Falta menos de una semana para Navidad y tres cosas, entre muchas otras, resaltaron con fuerza en las últimas horas en Venezuela. Un reportaje de The New York Times titulado La malnutrición que mata en Venezuela, el tuit de un personero del gobierno con la frase “sufran escuálidos” acompañada de la foto de una botella de whisky valorada en 10 millones de bolívares y las colas escandalosas en las estaciones de servicio para surtir combustible. Inmersos en las turbulencias, están los pensionados… callados. Hacen colas frente a los bancos, soportan frio y calor, ganas de ir al baño, hambre y maratónicas jornadas que, en oportunidades, les costaron la vida. Así lo reseña laverdad.com
La noche es fría en Maracaibo, más de lo normal. Las calles están en penumbras y en algunos hogares escuchan música mientras consumen licor. Muy pocos adornos o luces delatan que es diciembre. La presencia policial es mínima y las ventas de comida rápida están abiertas con un par de clientes. Son las 10:40 de la noche y se inicia el recorrido por las entidades bancarias de la capital zuliana. Allí, frente a la mirada de todos, pasan día y noche los pensionados. El drama es un holocausto, quizás no de humanos, pero sí de vidas, sueños, esperanzas y el de una vejez digna y tranquila.
Antes de las 11:00 de la noche tres bancos visitados, más de 60 abuelos esperando. Al frente del grupo que pernoctó a las afueras del Bicentario, ubicado en el centro comercial Costa Verde en la avenida Bella Vista, está un joven que se adelantó para averiguar que hacían “unos extraños” en el lugar. Pasados los minutos relató su historia… la de su mamá. “Llegamos a las 7:30 de la noche. Vinimos para no quedarnos sin el pago”, comentó. Era domingo, faltaban tres días para cobrar la pensión.
Infierno en la tierra
José Coén lleva el uniforme de su trabajo puesto, no es pensionado, madruga por su mamá que tiene 69 años, ella hace las colas durante el día. Siente temor, sabe que hay riesgo, inseguridad. Cada vez que su madre va al banco gasta 45 mil bolívares en pasajes y debe abordar cuatro carritos para llegar a Bella Vista, porque vive en la Curva de Molina.
En algunas oportunidades compra una “agüita” o un “pastelito” pero muchos de sus compañeros solo tiene las reservas de una comida para todo el día. José siente incertidumbre, tiene que hacer sus necesidades en la calle, donde no los vean. “Hacer pupú es muy difícil. Me da pena pero tratamos de que no se den cuenta”.
Entre noviembre y diciembre amaneció nueve días en la calle para que su progenitora pudiese cobrar la pensión. Los jóvenes se quedan para guárdales el puesto a sus parientes longevos. En ocasiones, más de 160 personas de distintas edades se trasnochan para intentar obtener el dinero que les corresponde.
Los “afortunados” llevan comida, al resto los “desvela” el hambre. En las colas, “inescrupulosos” venden los cupos entre 30 mil y 60 mil bolívares. Llegan en la madrugada y se anotan en las listas que los mismos pensionados hacen. En medio del drama, en la noche o en el día, los abuelos se desmayan, se caen porque no ven y hasta se lanzan de sus sillas de ruedas para lograr entrar al banco. Coén teme que su mamá muera cobrando la pensión. Vienen de barriadas lejanas buscando “tranquilidad”.
El pecado de ser anciano
Con el paso de las horas las necesidades aumentan y pese a que el cielo esta estrellado, sus mentes parecen estar en otro lado. Permanecen tirados en suelo o sobre frías escaleras. Una sábana tan gruesa como una hoja de papel les cubre el espinazo y un pedazo de cartón funge como colchón o improvisa un edredón. Cuando no hacen sus necesidades en la calle, como es habitual, piden baños prestados en comercios cercanos o se ven obligados a pagar entre 15 mil y 25 mil bolívares para hacer algo “tan básico del ser humano”.
Organizan turnos mientras que otros descansan y los más osados caminan a entidades bancarias cercanas para anotarse en otras listas. Muchos abuelos solo tienen en sus “estomaguitos un cafecito” y arriban de los Puertos de Altagracia, Villa del Rosario, Santa Cruz de Mara, Ciudad Ojeda, Sinamaica, La Concepción, San Francisco, Cabimas, La Cañada y otros sectores de municipios foráneos. Comparten casi todo, una septuagenaria afirma que “la situación hace que se unan”.
Las múltiples teorías que surgen alrededor de la falta de efectivo en los bancos causan controversias. Sonia Pérez de 61 años y habitante de Monte Bello amanecerá en la calle para cobrar la pensión con todo lo que ello representa, sin embargo, defiende la tesis gubernamental. “No tenemos vergüenza, el país está así por la oposición que nos esconde las cosas y las pone caras. Le echan leña al fuego”.
Durante las desveladas, que protagonizan maestros, electricistas, ingenieros, arquitectos, amas de casa, obreros, periodistas, abogados, estudiantes y demás, las charlas se centran en la situación del país, recuerdos del pasado, béisbol y boxeo. Juegan naipes, domino, ludo y barajas.
Publicado por La Verdad – La Patilla
20/12/2017