La muerte de Wilfredo Alvarado, privado de libertad de la Comunidad Penitenciaria Fénix Lara, engrosa la lista de los detenidos que mueren por desnutrición. El cuerpo del hombre de 57 años fue cambiando poco a poco a medida que pasaban los años en diferentes cárceles del país, aunque su esposa le llevaba comida tres veces por semana, esta no llegaba a sus manos porque según denunció nunca se la entregaban.

Suena el chasquido del portón, que da ingreso al penal, las mujeres vestidas de blanco se forman en fila para pasar de una en una. Cargan sacos de comida, pues algunas no pueden ir hasta Valles de Uribana, al norte de Barquisimeto, tres veces por semana y deciden llevarle bastante comida a sus familiares, una parte cocida y otra cruda.

La ruleta del terror comienza justo cuando las bolsas agarran otro «rumbo». La esposa de Alvarado denunció que a pesar que ellos les llevan la comida no se las entregaban y en muchos de los casos los privados de libertad pierden la vida a causa de desnutrición.

«Nosotros le llevábamos la comida y no se la entregaban y cuando se la daban era solo la mitad» denunció la esposa de Wilfredo, quien murió la semana pasada.

El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) registra que alrededor de 160 reos murieron en el país por desnutrición durante el 2020, cifra que se incrementó en comparación de los años anteriores. Solo en Lara murieron 59 reclusos, de los cuales 52 murieron por tuberculosis o desnutrición.

Familiares contaron que en los últimos tres años, el menú de los reclusos de los dos penales no cambia. Agua de pasta, agua de granos, una arepa y una taza de arroz blanco es el plato que a diario reciben los reos quienes aseguran que el sabor de la carne «hasta se les olvidó».

Explican que en el desayuno les dan una arepa pequeña y fina como si se tratara de un CD, no tiene relleno, mientras que en el almuerzo puede ser agua de caraotas o de auyama, otras veces varían y les cambian por una taza de arroz blanco y puro. En la cena les repiten el mismo menú del desayuno.

Familiares han denunciado que a las cárceles está llegando comida, pero que, presuntamente, los funcionarios la revenden a altos precios dentro de los penales. «Aquí los custodios ofrecen comida cruda. Una sal puede costar hasta Bs. 2 millones y ni hablar de una harina precocida», dijo un recluso del Centro Penitenciario David Viloria, conocido como Uribana.

En Uribana se destapó una presunta corrupción tras un motín ocurrido el 6 de enero. Los familiares de los detenidos denunciaron como los custodios y militares, presuntamente, les piden dinero a cambio de pasar alimentos para los calabozos.

«Si les llevo cinco harinas, una azúcar y una sal, debo dejar un kilo por cada producto o pagar dólares para poder ingresar la comida. Esto no se había visto en muchísimos años», comentó otro familiar.

«Ayúdennos, tanto aquí como afuera tenemos hambre. Los estómagos están vacíos y los bolsillos de nuestra familia también, no queremos seguir pagando dinero por comida», dijo un preso a través de una llamada a LA PRENSA.

Estómagos vacíos
A los detenidos que se encuentran en los Centros de Detención Preventiva (CDP), que fungen como cárceles y en algunos casos hay hasta mil privados de libertad, como en un momento fue el Comando de Polilara, ubicado en la 30. Los reclusos sobreviven por la comida que les llevan sus familiares, pero algunos no tienen familia en el estado y están con el estómago vacío.

Los CDP no son tomados en cuenta por el Ministerio Penitenciario, en su presupuesto cuando hay más de 6 mil privados de libertad en los calabozos policiales, esto según organizaciones no gubernamentales que defienden los Derechos Humanos de los reos. Para el Ministerio su competencia es solo penales de la región.

Debido a esta situación, a los cuerpos de seguridad como Cicpc, PNB, GNB, Polilara y Policía Municipal de Iribarren no les otorgan presupuestos ni el Ministerio ni el presupuesto de los policías estadales ni municipales.

«Aquí quien no le traiga comida a sus hijos se les muere de hambre. A menos que tengan plata para pasarle a los policías y que les compren comida de la calle, pero qué puede tener un preso», comentó un familiar, quien estaba a la espera para entregar la comida.

A algunos familiares de presos se les hace difícil llevar comida todos los días, pues viven en comunidades retiradas a los calabozos policiales o en otros municipios.

La señora María vive en el norte de Barquisimeto, tiene que caminar dos kilómetros para llegar a la avenida principal de El Cují y luego agarrar un Transbarca para que la deje en el centro de Barquisimeto. La doña llega todos los días a las 8:30 de la mañana para hacer entregar de la comida de su hijo en la sede del Eje de Homicidios del Cicpc porque no tienen un horario específico de entrega.

En los Centros de Detención Preventivos también hay reglas, de lunes a viernes llevan comida preparada (para que les dure todo el día), los miércoles hacen entrega de productos de higiene personal, mientras que los sábados son los días de «delicateses», que es cuando pueden llevarles jugos, pan y chucherías.

«Tener a un preso sale muy caro y el Gobierno no aporta para nada. A veces dejo de comer carne para que mi hijo pruebe un bistec porque compro es uno solo», comentó la mamá de un detenido de la comisaría de Polilara.

Castigados
Reclusos de Uribana denunciaron que, supuestamente, jefes del Grupo de Respuesta Inmediata y Custodia (GRIC) tienen 68 reclusos en la sala de visita «torturándolos», aseguraron que esto ocurre luego del motín del 6 de enero donde los detenidos se negaban a pagar por «causa» y comida

Poca alimentación reciben en el retén
Los privados de libertad que se encuentran en el Centro Socioeducativo Pablo Herrera Campins, mejor conocido como el retén de menores de El Manzano, no escapan de la realidad. Los familiares contaron que aunque llega comida para los detenidos es muy poca y se vuelve «sal y agua» para los más de 80 jóvenes.

«Lunes, miércoles y viernes nos toca traerles comida y uno como madre hace el esfuerzo para poder traerles buena comida porque aquí lo que les dan es arroz con frijol chino», comentó una mamá de un recluso, quien no quiso identificarse por temor a represalias.

La madre explicó que al menos cuatro menores han salido del centro de reclusión directo al Hospital Central de Barquisimeto por dolores en el estómago y supuestamente les diagnosticaron irritabilidad digestiva, que para los familiares se debe al consumo de granos todos los días.

Vecinos del retén denunciaron la semana pasada que los chamos gritaban «tenemos hambre» y tras esa versión, las madres presumen que les están entregando a destiempo la comida.

El Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP) aclaró que en algunos retenes el Ministerio penitenciario entrega alimentos, sin embargo en Lara es la Gobernación del estado la encargada de otorgar la comida.

Con información de La Prensa de Lara

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