Cristina Méndez ha “sacrificado” de todo para poder comprar su insulina. Vendió el juego de cubiertos de plata que le regalaron el día de su boda y las prendas de oro que tenían menor valor sentimental. Hace tres días, cuenta, vendió también un televisor. “Todo eso lo vendí entre diciembre y enero. Para mí es más importante estar viva”, dice Cristina, a quien le diagnosticaron diabetes tipo uno desde que tenía cuatro años.
La dificultad para conseguir la insulina y los altos precios han obligado a Cristina a gastar cada vez más bolívares (o dólares en algunos casos) y a inyectarse menos dosis para “rendir” el tratamiento lo más que puedan.
“Ya yo llego a las dosis que debería ponerme. Por ejemplo: en la mañana me toca colocarme 33 unidades, pero me pongo normalmente entre 23 y 28, dependiendo de cuánto coma en el desayuno”, explicó la paciente.
También ha reducido las porciones de comida para disminuir las dosis y prolongar el inventario en casa. Cristina, en su caso, tiene suficiente tratamiento para apenas cubrir una semana y media.
Para la fecha, un pen (lápiz) de insulina ronda los 50 mil bolívares soberanos. Sin embargo, el precio no se mantiene por mucho. “Eso es como el dólar paralelo, todos los días actualizan los costos y tienes que consultar constantemente en cuánto está”, agregó Cristina.
Samantha Rincón fue diagnosticada con diabetes tipo uno cuando tenía cuatro años y padece el mismo calvario que Cristina para poder conseguir la insulina. “Yo ya no me coloco las mismas dosis que antes porque no sé a cuánto va a estar ni cuándo la voy a volver a encontrar (el tratamiento)”, explicó.
Menos dosis inyectadas “a ciegas” es la fórmula que aplica Samantha para rendir lo que tiene guardado en casa, que estima le alcanza para cubrir hasta mayo. Dos cosas le preocupan: el ritmo con el que aumenta el dólar paralelo y cómo se traduce en los precios de la insulina; y el hecho de no saber cuándo los comercios puedan volver a tener inventarios frente a costos tan altos.
“La última vez que revisé, una persona que trae los pen y los vende, los estaba ofertado a 30 dólares al cambio del día. No quiero saber cómo estará cuando me toque volver a comprar dentro de semana y media”, afirma Cristina.
Marta Palma Troconis, coordinadora general de la ONG Guerreros Azules, sabe muy bien el calvario que atraviesan los pacientes diabéticos. “Justo hoy hablé con una mujer que tenía tres días sin inyectarse, pero hay personas que pasan hasta 10 días sin hacerlo. Eso es un peligro porque pueden llegar a una cetoacedosis. Ya el problema no es que no hay insulina, sino que la gente no tiene cómo comprarla”, detalló la activista.
El riesgo de reducir dosis
La doctora María Esperanza Velásquez, médico adjunta del servicio de Endocrinología del hospital de niños J.M. de los Ríos, subrayó el riesgo que sufren los pacientes con diabetes al reducir las dosis.
“Eso lo que hace es que se les suba la glicemia y se produzca un cuadro de cetoacedosis diabética (incremento considerable de los niveles de azúcar en la sangre)”, explicó Velásquez. En entrevista con Efecto Cocuyo, la endocrinóloga alertó que en 2018 hubo un incremento en los casos de cetoacedosis por omisión de insulina.
Con información de Efecto Cocuyo