El malestar de los educadores en Venezuela, respecto a la valoración de su profesión, escaló más allá de su remuneración salarial. Para finales de 2018 el 70,1% de los maestros se declaró insatisfecho con “su trabajo en sí mismo”, lo que hace mella directamente en su vocación.
Así lo reveló la investigación El docente venezolano 24 años después realizada por Tulio Ramírez, director del Doctorado de Educación en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), que consultó a 636 maestros de escuelas oficiales en todo el país.
El estudio sobre la satisfacción laboral del gremio evalúa siete factores clave: beneficios, condiciones de trabajo, ambiente laboral, remuneración, trabajo en sí mismo, reconocimiento profesional y autonomía de juicio en el aula. La percepción sobre estos aspectos se comparó, además, con dos análisis previos que hizo en 1996 y 2006.
El hallazgo principal para Ramírez, quien también es profesor titular de la Universidad Central de Venezuela (UCV), es precisamente ese descontento de los maestros con su labor que para 1996, cuando se realizó por primera vez la investigación, era solo del 20,2%: “Esto incide en la calidad de la educación, porque no están a gusto con lo que hacen”, señala.
El factor se asocia a cómo se siente el educador con las tareas y actividades que realiza en su jornada, el trabajo que realiza con sus alumnos y la relación entre ese trabajo y sus expectativas profesionales.
“Tradicionalmente un docente podía estar insatisfecho con su salario, el estado de las escuelas o incluso con el reconocimiento que recibía y como se sentía satisfecho con lo que hacía, continuaba”, señala el investigador. “Por eso históricamente se ha dicho que el magisterio es un apostolado”.
Respecto a 1996 y a 2006, de cuando data la segunda edición del estudio, el profesor universitario confirmó el deterioro de los demás factores; sin embargo confiesa que: “Nunca pensamos que el docente iba a perder, progresivamente, su mística en el ejercicio de la profesión”.
Abandono de las aulas
La posibilidad de que los educadores “tiren la toalla” por esa desmotivación laboral también es un elemento que visibiliza la investigación, en la que Ramírez contó con el apoyo de la Federación Venezolana de Maestros (FVM), la Fundación para el Desarrollo Integral del Docente y la Editorial Santillana.
Se les consultó a estos profesionales sobre la probabilidad de que renunciaran a sus cargos: 47,2% lo ha considerado o lo tiene decidido. Mientras, el 46% de los educadores de la muestra respondió que había pensado en migrar al extranjero o ya era un hecho que se iba del país.
“El conjunto de factores hizo un guiso que explotó, el maestro se hartó. Hay límites, si bien en las condiciones más precarias podían seguir adelante con su labor, llega un momento en que no hay cuerpo que lo resiste”, agrega Ramírez, quien también preside la asociación civil Asamblea de Educación.
Opina que no solo será difícil sustituir a los maestros que se van, sino que además le preocupa aquellos que se quedan pero asumen su trabajo como “un segundo frente” porque tienen que dedicarse a otras actividades para subsistir: “Así también terminan afectados los estudiantes, que estarán con la incertidumbre de si el maestro asistirá o no al aula”.
Durante 2018 distintas organizaciones del gremio alertaron sobre un número importante de docentes que se retiraba de las aulas para bien migrar a otra actividad económica o, irse del país. Sin embargo, se desconoce la cifra de los maestros que quedan y cuántos se han ido porque no hay estadísticas oficiales.
Ambiente hostil, menos autonomía
La consulta, realizada entre noviembre y diciembre del año pasado, también evidencia que 98,3% de los docentes se siente insatisfecho con su remuneración y el 98,1% está inconforme con los beneficios (incluyendo el cumplimiento de la contratación colectiva), criterios que ha mantenido resultados similares en el pasado.
La insatisfacción por factores como el reconocimiento de su labor por parte de directivos, alumnos, padres y colegas también se incrementó: en 1996 el 30,6% de los maestros manifestó su malestar en este sentido, pero para el año pasado 72% no se sentía valorado por su contribución.
La percepción sobre el ambiente laboral, que se construye de elementos como el acceso al trabajo y la relación con los directivos, también evolucionó de manera negativa.
Además la autonomía en el aula para realizar una planificación pedagógica igualmente se ha visto reducida: Este elemento despertó alerta en el estudio de 2006 y, explica Ramírez, se debía a que previo a ese año se había dado “la primera embestida ideológica” en tiempos del chavismo con la imposición de nuevos diseños curriculares, que fueron fuertemente criticados por los gremios y académicos.
Con información de Efecto Cocuyo