“Mamá, yo no quiero que me pase lo que le pasó a Frannlys”, le dijo Niurka a su madre. Ya han pasado cinco días, pero eso es lo único de lo que se habla en el servicio de Nefrología del hospital José Manuel de los Ríos: dos niñas murieron el mismo día, el pasado 21 de noviembre. Las enfermeras lo comentan entre sí mientras los pacientes se dializan. Las madres hablan de que este lunes, 26 de noviembre, los padres de Frannlys la van a cremar.

Katiuska Salazar no sabía cómo decirle a Niurka que Frannlys, la que se dializaba los mismos días que ella y a quien veía cada vez que va al hospital de niños, se había muerto. Pero prefirió contárselo antes de que alguna de las enfermeras hiciera un comentario frente a la niña de 12 años.

“Mamá, yo no me quiero morir. No quiero que me pase lo que le pasó a Frannlys”, respondió Niurka entre lágrimas cuando se enteró. El miedo de que un brote infeccioso como el de 2017 vuelva a ocurrir sigue latente en el servicio de Nefrología.

Frannlys Herrera (16 años) murió en la mañana y Wilmelys Mendoza (9 años), en la tarde. Las dos niñas tenían una bacteria: la primera se infectó con estafilococo y la segunda con klebsiella.

Es común que los pacientes renales que poseen un catéter se infecten pues la sonda, tapada con vendaje, está expuesta a agentes contaminantes del exterior. Lo que no es normal es que en el hospital de niños no haya antibióticos.

Desde hace más de dos semanas, indicó la doctora Susana Pachano, jefa del servicio de Hematología, el centro pediátrico no cuenta con antibióticos de amplio espectro, como meropenem y vancomicina, para tratar las infecciones de este tipo.

“Los papás de Frannlys le estaban buscando vancomicina y anfotericina B. A ella le colocaron las primeras dosis aquí en el hospital, pero después no le siguieron cumpliendo el tratamiento porque no había”, explicó Salazar, quien solía compartir horas en la sala de espera junto a los padres de la adolescente mientras las niñas se dializaban.

Liliana Chinaglia es otra madre del servicio. Su hijo Deivy, de ocho años, es uno de los sobrevivientes del brote infeccioso que vivió el área de Nefrología entre mayo y junio del año pasado y que cobró la vida de al menos cuatro pacientes. Ahora teme que el pequeño vuelva a contaminarse, esta vez con el hospital sin antibióticos.

“Esto nunca había pasado. Ni cuando hubo el brote se murieron dos niños en un mismo día. Siento una impotencia muy grande”, afirmó Chinaglia.

Cuando inició el 2018, había 24 niños en la hemodiálisis. Ahora son 20. De mayo a noviembre han muerto cuatro niñas: Carina, Karla, Frannlys y Wilmelys.

Crisis con o sin medidas de la Cidh

Cuando la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Cidh) emitió las medidas de protección en favor de los niños del servicio de Nefrología del J.M. de los Ríos, Katiuska Salazar pensó “ahora sí”. Que ahora su hija sí tendría garantizado su tratamiento. Nueve meses después, el Estado sigue lejos de materializar las medidas.

Una de ellas es investigar las causas que provocaron el brote infeccioso en la unidad de diálisis. Para el momento del contagio, se determinó que el agua del tanque que surte a la planta de ósmosis estaba contaminado.

Sin embargo, los resultados de las pruebas enviadas al Instituto de Higiene Rafael Rangel para la evaluación de laboratorio siguen siendo un misterio. “A nosotros nos dijeron los resultados de la boca para afuera, que todo estaba bien, pero nunca los vimos”, aseguró Salazar.

Las madres han denunciado que otra de las solicitudes de la Cidh, como es la limpieza regular de los tanques de agua que surten al hospital y a la planta de ósmosis, no se han cumplido.

“El mantenimiento se tiene que hacer cada tres meses, pero aquí solo limpian el tanque de la hemodiálisis y no el del hospital. Así no se hace nada porque uno surte al otro”, reclamó Vicky Fernández, madre de Andrés.

Salazar siente que, en lugar de mejorar, el servicio ha empeorado desde el otorgamiento de las medidas. La ONG Prepara Familia denunció a principios de noviembre que entre 2017 y 2018 habían fallecido 19 pacientes del servicio. Con las muertes de Frannlys y Wilmelys ese número asciende a 21.

“Yo me siento impotente. Uno tiene a sus hijos allá adentro, estables, y no sabe qué puede pasar. Yo me pregunto cuándo me tocará a mí vivir lo que vivieron los padres de Frannlys”, lamentó Salazar.

Con información de Efecto Cocuyo

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