Unos 40 niños de educación primaria se agolpan para recibir clases en este pueblo de palafitos, afirman los habitantes del lugar. Los corrales se encuentran al lado de una casa que en los años 90 funcionaba como una escuela de turismo, levantada por unos franceses, pero que el gobierno cerró por supuestamente afectar al ambiente. Dos grandes estanques están al lado de los corrales. Antes se cultivaban peces, ahora sólo hay moscas.

Por ser época de vacaciones, los viejos pupitres que usan los niños se apilan entre la arena que sirve como piso del lugar. El corral divide a tres espacios que sirven a los salones. Pequeñas pizarras, una cartelera de actividades escolares y un cuadro del Libertador, recuerdan que este lugar -donde el calor se aviva por los techos de zinc- persigue un fin educativo.

“Esos estudiantes no tienen nada. Reciben clases al aire libre”, dice un hombre que vive en la ruinosa casa turística. La comunidad del Gran Eneal improvisó la escuela porque no tenía más opción: del centro palafítico que proyectó el gobierno luego de las inundaciones de 2010 en la zona, sólo quedan unos 40 pilotes.

Nadie sabe dónde están los 10 millones de bolívares que, en un principio, se inyectaron a la obra: unos acusan al consejo comunal del pueblo por desviar los recursos, otros al gobierno central por no hacerlos llegar. El caso ha sido denunciado ante la Vicepresidencia de la República sin ninguna respuesta por el momento.

A pesar de su precariedad, la escuela cuenta con un comedor que garantiza la comida a los estudiantes. Defensores de derechos humanos denuncian que miles de estudiantes wayúu han abandonado el sistema escolar venezolano para mudarse a Colombia, donde se garantizan mejores condiciones educativas.

Para llegar a la escuela “El Arroyo” se debe tomar un camino de concreto en el que se encuentran unas 150 casas palafíticas que el gobierno construyó. No cuentan con pozo séptico y muchas presentan problemas porque tienen piezas de metal, que el salitre y el tiempo han cumplido con su labor destructora.

José David González, coordinador del comité de derechos humanos de la Guajira, explicó que de 96 escuelas en el municipio Guajira 43 se encuentran inconclusas. Calcula que unos 25.000 estudiantes del municipio padecen por la falta de una infraestructura educativa adecuada. Afirma que muchas construcciones se están cayendo por desidia.

“Creemos que hubo una deserción de más de 6.000 niños en el pasado período escolar por culpa de la crisis”, afirmó.

Tal es el caso de la escuela Juan Gutiérrez en el municipio Mara que ofrece clases, a pesar de enfrentar una orden de desalojo de los bomberos.

Como el resto del Gran Eneal, los niños wayúu parecen no encontrar salida. La pobreza y el olvido son la respuesta para quienes quieren estudiar.

FUENTE: EL ESTÍMULO

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