Con el título de: «La información, el otro bien escaso en Venezuela», el periódico estadounidense el New York Times analiza el comportamiento de los medios de comunicación social en el país.

Nota completa:

En la sala de una casa caraqueña hace unas semanas, el ambiente se llenó con la pegajosa melodía de la serie Encantada que transmiten por Tves, el segundo canal del Estado venezolano. Era otro episodio más en el que, entre muchos enredos y hechizos, Samantha trataba de ocultarle la realidad a sus vecinos: que es una bruja que puede cambiarlo todo a voluntad con solo mover la nariz.

En el canal Televen pasan Se ha dicho, un programa de resolución de conflictos. Y Venevisión transmitía El Chavo del 8, quien se debatía entre si quería o no una torta de jamón. Poco antes, todos los canales emitían lo mismo: al presidente Nicolás Maduro en cadena nacional, obligatoria para radio y televisión, desde la tarima de una marcha oficialista.

Era el 19 de abril, un día festivo de la gesta independentista de Venezuela, pero las calles no estaban llenas de música y papelillos. La oposición había convocado la “Madre de todas las marchas” y en 24 estados hubo manifestaciones. El día terminó con disturbios en muchas partes del país, más de 500 detenidos y tres personas asesinadas.

Han transcurrido más de 50 días de protestas, disturbios, saqueos y represión en las calles de Venezuela. Al momento de escribir este artículo han fallecido 48 personas, según los datos del Ministerio Público. Hay centenares de heridos, muchos civiles han sido detenidos y presentados ante los tribunales militares y existen múltiples denuncias de abusos policiales, ataques contra los manifestantes y acciones violentas de la Guardia Nacional Bolivariana contra los periodistas. Y la agenda de manifestaciones de la oposición no para. Se prevén más para esta semana. Mientras tanto, no parece que las partes en conflicto cedan con el fin de sentarse a negociar.

En Caracas, principal centro de la convocatoria, de las 34 emisoras de radio que hay, solo una informó abiertamente de los sucesos de ese día y otras tres lo hicieron bajo el esquema del Estado, según el monitoreo del Instituto Prensa y Sociedad (Ipys) de Venezuela.

Julián trabaja como guardia de seguridad en un edificio de Chacao. En el habitáculo de 2 x 3 metros donde vigila quién entra y sale, tiene una televisión en la que solo se ven canales nacionales. Su teléfono solo sirve para llamadas y mensajes de texto y el periódico que compra es Últimas Noticias. “Me dicen que el día de la marcha hubo un gentío, pero ni idea. ¿Estuvo grande? ¿Tú que viste?”, preguntó.

“La televisión no cumplió. La radio tampoco. Había necesidad informativa ese día. Se han metido mucho en el esquema de entretenimiento, pero tienen responsabilidad social”, explica Mariengracia Chirinos, directora de Libertad de Prensa de Ipys. Cuenta que esa práctica “es una constante y solo hemos monitoreado Caracas, pero debe estar pasando lo mismo en las regiones”.

Desde 2010 una espada de Damocles pende sobre los medios: la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (también conocida como la ley resorte) y el ente que vigila por su cumplimiento, Conatel. “Se puede quitar la señal si se emiten hechos que provoquen zozobra o alteren el orden público, así que los medios optaron por mantener la concesión, pero han dejado al ciudadano desamparado”, dice Chirinos.

A juicio de Carlos Correa, director de la ONG Espacio Público, por esta ley “hay coberturas muy timoratas, que muestran un país normal”.

Las declaraciones de la fiscala general de la República, Luisa Ortega Díaz, el pasado 31 de marzo, en las que señalaba que las sentencias emitidas por el Tribunal Supremo de Justicia violaban el orden constitucional, sorprendieron a muchos venezolanos. Y que lo dijera en vivo por Venezolana de Televisión (VTV), el canal estatal, fue todo un escándalo. Pero no volvió a suceder y la siguiente rueda de prensa no se emitió en vivo.

En 2007 el gobierno cerró Radio Caracas Televisión (RCTV) alegando el fin de la concesión estatal. Fue visto como una retaliación ya que se acusó al canal de participar en el golpe de Estado de 2002 contra Hugo Chávez. En 2009 se cerraron 32 emisoras de radio.

En otros medios los cambios fueron más sutiles. Xabier Coscojuela, jefe de redacción del diario Tal Cual, cuenta que antes de que Teodoro Petkoff fundara el periódico estuvo al frente de El Mundo Economía y Negocios. “Teodoro era muy crítico y lo mandaron sacar. Fue, quizás, el primer acto de censura contra los medios que tuvo Hugo Chávez, en 1999”. Tal Cual se convirtió en un semanario debido a la falta de papel en el país.

La nueva censura

Desde la llegada de Maduro al poder, en 2014, el cambio no se evidenció tanto en las redacciones sino en los propietarios de los medios. Así lo vivió César Bátiz, quien era miembro de la Unidad de Investigación del diario Últimas Noticias.

“Fui de los primeros en salir pero ya se veía el camino que venía: la autocensura. Identificamos que el medio había pasado a manos de factores allegados al chavismo y sabíamos cuál iba a ser la ruta. No podríamos hacer nuestro trabajo, periodismo de investigación, que iba a ser muy sensible. Tuvimos que pensar en otros escenarios y medios para poder hacer trabajo de contrapoder”, explica el periodista.

A eso se suma la grave escasez del papel para la prensa, lo que ha ocasionado que de ciento tres diarios que había hace tres años, cerraran catorce. Las páginas de los que quedan disminuyeron a un tercio su volumen por lo que cualquier periódico del domingo cabe por debajo de la puerta sin problemas.

