Cuando a Alejandro Castillo le dijeron para trabajar como community manager para un supermercado en Ecuador, no se lo pensó dos veces. No importó que tuviera otros cuatro trabajos vinculados al manejo de las redes sociales: la misma situación del país le obligó al joven de 24 años buscar más “tigritos” para completar su sueldo. “A mí me pagan $20 al cambio del día por llevar las cuentas de la marca en Facebook e Instagram”, contó Castillo. Exigir más está por encima del presupuesto de la empresa. “Me dijeron que si pedía más dinero no me iban a poder dar el trabajo”, añadió.

De acuerdo con la página web Payscale, una plataforma que calcula rangos de sueldos por trabajos específicos, un community manager cobra en Estados Unidos cerca de $12 la hora. El monto se acerca a lo que cobra Castillo en Venezuela, pero en un mes.

Su sueldo en dólares equivalía a unos 60 mil bolívares la última vez que cobró al cambio fijado por Dolar Today, algo que le ayuda a completar las quincenas de sus otros trabajos. Aseguró que la situación que perjudica a los venezolanos favorece a los empleadores de otros países que buscan contratar una mano de obra “buena, bonita y barata”.

Al igual que Castillo, muchos venezolanos han optado por rebuscarse con “tigritos”. No importa si son en dólares o en bolívares, la paga sigue estando por debajo de lo que cobraría una persona por el mismo trabajo en cualquier otro país de la región. Franklin, un programador de 40 años y padre de familia, lo sabe muy bien.

“Hace unos años, cuando yo ganaba 20 mil bolívares trabajando fijo, me ofrecieron desarrollar un software para una empresa de Panamá. Aunque la paga estaba muy por debajo de lo que cobraría un programador, con ese trabajo yo ganaba al cambio como 40 mil bolívares. Era mucho dinero“, explicó.

Federico, también programador y compañero de Franklin, recuerda haber rechazado propuestas laborales de afuera porque las cuentas no daban con lo que debía cobrar por su trabajo. “A mí me escribieron de Colombia para que trabajara remoto y por el equivalente a un sueldo mínimo acá. Eso afuera es como 5% de lo que normalmente se cobraría”, contó. “Aquí a uno le pagan $500 y con eso haces mucho, pero afuera a la gente le pagan $2.500”.

Aunque estudia Medicina, Milagros se rebusca haciendo traducciones freelance en plataformas que aceptan pagos en dólares. Ahí también ha aceptado otros trabajos como community manager y como asistente de administración de una empresa de publicidad en el extranjero. En este último empezó cobrando ocho dólares la hora, por dos horas de trabajo semanal.

“Luego conseguí un trabajo de traducciones y transcripciones. Ahí sí vi que estaba regalando mi trabajo. Cada traducción equivalía a un dólar la página”, explicó. Cuando la joven de 23 años intentó subir su tarifa a $1.50 o $2, había competencia que incluso cobraba $0.75 por hacer lo mismo.

Fijar su hora de trabajo muy por debajo de la media es algo a lo que ya se acostumbró Milagros. “Una vez me pidieron traducir siete mil palabras y, según los cálculos en Internet, eran $500. Pedí S300 y la persona me dijo que no, que era demasiado. Aún así, si me decían que me iban a dar $200, yo lo tomaba. Aquí lo pasas a bolívares y es muchísima plata, pero a la vez es agua”, dijo a Efecto Cocuyo. Las divisas que gana las está ahorrando para el momento en el que termine su carrera y se vaya del país.

tarifasMaría Gabriela hizo algo similar. Mientras estuvo en el país, trabajó haciendo diseños para marcas en Perú, México y Estados Unidos por tarifas por debajo de lo que se cobraría en la región, pero que en el país se convertían en un “dineral”. “El sueldo mínimo  de una recién graduada no era suficiente”, explicó la joven, “cambiaba lo que me pagaba uno de los clientes y lo de los otros me lo ahorraba. Necesitaba cambiar $200 para vivir, hacía demasiado dinero con eso”.

A pesar de haber recibido ingresos menores a los que hubiera tenido un diseñador gráfico en cualquiera de los tres países, María Gabriela recuerda su experiencia como una situación ganar-ganar para ambas partes. Cuando llegó a España, contar con un portafolio internacional le ayudó al momento de conseguir trabajo fijo. Sin embargo, su tarifa freelance en el viejo continente cambió por lo costoso de la vida en Europa.

“Fue una forma de buscar las herramientas para subsistir ante la situación que hay en Venezuela, dentro de la profesión y mis valores. No fue que me fui por un camino fácil para ganar dólares, como hace mucha gente en el país”, añadió.

Aunque para Alejando Castillo los venezolanos están en desventaja en comparación con el empleador, los 60 mil bolívares mensuales que gana como community manager lo ayudan a redondear las quincenas de los otros trabajos.

“Por más que sea humillante, es algo que ayuda. El país está horrible, ¿pero qué puede hacer uno? ¿Qué gano yo diciéndole a la gente dame tanto?” explica, pues podría en riesgo esa entrada adicional que tanto necesita, según apuntó.

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Fuente: Efecto Cocuyo

Fecha: 09 de febrero de 2017

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