Solo durante una semana, de las seis que van de 2017, el Instituto Oncológico Luis Razetti operó a pacientes internados, con un promedio de seis intervenciones diarias. Esto quiere decir que, en lo que va de este año, solo se han hecho cerca de 30 intervenciones.

A principios de noviembre, la mano del hampa llegó hasta el hospital y robó los tubos de succión del quirófano, que se utilizan para la aspiración de líquido durante las operaciones.

Las intervenciones estuvieron detenidas hasta el viernes 13 de enero, cuando fueron reactivadas pero solo por unos días, pues se volvieron a parar porque ladrones se llevaron la tarjeta de la planta eléctrica y, como medida de seguridad, se suspendieron nuevamente, ya que si se llega a cortar la energía eléctrica, no hay forma de continuar la operación.

La primera semana de febrero, mientras médicos y pacientes esperaban que resolvieran el tema de las intervenciones, el hospital fue de nuevo víctima de la inseguridad: se robaron los cables de la máquina de rayos x y de tomografía, dejándolo incapacitado para realizar estos exámenes.

Según explicó un residente del hospital, quien prefirió resguardar su identidad, anteriormente el tiempo de espera era de, más o menos, un mes. Ahora no se sabe cuánto tendrá que esperar alguien. Hay pacientes, como Carolyn Gutiérrez, que tienen varios meses en eso: ella debe tratarse un desgaste de fémur, y luego de reunir para comprar todo lo que necesita para la intervención, desde noviembre está en preoperatorio.

Y es que aunque la falta de operaciones es grave, no es el único problema que aqueja al centro de salud. La escasez de insumos es cada día más grave. Según la misma fuente, varios de los pacientes con cáncer deben comprar las quimioterapias fuera del hospital. Tampoco hay morfina ni ningún analgésico fuerte para tratar los dolores que las sesiones producen.

Eso le pasó a Fabiola Martínez, quien ha perdido ya dos sesiones de quimioterapia porque en el hospital no cuentan con doxorrubicina. La mandaron a comprarla pero tampoco la consiguió en farmacias. Finalmente, le cambiaron el tratamiento a epirubicina, pero esta, de igual forma, no se consigue. Tuvo que comprar dos ampollas “bachaqueadas” a Bs 35.000 cada una.

“Me faltan todavía tres ampollas, pero vine a ver qué me dice la doctora. No puedo volver a comprarlo en ese precio. O como o compro las ampollas. Esto me ha desatado una gran depresión“, dijo, contando que ayer pasó el día llorando por no saber cómo resolver. “El estrés de no conseguir mis medicinas me tiene mal”.

Guadalupe Ramírez, aunque ya terminó sus sesiones de quimioterapia, sigue sufriendo las consecuencias del desabastecimiento. Necesita consumir herceptin, un medicamento que bloquea las señales químicas que estimulan esta multiplicación sin control, pero no lo consigue desde hace cinco meses. Debería recibir 15 dosis, pero solo ha recibido cinco.

La grave escasez de reactivos en el país –que denuncian es de 80%-, también afecta al hospital. Solo disponen de los reactivos para hacer los exámenes básicos, como el perfil 20, pero no hay para hacer el de electrolitos, ni prueba Elisa para detectar el VIH ni la mayoría de las pruebas especializadas, denunció la misma fuente.

“No hay macrogotero, ni microgotero, se está acabando el suero, no hay aire acondicionado en varias consultas, no hay ambulancia. El hospital está por el suelo”, resumió la fuente.

Fuente: Efecto Cocuyo / Runrunes

Fecha: 9 de febrero de 2017

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