Adriana Nieto tiene todo milimétricamente calculado. Sabe cuántas tiras reactivas le quedan si se mide los niveles de azúcar en la sangre una vez al día y la dosis justa de insulina que deberá inyectarse si se come una arepa de 90 gramos. Le tocó aprender a calcularlo todo para poder rendir el tratamiento que le queda en casa. “Yo me la paso contando. Parezco una calculadora humana”, bromea Nieto, a quien le diagnosticaron diabetes tipo 1 cuando tenía cuatro años.
Nieto es insulinodependiente y solía medirse sus niveles de azúcar (glicemia) unas cuatro veces al día. Ahora solo lo hace una vez para poder ahorrar las agujas y las tiras del glucómetro. Se inyecta la insulina “a ciegas”, al ojo por ciento, en función de si se comió una porción un poco más grande o de si ese día ha caminado de más.
La severa escasez de tratamiento y lo costoso de los insumos, incluso han obligado a Nieto a reutilizar las agujas y las jeringas.
“Me ha tocado usar todo lo más que pueda. Ya no puedo hacerme una glicemia cuando me da la gana. No solo por los precios, sino porque después uno no sabe si va a conseguir las cosas”, dice a Efecto Cocuyo. “La jeringa que uso para colocarme la insulina la puedo reutilizar hasta por tres días”, añade.
Este 14 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Diabetes. Sin embargo, los pacientes venezolanos con esta condición tienen muy poco qué celebrar. La crisis de salud los ha obligado a racionar la insulina, reutilizar inyectadoras y a “brincar” de farmacia en farmacia para dar con el tratamiento necesario.
El caso de Adriana no es único. La doctora María Esperanza Velásquez, médico adjunta del servicio de Endocrinología del J.M. de los Ríos, afirma que cada vez más pacientes han tenido que recurrir a esta opción para poder “rendir” los pocos insumos que tienen en casa.
“Eso lo vemos diaramente en las consultas. Los pacientes llegan con las inyectadoras desgastadas de tanto usar que hasta se le borran las escalas (los números). Las jeringas de insulina están tan difíciles de conseguir que las usan hasta cuatro veces”, indica Velásquez.
La endocrinóloga alerta que esta práctica incrementa los riesgos de infección en el paciente e, incluso, puede contaminar el frasco que contiene la insulina.
Martha Palma Troconis, coordinadora general de la ONG Guerreros Azules, alerta que los pacientes no solo están reutilizando los insumos, sino que también se están inyectando la insulina sin conocer cuáles son sus niveles exactos de azúcar, como hace Adriana.
“Esto puede generarle al paciente una hiperglicemia o una hipoglicemia. Es muy peligroso y no hay nada que las personas puedan hacer porque no hay cintas reactivas en el país”, advierte Palma.
Otra práctica a la que han recurrido los pacientes con diabetes tipo 1 es a reducir las dosis de insulina que se inyectan con el fin de rendir los cartuchos o pens (lápices). Nieto también ha tenido que reducir las dosis que se coloca debido a los altos costos. Este martes, 13 de noviembre, le ofrecieron cinco lápices de insulina Novorapid por 27 mil bolívares soberanos, cifra que se le hace imposible pagar.
“Los pacientes se están colocando dosis por debajo de lo que requieren. A veces se dejan de colocar la de la noche. Eso lo que hace es que se les suba la glicemia y se produzca un cuadro de cetoacedosis diabética (incremento considerable de los niveles de azúcar en la sangre)”, explica Velásquez.
La Unidad de Diabetes del J.M. de los Ríos atiende unos 380 niños y adolescentes en control regular. Sin embargo, la endocrinóloga alerta que este año han incrementado los casos de cetoacedosis por omisión de insulina. “Es decir, los pacientes nos dicen que no se la colocan porque no tienen disponibilidad”, explica.
Con información de Efecto Cocuyo