Según el mapa de medios nacionales elaborado por Ipys, de los 747 medios que hay en el país, 22 son estatales, 306 privados y 419 comunitarios. El gobierno suele apelar al número de medios privados que hay para señalar que existe una apertura informativa.

“Soy la persona más censurada del mundo y del país”, dijo el presidente Maduro el pasado 2 de abril. Pero si se acude al mismo mapa de medios en función de la influencia que tienen, el escenario cambia. Se clasifican como críticos a 57 medios, 76 como equilibrados, 196 de los que no se tiene información y 418 oficialistas.

Además, están las cadenas nacionales cuya duración y frecuencia son decididas por el presidente. Según el «cadenómetro», un conteo hecho por Monitoreo Ciudadano, Maduro ha aparecido en este formato por más de 733 horas desde que ganó la presidencia en 2013. Solo en el mes de abril lo hizo por 120 horas.

Esto explica por qué los venezolanos han empezado a sintonizar más canales internacionales. Pero como se ven a través de los sistemas nacionales de cable, también se les ha puesto un freno. En 2014 se cortó la señal de NTN24, y hace unas semanas las de CNN en Español.

En este contexto han comenzado a proliferar nuevos medios digitales. Así nacieron Poderopedia y El Pitazo, ambos bajo la batuta de César Bátiz; también es el caso de Efecto Cocuyo, dirigido por Luz Mely Reyes y Laura Weffer, o el canal de televisión por internet llamado VivoPlay. Este último ofrece la cobertura al minuto de lo que pasa en las marchas, así como las declaraciones oficialistas. El 7 de abril, Conatel le ordenó a las operadoras de internet que bloquearan su señal. La respuesta de los medios fue incluir su señal en los principales portales del país.

“Se está aplicando bloquear los sitios web. En su momento se hizo una petición a Conatel y reconocieron que hay más de mil sitios web bloqueados. Infobae o NTN24, por ejemplo. Y, en estos días, Capitolio TV, VPI o VivoPlay”, cuenta Correa. También dice que, de todos modos, la gente que quiere informarse, busca y acude a las redes. “Donde haya una rendija la gente irá a a esa rendija”.

Aun así, la penetración de internet en el país es del 64 por ciento, según datos de Conatel. En cambio, un estudio de Tendencias Digitales la sitúa en 53 por ciento. “Hay una parte de la población que no conoce o no tiene posibilidad de saber qué ocurre en las calles porque el acceso, sobre todo en zonas no urbanas, es a través de tele y radio, y son las ventanas que se han cerrado”, explica Correa, de Espacio Público.

Muchos venezolanos sienten ese vacío informativo. Damaris Bastidas, quien trabaja en Los Palos Grandes (una zona de clase media alta de Caracas), pero vive en el sector 5 de Julio de Petare, el barrio más grande de Venezuela, dice que antes se informaba viendo la televisión. “Veía CNN, pero como lo quitaron, a veces veo Caracol, que pasan alguito, pero no es igual. Y donde más me informo es por Twitter. Armando (su esposo) lo va mirando y me comenta”.

Uno de los días en que más confusión se generó recientemente fue cuando el periodista Leopoldo Castillo difundió en su cuenta de Twitter una información sobre la salud de Leopoldo López en la que decía que lo habían trasladado sin signos vitales al Hospital Militar. Ni los familiares ni los abogados del dirigente político podían confirmar o desmentir porque tenían semanas sin verlo y sin comunicación. Lilian Tintori, la esposa de López, fue al Hospital Militar y a la cárcel de Ramo Verde pidiendo una fe de vida de López. No se la dieron allí ni tampoco la dejaron entrar ese día para verlo.

Pero sí hubo una fe de vida, aunque no le fue entregada a los familiares, ni la emitió un juez o alguna autoridad competente. La pudo ver toda Venezuela a la vez. Fue un video en el que López hablaba desde su celda, decía la fecha y la hora y que no sabía por qué le estaban pidiendo grabar eso. Se hizo a las 9:00 p. m., una hora después del tuit con información falsa de Castillo. Y se emitió casi a las 23:00 en el programa de Diosdado Cabello, dirigente del PSUV que modera un espacio de televisión en el canal del Estado.

La radicalización política es otro de los obstáculos muy presentes en el ecosistema informativo venezolano.

“Se está informando para beneficiar a un bando político. Algún medio logra alguna visión más o menos equilibrada, pero casi todos están en la confrontación y en la creencia de que esto es la batalla final. La ciudadanía está desinformada, aunque cree que está informada. La ética periodística fue pasada por las armas”, dice la socióloga Maryclen Stelling.

Así se origina, según Stelling, el importante papel de las redes. “Cada actuante recibe y produce contenido, desde la individualidad, la subjetividad, desde la rapidez de la misma acción. Estás metido en una batalla y lo ves desde tu ángulo y se lo envías a tus redes”.

Y, tras la censura, la brecha digital y la radicalización, el último de los obstáculos son los rumores.

Desde Ipys señalan que esto es una tendencia mundial, pero en Venezuela está íntimamente ligado al conflicto sociopolítico. “Existe la intención de generar incertidumbre y cosas que son contrarias a la realidad para generar silencio o la inacción en muchos casos”, denuncia Chirinos.

La noche del 20 de abril, Damaris recibió al menos diez cadenas por WhatsApp. “Me volvieron loca. Que si mataron a 30 colectivos, que si Maduro estaba saliendo de Miraflores. Chica… eso me consumió todos los datos de lo loco que se volvió ese teléfono. Y, al final, nada. Una ya no sabe de quién fiarse”.

Fuente: El Mercurio
Fecha: 27 de mayo de 2017

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