La galopante crisis, familias disfuncionales y la indiferencia gubernamental obligan a adolescentes a convertirse en el sustento para sus hogares, esta es una triste y dura realidad que se vive en las calles de los estados Lara y Táchira, con jóvenes que no sobrepasan la mayoría de edad y aún así tienen la gran responsabilidad de salir a trabajar diariamente para mantener a sus familias.
Los estudios han sido puestos a un lado y no hay cabida para jugar, ni distraerse, pues el trabajar como limpia parabrisas en los semáforos, vendedores de comida en puestos de mercado y fleteros se ha convertido en parte de su día a día para poder para mantener sus estómagos llenos.
«Trabajo para comprar comida y así poder llevarla a la casa», son las palabras de Enrique, un joven que acaba de cumplir 15 años y que trabaja diariamente desde hace un año como vendedor de verduras y hortalizas en el mercado Las Catacumbas, ubicado en Barrio Unión de Barquisimeto, percibiendo un salario de Bs. 20 millones semanal.
Enrique que vive con su abuela de 58 años en el Barrio El Trompillo, desde hace dos años se convirtió en el «hombre de la casa», ya que justamente, hace dos años, su madre como él mismo lo asegura lo abandonó, al desentenderse de los gastos de él y su hermana de seis años, y emigrar a Colombia con sus 3 hermanos mayores.
Este joven sólo cuenta con el apoyo de su abuela, ya que desde hace 6 años no ve a su padre, quien se encuentra pagando una condena por el delito de homicidio en uno de los recintos carcelarios que hay en el país.
A Enrique se le ven muchas ganas de salir adelante y eso lo demuestra al no desistir de la desgastante rutina que tiene para un joven de su edad, cuenta que su día inicia eso de las 5:00 am, ya que debe prepararse para su jornada de trabajo que comienza a las 7:00 am.
«Mi abuela me hace unas arepas para venir a trabajar», dice, entre una risa de orgullo de poder mantener a su abuela y a veces a su hermana de seis años, que aunque no vive con él, siempre la mantiene cerca para que no reciba maltratos de su familia paterna.
Enrique trabaja hasta las 4:00 pm, asegura que cuando llega a casa está completamente exhausto, debido a que su trabajo es bastante movido y que a veces debe caminar largas distancias para poder llegar a su hogar cuando no consigue abordar una unidad de transporte, por lo que no sale ni siquiera a jugar con sus amigos.
Este joven de 15 años comenta que tras la llegada de la pandemia, sus estudios quedaron completamente paralizados porque no pudo volver al liceo y no tiene los medios para recibir clases online, dice que estuviese cursando 4to año de bachillerato y que antes su abuela era quien lo mantenía con el ingreso que recibía al trabajar en casas de familia y planchando y lavando ropa ajena, no lo pudo hacer más debido a que el oficio mermó por el coronavirus.
Una historia similar a la de Enrique vive un joven llamado Pedro, de 14 años quien también vive en El Trompillo y desde hace 2 años trabaja en el mercado Catacumbas como vendedor para ayudar a su mamá con la comida para él y sus tres hermanos menores.
La manera de pago que recibe Pedro es una especie de trueque, debido a que puede llevar del puesto lo que necesite, incluyendo verduras y víveres. Este joven desde hace dos años no ve a su papá y al preguntarle donde se encuentra, respira, espera unos segundos, ve hacia un lado y dice que este está preso desde hace 2 años en el estado Táchira.
Tienen su puesto
En el mercado ubicado en Ruiz Pineda, con una carretilla y un tapasol, tienen expuesta una cesta de yuca, los hermanos Linares, de 13 y 15 años edad, quienes son los que están al pendiente de la mercancía para ofrecerla a las personas que compran en el mercado.
El joven de 15 años cuenta que esta actividad es la que le permite mantener su hogar en conjunto con su madre quien trabaja en casas de familia. Asegura que cada semana compra un saco de yuca en el Mercado Mayorista y luego lo ofrece en el mercado donde obtiene como ganancia alrededor de 7 dólares semanales.
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Con información de La Prensa de Lara