Una crisis crónica y de instalación lenta. Así define Marianella Herrera, integrante de la junta directiva de la Fundación Bengoa, la situación que vive Venezuela actualmente.
La organización especializada en materia de alimentación y desnutrición realizó un estudio en 2018 en comunidades de Distrito Capital, Miranda, Zulia y Anzoátegui que determinó cómo ha avanzado la desnutrición crónica en el país.
De acuerdo con el estudio de Fundación Bengoa, 30% de los niños evaluados en Caracas en edades escolares (entre los 7 y los 12 años aproximadamente) tienen este tipo de desnutrición.
Mientras que en el estado Miranda, la investigación reveló que esa proporción se ubica en 28,2% y que los infantes evaluados presentan signos característicos de la desnutrición crónica, como el rezago en el crecimiento.
Los números de esta investigación coinciden con el estudio de la emergencia social (2017) realizado por la Fundación Bengoa en conjunto con la Universidad Católica Andrés Bello, que mostró que 33% de los niños entre 0 y 2 años de edad de bajos recursos económicos (estratos C, D, E y F) presentan retardo en el crecimiento en talla o desnutrición crónica.
Herrera, quien también es médico, alertó que este tipo de desnutrición es la más difícil de revertir y advirtió que no solo repercute en la talla (estatura) de los niños que la padecen.
“La desnutrición crónica tiene un componente de daño que repercute en el rezago de la talla, pero también en el desarrollo psicomotor y en el cognitivo. Compromete el desarrollo biológico y de capital humano de un país. Son personas que no se van a poder educar adecuadamente”, explicó.
Precisó que siempre ha habido desnutrición crónica en Venezuela, pero detalló que el país empezó a experimentar un incremento de estos indicadores a partir del año 2012, cuando inició “la crisis de instalación lenta” y se empezaron a evidenciar las deficiencias alimentarias.
“El incremento se dio en el año 2012. Ahora se superpusieron la desnutrición aguda y la desnutrición crónica“, apuntó. Esta última se caracteriza por una privación sostenida de nutrientes en el tiempo, que se ve reflejada en la relación entre la talla del niño y su edad.
Herrera agregó que estos niveles de desnutrición muestran las dificultades a las que se enfrenta la población para poder acceder a los alimentos, a la hiperinflación y a la escasez de comida. “Se trata de obstáculos que hay que vencer diariamente, no una sola vez”, dijo.
Alertó que los niños crecen en peores condiciones porque, incluso, sus madres están desnutridas y ya presentan signos de malnutrición por déficit desde antes de los seis meses.
“Una desnutrición crónica significa vulnerabilidad para los bebés. Nacen en desventaja y están inmunodeprimidos”, explicó.
La integrante de la directiva de Fundación Bengoa insistió que sí es posible la recuperación de estos niños, pero aseguró que la ayuda debe ser lo más pronto posible.
“Hay que diseñar un plan para atender esta crisis de instalación lenta. Hay que dar atención a ambos tipos de desnutrición, tanto crónica como aguda, con equipos de trabajo que laboren de forma paralela”, explicó Herrera.
Con información de Efecto Cocuyo