Una de cada tres personas en Venezuela tiene dificultades para llevar comida a la mesa y consumir los mínimos nutricionales necesarios, según la encuesta realizada por el Programa Mundial de Alimentos.

Esos datos fueron publicados en febrero de este año y muestran una realidad más actualizada del hambre que gana terreno, si se compara con el Reporte Mundial de Nutrición de mayo, el cual ubica a Venezuela entre los 55 países –de 143 analizados– con sobrepeso y anemia, valores que reflejaban el estado nutricional del venezolano mucho antes de la severa crisis humanitaria.

De hecho, para 2012, la Organización Mundial de la Salud en su informe sanitario mostraba preocupación por los índices de obesidad en el país, y un estudio que hizo el Instituto Nacional de Nutrición (INN), para entonces, calculó que 38 % de la población de 7 a 40 años de edad padece de obesidad y sobrepeso.

Por tanto, lo que revela el Reporte Mundial de Nutrición de hace una semana, que la población tiene sobrepeso y anemia, no causa revuelo, frente a estadísticas como estas: 7,9 % de la población (2,3 millones de venezolanos) está bajo inseguridad alimentaria severa; y a 24,4 % (7 millones) bajo inseguridad alimentaria moderada, de acuerdo con los datos del Programa Mundial de Alimentos.

Lo que sí preocupa a los expertos es que se trata de un informe de trascendencia internacional cuya data –que sirve para comprender las inequidades nutricionales en el mundo y establecer agendas y planes de acción, principalmente para regiones más vulnerables– esté desactualizada, tal como lo estimó Marianela Herrera, nutrióloga, coordinadora del Observatorio Venezolano de la Salud e integrante de la Fundación Bengoa.

Incluso, es un reporte donde aparecen renglones en blanco y leyendas que dicen que los países no aportaron cifras, como lo señaló Susana Raffalli, otra experta en nutrición, a través de su cuenta de Twitter.

La realidad es otra

No porque los datos estén desactualizados dejan de existir la obesidad y la anemia como factores de desnutrición en el país.

Resulta que la realidad va más allá. Se ha dicho que la dieta del venezolano se basa en principio en cereales, raíces y tubérculos y, por eso, tendría seguridad alimentaria.

También este último año ha habido la percepción de disponer de más comida en los anaqueles y mercados populares. Pero lo cierto del caso es que alimentos como la carne, huevos, pollo, frutas y pescado, no están al alcance de todos. La hiperinflación se los come primero.

Otros factores como el desempleo, la falta de agua y de luz, limitan el acceso a una buena alimentación, suficiente y balanceada.

Y de esa realidad están bastante claros Carlos, Jorge y José –los dos últimos menores de 18 años– quienes pasadas las 12:00 del mediodía se encuentran metidos en un contenedor, ubicado a media cuadra de la plaza Bolívar de Antímano, rescatando comida de la basura para llevar a sus hogares.

Ninguno de los tres hombres estaba musculoso, se notaba a través de sus franelas desgastadas las siluetas de las costillas. 

Sus rostros pálidos y delgados, al igual que brazos y piernas, revelaban la falta de vitaminas e incluso de una buena siesta.

“Una vez me pararon y me llevaron para el comando de La Quebradita, me mezclaron con unos delincuentes, pero después me soltaron. Yo estoy aquí en este contenedor y luego voy a otro hasta que se pueda estar en la calle”, comentó.

Algo que se rescata del Informe Global de Nutrición 2020 –escrito antes de la actual pandemia de coronavirus y que dice que una de cada nueve personas en el mundo tiene hambre y una de cada tres tiene sobrepeso u obesidad– es que plantea la necesidad de sistemas alimentarios y de salud más equitativos, resilientes y sostenibles.

Ya Venezuela en este punto venía cojeando de una pata, pues la caída de la producción interna y las importaciones, de acuerdo con la Red Agropecuaria, provocó una disminución drástica de la disponibilidad de alimentos y de los consumos per cápita de alimentos básicos, y ello tiene consecuencias nutricionales muy graves.

En 2019, refirió la red, Venezuela estaba en alrededor del 40 % de la energía y las proteínas que necesita la población, que la ubicaba muy por debajo de la peor situación nutricional que tuvo el país en la década de los cincuenta. 

Para mayo de 2020 la situación no ha mejorado para nada.

Ahora, hay una pandemia y la resistencia nutricional, que es la base para enfrentar cualquier enfermedad, se quedó en los análisis y discursos oficiales.

Y aunque esa es una verdad clara, a Carlos, para el momento de la conversación, le preocupaba más que lo matara el hambre que este virus. No tiene empleo, no tiene dinero, posiblemente sí tenga anemia, y no está dentro de las estadísticas que permiten visibilizar la crisis nacional y que ayudan a ejecutar planes.

Con información de Crónica Uno

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