Mientras más difíciles son las circunstancias que nos rodean, más debemos buscar dentro de nosotros aquello que nos permita mantenernos fuertes y fieles a nuestra esencia, a nuestros principios, nuestra familia, nuestros afectos y nuestros sueños.
Es cierto que Venezuela está siendo vapuleada, sometida a abusos impensables que afectan nuestras vidas de maneras que nunca habíamos imaginado. Pero por más que cambie nuestro entorno, si hay algo sobre lo que no tienen control los destructores de nuestro amado país, es sobre lo que somos.
Creo firmemente en nuestro pueblo y estoy convencido de que es su voluntad, convicción democrática, amor por los suyos y por Venezuela, lo que nos permitirá salir adelante de esta profunda crisis.
Puedo dar fe del material del que están hechos los venezolanos. La mayor parte de mi vida la he dedicado a servir, a trabajar con y para nuestro pueblo. Hacerlo me ha permitido conocer de cerca a gente maravillosa; mujeres y hombres ejemplares, abuelos y abuelas que inspiran y orientan con su experiencia y sus enseñanzas, niños y niñas que, además de ser nuestra principal razón para luchar, nos contagian con sus sueños y esperanza.
Quienes ocupan el poder, indiferentes al sufrimiento de nuestro pueblo, insisten en mantener prácticas que reiteradamente han conducido a hacer más pobres a los venezolanos. Son cada vez más los que padecen hambre, los que en la enfermedad no encuentran sus tratamientos, los que han muerto prematuramente por la crisis en el sistema de salud y por la violencia generalizada, los que buscan su futuro fuera de nuestras fronteras.
Pero ante este panorama también son cada día más las personas de buen de corazón, venezolanos o no, que deciden sumar. Pasar de la preocupación a la acción para tender su mano al prójimo.
Para quienes somos católicos, el Domingo de Resurrección, que celebramos hoy, tiene un significado muy especial en los momentos que estamos viviendo en nuestra Venezuela, pues en la resurrección de nuestro Señor encontramos la clave de la esperanza cristiana.
Me llena de esperanza ver cómo hasta quienes tienen menos recursos buscan ayudar a otros, comparten lo poco que tienen o ponen aquello que más se necesita: esfuerzo, trabajo, voluntad, palabras de consuelo. Eso es lo que precisa Venezuela, sensibilidad, compromiso, entrega desinteresada.
Los venezolanos tenemos que trabajar unidos para que nadie se quede atrás. Tenemos que mirar hacia adelante, crear espacios para el encuentro y la organización, para sentar las bases que nos permitan asumir la recuperación de nuestra Venezuela.
No se trata de ignorar o de ocultar lo que estamos viviendo. Todo lo contrario. Pero no podemos quedarnos sentados viendo cómo destruyen aquello que más amamos. No podemos darles el gusto de acabar con todo, no podemos permitirles que nos roben la esperanza.
Aunque se empeñen en sacar lo peor de nosotros, en hacernos flaquear, este pueblo no se va a arrodillar. Tenemos que mantenernos de pie, asistirnos de todo aquello que esté a nuestro alcance para seguir luchando.
Es dentro de cada uno de nosotros donde reside la mayor fortaleza. Hay muchos venezolanos honestos que no pierden la esperanza y le apuestan al futuro del país. Son ellos quienes harán posible la reconstrucción de Venezuela.
Hoy es urgente rescatar en nuestra tierra el valor de la familia. Venezuela está llena de CONSTRUCTORES, que comulgan con su amor a la vida, al trabajo, a su familia, al país. Al igual que ellos estoy seguro de que tenemos que creer en nuestra fuerza, en nuestro país y en su gente.
No hay que rendirse, debemos trabajar, persistir y pensar en positivo. Debemos enfocarnos en la unión superior entre sociedad civil, líderes comunitarios, líderes gremiales y dirigencia política en torno al objetivo de rescatar nuestra Constitución y lograr elecciones libres para recuperar nuestra democracia.
Que el espíritu de fraternidad, solidaridad y caridad que renovamos en esta Semana Santa, junto con nuestra fe y esperanza nos ayuden en la búsqueda de un mejor futuro para nuestra familia y comunidad, pues al hacerlo estaremos también encaminando nuestras acciones al logro de un futuro de oportunidades, de unión y paz para Venezuela.
Comparto lo expresado por nuestros Obispos en un mensaje reciente al afirmar que “el tiempo que vivimos debe ser una ocasión propicia para manifestar la misericordia del Padre Dios, a través de nuestras obras y testimonio de una caridad fructífera: Caridad y misericordia que deben conducirnos a trabajar también por la reconciliación en nuestra Patria”.
Pedimos que la sabiduría de nuestro Señor guíe los pasos de todos los venezolanos en la búsqueda de un camino justo y pacífico para lograr el retorno de la democracia, la paz, la tranquilidad y las oportunidades a nuestra amada tierra.
¡Salir de esta crisis sí es posible con el esfuerzo de todos! ¡Mantengamos nuestro TRICOLOR en alto!
¡Que Dios bendiga a nuestra Venezuela!