Tienen casi tres meses esperándolas, cuando antes las recibían cada 10 o 15 días.
En Barinas las bombonas de 43 kilos casi no se consiguen. Las de 10 kilos las venden de 15 a 20 dólares. Las cocinas para leña son cada vez más comunes en Barinas, y se consiguen en seis millones de bolívares.
«Las bombonas bachaqueadas son difíciles de conseguir. Uno tiene contactos en Vengas (empresa adquirida por Pdvsa en 2007) que revenden bombonas pero a veces no tienen», cuenta Luis Alberto, quien a mediados de agosto pagó 30 dólares por una bombona de 18 kilos que le ofreció un revendedor.
Solo le duró 20 días, y a inicios de septiembre estaba utilizando una bombona pequeña que le prestaron. «En mi casa usamos una cocina eléctrica y tratamos de usar menos el gas para que aguante, porque si no de dónde voy a sacar 30 dólares cada 20 días. Pero a veces no hay luz en la casa e igual tenemos que hacer comida», dice Alberto, dueño de un negocio de comida en el municipio, donde también vende leña a la comunidad.
«Yo me puse a vender leña porque todo el mundo necesita. La gente ha solventado la falta de gas con la leña, lo que ha aumentado considerablemente los gastos de la familia. Me compran leña todos los días. Hay gente que no tiene gas en su casa que lo mínimo que se llevan son tres o cuatro paqueticos, el que menos tiene compra uno. Y algunos restaurantes me compran lotes de 30 paquetes semanales».
Él vende un paquete con 10 astillas en un dólar o en bolívares al cambio del día, que cobra por el punto de venta de su negocio. Pero los primeros días de septiembre no había podido vender porque se le acabó y la persona que le lleva la leña desde el municipio Obispos, en Barinas, no tiene gasolina.
Protestas
En el primer semestre de 2020 y a pesar de la cuarentena impuesta por el gobierno de Nicolás Maduro, ciudadanos en distintas zonas del país salieron a las calles a protestar para exigir el suministro de estos servicios, además de electricidad y telecomunicaciones.
Más de la mitad de las 4.414 protestas registradas entre enero y junio de 2020 por el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS) fueron para exigir el derecho a los servicios básicos. En promedio se registraron 14 protestas diarias, para un total de 2.505 en seis meses.
«Esta situación, que hace más vulnerable a la población frente a la covid-19, demuestra una vez más el colapso de los servicios a los que está sometida la familia venezolana, siendo el acceso al agua, electricidad y gas uno de los principales derechos que debería garantizar el Estado a todos sus ciudadanos, aún más cuando desde el poder se controlan estos servicios», dice el observatorio.
De las 2.505 manifestaciones por servicios, 1.014 fueron por electricidad, 980 por agua potable y 511 por gas doméstico. «Esta situación, aunado a la falta de energía eléctrica, ha llevado a las familias venezolanas a recurrir a antiguas técnicas para la preparación de sus alimentos, como cocinar a leña, con los múltiples riesgos que implica para la salud y el ecosistema», señala el informe.
Funcionarios de Nicolás Maduro, en lugar de reconocer la crisis del sector energético y responder a las denuncias de la población, han aconsejado a los ciudadanos a cocinar con leña.
El llamado «protector» del estado Nueva Esparta, Dante Rivas -el mismo que ha amenazado con cerrar las estaciones de servicio donde haya cola de vehículos-, dijo en agosto: «Aquellos que tengan la bombonita, bueno, vamos a guardarla para hacer la pasta, para hacer el arroz; pero cuando vayan a montar caraotas o un grano, vamos a hacerlo a leña y así rendimos el gas. Son medidas muy buenas».
Para demostrar que «no lleva una vida lujosa», el alcalde chavista del municipio Arismendi del estado Sucre, José Luis Villarroel, publicó un video en sus redes sociales en donde está en el patio de su casa cocinando con leña por la falta de gas doméstico.
José Joaquín Vargas, miembro del Estado Mayor de Refinación de Pdvsa, advirtió el 3 de septiembre que si no se reanudan las operaciones en la refinería El Palito, «no habrá producción de gas doméstico».
Con información de Tal Cual