El comercio está basado en puros dólares y no se ve influenciado por el bolívar, que hoy y hasta el inicio del próximo mes se apellida soberano, excepto para dar un simple vuelto.
Dentro de dos semanas, Venezuela estrenará su nueva moneda tras la tercera reconversión de este siglo, con la que desaparecerán seis ceros del bolívar soberano y nacerá el bolívar digital, pero, lejos de verlo como un respiro, los ciudadanos esperan con muchas dudas y la indiferencia de quienes se han acostumbrado a una dolarización de facto.
En las calles, todavía son muchos los que desconocen que, dentro de dos semanas, su moneda nacional se transformará por tercera vez y, como explica José Torres, un vendedor en el céntrico bulevar caraqueño de Sabana Grande, «todo el mundo tiene sus dudas».
«Todo el mundo, todas las personas de Venezuela tienen sus dudas a nivel de cómo nos va a afectar el bolívar», sostiene.
Todo eso, pese a que, conforme explica, el comercio venezolano está «basado en puros dólares» y no se ve «influenciado por el bolívar», que hoy y hasta el inicio del próximo mes se apellida soberano, excepto «para dar un simple vuelto».
A pie de calle, se observa que son pocos los gastos que pueden hacerse en «soberanos», cuya creación eliminó cinco ceros a la moneda y sustituyó al bolívar fuerte que había borrado otros tres.
Para la mayoría de productos, lo habitual es pagar en la divisa estadounidense incluso en los comercios informales o en las zonas más populares y, como explica Torres, cada día pierde mayor valor de compra.
«En otros países, puedes ver que la moneda del país se va a devaluar, mas no el dólar, en este país se esta devaluando el dólar a diario», explica antes de detallar que ha observado cómo un paquete de harina de maíz ha pasado de uno a dos dólares en varias regiones.
Es, precisamente, el creciente poderío del dólar lo que hace que los venezolanos sean más displicentes con la llegada de su nueva moneda, que sospechan que utilizarán poco en su día a día.
Desconocimiento
No muy lejos, Jessica Parra vende tequeños (deditos de queso) en un puesto callejero y confiesa que todavía no conoce la moneda en la que tendrá que cobrar a sus clientes desde el 1 de octubre.
«Me pilla por sorpresa porque no me han dado noticias todavía», comenta la joven comerciante.
Por eso, considera que el día que entre en vigor el bolívar digital «va a ser un desorden, principalmente para las personas mayores porque ellos siempre están confundidos con el dólar y ahora, con una moneda diferente, más todavía».
En un país donde la vida cotidiana cambia con tanta frecuencia en sus rasgos más elementales, son los mayores a los que más les cuesta amoldarse a las nuevas realidades.
Parra explica que todavía hay muchos que se confunden con el billete de un millón de bolívares (unos 25 centavos de dólar) que fue lanzado en marzo pasado y que, por la devaluación constante de la moneda venezolana, ha caído casi en el desuso.
Confusiones permanentes
Son muchos los que, desacostumbrados a la moneda, ven que al dorso está marcado un 200, en homenaje al bicentenario de la batalla de Carabobo, y no saben si ese es el valor real del billete.
«A veces me pagan de más y digo ‘está equivocado’», sostiene.
Lo que comparte con la mayoría de sus convecinos es en el pronóstico de futuro que le augura a la nueva moneda como solución a la hiperinflación que vive el país desde 2017 y que ha transcurrido en paralelo a la devaluación constante de la moneda.
En otro punto de Caracas, Oscar Bermúdez coincide en que lo que vendrá en dos semanas es «más de lo mismo» y fantasea con cómo hubiera sido su vida años atrás, antes de la reconversiones, con un billete como los que hoy circulan en las calles.
Y en cambio hoy solo puede pagar «el pasaje, la camioneta» con «un millón de bolívares que va a ser un bolívar» a partir del uno de octubre, tras retirar seis ceros.
El mismo cambio, pero sin sonrisas, hace María, de 84 años, que tiene una pensión de «dos dólares en total», es decir, unos 8 bolívares digitales dentro de dos semanas y explica que eso no «alcanza ni para comprar una pastilla de nada».
«Pienso que va a pasar lo mismo que ha pasado con las reconversiones anteriores, que se vuelve pan y agua porque con esta inflación no hay billete nuevo que valga», concluye antes de retomar su día.
Un día en el que poco espacio dedica a pensar en qué forma o valor tendrán las monedas dentro de dos semanas y en el que, al igual que para la mayoría de sus compatriotas, las dudas que surgen con la nueva medida económica quedan cubiertas por la indiferencia ante una moneda de la que poco esperan.
Con información de El Carabobeño