Emily Sánchez es una venezolana que se radicó en Medellín, Colombia, en el año 2018. Desde entonces se mantiene en contacto constante con sus familiares en Venezuela. Recientemente, cuatro de ellos contrajeron covid-19.
Consciente de la emergencia humanitaria que atraviesa Venezuela, Emily redobló esfuerzos junto con una prima que vive en España para lograr enviar lo que necesitaran para su recuperación.
A principios de abril, mi tía Glenis comenzó a sentirse mal. Ella siempre sufrió de gripes mal curadas, pero no se sentía tan débil. De un día para otro le comenzó a faltar la respiración y la llevaron a un CDI (Centro Diagnóstico Integral), pero no pudieron hacer mucho por ella”, explicó Emily en entrevista para El Diario.
Su tía es una mujer de 59 años de edad y sufre de hipertensión arterial. En el momento en que ella se enfermó, los hospitales de la ciudad de Caracas estaban colapsados, por lo que toda la familia decidió hacer lo posible para atenderla desde casa.
La ejecución de sus planes no era fácil. Las otras tres personas que viven con Glenis también presentaron síntomas, así que todos necesitaron tratamiento.
El cuidado de estas personas no lo pudo asumir otro pariente en Caracas, porque esto implicaba la posibilidad de llevar el virus a otra casa, entonces la solución fue contratar a una enfermera.
Una búsqueda tras otra
Las medicinas y el oxígeno fueron las primeras cosas que buscaron para atender a los pacientes. Tanto Emily como sus primos y amigos compartieron en todas las redes sociales sus solicitudes. Comprar una bombona de oxígeno costaba alrededor de 1.700 dólares.
Su prima encontró a un amigo en Venezuela que también tenía a su papá con covid-19, pero el paciente tuvo complicaciones y fue hospitalizado. Así que les prestó una bombona de oxígeno.
Cada recarga de oxígeno costó 30 dólares, el manómetro para la bombona 300 dólares y la enfermera que atendió a sus familiares les cobró 60 dólares por cada jornada.
“Esto es un calvario para quienes estamos afuera y los que aún viven en Venezuela. Situaciones como esta nos hacen sentir de manos atadas, la angustia y la desesperación nos ganan. Lamentablemente en nuestro país todo está dolarizado y quien no tiene dinero se puede morir por desatención médica”, indicó,
Pese a esto, Emily admitió que también es importante contar con el apoyo de amigos y familiares. Desde el momento en que ella comenzó a publicar las campañas de ayuda para su tía, muchas personas se ofrecieron voluntariamente a ayudarla. Ella los describió como sus “ángeles en la Tierra”.
Complicaciones inesperadas
Mientras estuvieron en casa, los familiares de Emily permanecieron estables. Sin embargo, el estado de salud de su tía Glenis aún era complicado y dependía de la oxigenoterapia.
Tras cinco días de recibir tratamiento, la saturación de oxígeno de Glenis se desplomó. El motivo fue una fuga en la bombona de oxígeno. La trasladaron a varios hospitales, pero ninguno la recibió.
Después de varios intentos, lograron que le aplicaran oxígeno en un CDI de la parroquia 23 de Enero. Luego la llevaron hasta El Poliedro de Caracas, pero ahí tampoco había cupo. La única opción fue buscar un concentrador de oxígeno y evitar otra complicación de ese tipo.
Concentrador de oxígeno
Es un dispositivo médico que proporciona oxigenoterapia. Funciona aspirando el aire de la habitación, que luego se comprime mediante filtros y separa los gases.
El equipo le suministra oxígeno a los usuarios a través de una cánula nasal o máscara y se mantiene operando mientras su batería esté alimentada. Uno busca un concentrador de oxígeno en cualquier otro país y cuesta entre 500 y 1.000 dólares. En Venezuela, te lo ofrecen hasta en 6.000 dólares. Ese fue el precio que nos dieron y mis primos pudieron conseguirlo como un préstamo, sino no habríamos logrado comprarlo”, señaló.
Un sistema de salud cada vez más deteriorado
Emily recuerda que cuando emigró el sistema de salud venezolano ya enfrentaba grandes dificultades. Lamentó que la pandemia haya colapsado el sector.
“En Colombia, si bien es un país tercermundista y está pegadito a Venezuela, el sistema de salud funciona. No es el mejor sistema, pero cuenta con los recursos y los insumos. Las medidas de cuarentena han sido mucho más fuertes y en los hospitales no ha faltado nada”, sentenció.
También destacó que su prima estuvo hospitalizada por covid-19 en España en 2020 sin percances. Pese a que fue uno de los países europeos más golpeados por la pandemia, aseguró que el hospital le brindó una atención adecuada.
Estas realidades fueron las que motivaron a la familia a optar por la atención domiciliaria. Sin embargo, otra complicación obligó a Glenis a estar en un hospital.
El 13 de abril, Glenis sufrió una crisis hipertensiva tan grave que ameritó hospitalización. Tanto ella como sus familiares ya habían superado el covid-19, porque sus últimas pruebas dieron negativo. No obstante, el virus causó secuelas en el organismo de la mujer de 59 años de edad.
“La doctora dijo que era un riesgo tenerla en casa. Ella y la enfermera trabajan en el Hospital de Coche, así que le consiguieron un cupo. Afortunadamente, no está cerca de pacientes con covid-19”, detalló.
Tras haber superado la enfermedad del covid-19, la familia de Emily sigue haciéndole frente a las carencias del sistema hospitalario. Reveló que en el centro asistencial no han podido hacerle todos los estudios que requiere por falta de insumos. “Todo debe conseguirlo el familiar”, añadió.
La angustia de estar lejos
Emily confesó que en las últimas semanas ha experimentado altos niveles de estrés y miedo. A pesar de esto, indicó que su prima que está en España sufre mucho más.
Ambas han pasado la mayoría del tiempo pegadas a sus teléfonos para mantenerse al tanto de la salud de Glenis. No han dormido bien ni tampoco llevan sus rutinas con normalidad.
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Con información de El Diario