A la escuela le toca rediseñar espacios, preparar protocolos, evaluar riesgos, avanzar en la innovación tecnológica. El Ministerio de Educación asomó la posibilidad de reabrir los planteles en septiembre. Especialistas en Políticas Públicas Educativas destacan que se debe hacer una evaluación de la infraestructura, una consulta ciudadana, garantizar las medidas de higiene y limpieza, fortalecer la enseñanza de la educación virtual.
No es tan fácil imaginar el retorno a las aulas. La educación ya no podrá ser la misma. A la escuela le toca rediseñar espacios, preparar protocolos, evaluar riesgos, disminuir la cantidad de estudiantes por salón, organizar turnos de recreo, idas al baño, la llegada a clase, garantizar productos de higiene, profundizar en las medidas de higiene y de distanciamiento. Pero, sobre todo, la necesidad —ya urgente— de avanzar en la actualización tecnológica y de sus contenidos. Es un nuevo modelo de escuela que ya no puede esperar.
La pandemia amplió las brechas, las desigualdades: estudiar desde casa no ha sido igual para todos. El salón de clases, que da las mismas oportunidades de acceso al conocimiento, no ha estado habilitado durante más de cuatro meses. Del Ministerio de Educación ya asomaron la posibilidad de volver en septiembre a la escuela. El 10 de junio el ministro de ese despacho, Aristóbulo Istúriz, anunció que tenían “algunas propuestas sobre la transición de la pospandemia en educación”. Venezuela ya supera los 4000 contagiados por COVID-19. En las últimas semanas, los casos que reportan diarios suelen superar los 100.
La Escuela Técnica Industrial San José Obrero de Fe y Alegría, ubicada en Antímano, abrió sus puertas a los estudiantes el 10, 11 y 12 de junio para aplicar una prueba de conocimiento a 150 aspirantes a estudiar primer año en esa institución. La prueba estaba programada para marzo. El director Rafael Peña cree que la experiencia fue “un ejercicio piloto que se aprovechó para ver cómo podría ser el regreso a clases”.
Fueron 150 estudiantes de aproximadamente 18 colegios de Antímano, atendieron a 50 cada día entre miércoles, jueves y viernes. Por día, los dividieron en dos grupos de 25 personas, distribuidos a su vez en dos horarios. “Pensamos todos los días en la dinámica”, dice Peña. Leyeron protocolos aplicados en otros países para reabrir los planteles y la organización del espacio.
En los salones hay menos de 13 pupitres, el resto fue amontonado en las esquinas. Entre cada mesa hay más de un metro de distancia, apenas cuatro estudiantes por fila. La semana previa, Protección Civil desinfectó la escuela. También les dejaron hipoclorito para continuar la limpieza durante los días de evaluación.
“Se tomaron todas las medidas para que ustedes estuviesen aquí”, le dice Peña a los padres y representantes que esperan que sus hijos pasen a los salones. Hay rayas fluorescentes a lo largo del pasillo que orientan el distanciamiento. La institución elaboró un instructivo que fue enviado a los padres sobre las previsiones, cómo sería el proceso y cómo debían ir los estudiantes.
Los niños se miran entre ellos, algunos visten de uniforme. Mientras caminan hacia los salones, varios retrasan el paso, cada tanto una pausa y vuelven a avanzar. “El distanciamiento”, se escucha. “Cada quien tiene que tener su lápiz, sacapuntas, borra, porque no podemos pedirlo al compañero por medidas de seguridad”, les repite Peña.
Entran en fila al salón, uno a uno. Lucen extrañados, como si faltara algo más. Al sentarse ya las piernas no quedan flexionadas, las estiran. Quienes tienen guantes, se los quitan para responder la prueba que ya está en el pupitre. “Mamá, ¿y cuándo se va el coronavirus?”, leen.
“Yo que soy kinestésico, no sé qué haré”, dice el profesor Domingo García, encargado de aplicar a un grupo la prueba diagnóstica. Él también luce extrañado, después de 30 años dando clases, el confinamiento rompió su rutina de planificación de día a día en el plantel. “La escuela es un medio de contingencia”, es su respuesta sobre la necesidad del retorno a la escuela. Pero entiende que para eso deben garantizarse la medidas de bioseguridad.
Ahora el pensamiento está en cómo iniciar el año escolar 2020-2021. Peña cree que la atención será por grupos pequeños de entre 13 y 15 estudiantes por salón durante una semana, mientras que el resto continúa con actividades en casa. Luego la siguiente semana se intercambia. También han pensado en un modelo interdiario. “Tendrá que ser en doble modalidad: virtual y presencial”, asegura Peña.
Para el profesor José Castro es necesario evaluar la experiencia que empezó el 16 de marzo cuando comenzaron a atender a los estudiantes por teléfono, correo, WhatsApp. “Se trata de ver lo que funcionó y lo que no”.
Castro se hace muchas preguntas sobre el retorno: ¿Quién va a proporcionar el antibacterial y las mascarillas? ¿Cómo vamos a desinfectar cada día? ¿Quién va a tomar la temperatura? También tiene certezas: “En el recreo no podrán salir todos, tampoco podremos trabajar actividades grupales”.
“Tenemos que entrar en un discusión porque nadie tiene una respuesta clara, hay que tomar medidas que eviten el mayor riesgo posible”, opina Peña. Él ya adelanta un proyecto para pedir a España materiales de seguridad para la escuela: alcohol, mascarillas, gel antibacterial, entre otros. Fe y Alegría se encuentra en un proceso reflexivo sobre cómo será el nuevo año escolar.
Ya había una emergencia
“Entraríamos al proceso de reanudación de clases pero partiendo del contexto previo al coronavirus”, dice Olga Ramos, especialista en Políticas Públicas en Educación. Se refiere a la crisis de servicios y a la emergencia educativa que día a día interrumpía la rutina escolar.
En Venezuela, según la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2018, “la regularidad en la asistencia es un privilegio que beneficia solo a la mitad de los escolarizados”. A diario, cientos de estudiantes no asisten o no reciben clases por falta de agua, alimentos, transporte, electricidad.
El Instituto Nacional de Estadística muestra en números este drama: de 2013 a 2017, unos 683.203 niños y adolescentes de inicial, primaria y media salieron de las aulas. La Unicef también reconoce el deterioro al afirmar en 2019 que un millón de niños están sin escolarizar.
“Además de las cosas que habría que hacer por el coronavirus, tendríamos que ver en qué condiciones estaban las escuelas antes de cerrarlas y el deterioro adicional que se ha producido”, dice Ramos. La evaluación a la que apunta consiste en revisar el estado de la infraestructura y los servicios, disponibilidad de los recursos pedagógicos y de oficina. Más un inventario del personal.
De volver al modelo de escuela que teníamos antes de la cuarentena, alerta Luis Bonilla, especialista en Políticas Públicas en Educación y exviceministro de Planificación Estratégica en Educación Universitaria, “va a haber problemas por las limitaciones en cuanto a dotación y recursos”.
Reconoce errores del pasado: “Se lo dije al presidente Chávez que era un error dar computadoras a los estudiantes —que, aunque era justo— si primero no estaban fortalecidas las escuelas”. Para Bonilla, era necesario dar capacidad tecnológica a los planteles, dotarlos de computadoras y conectividad. Bonilla se refiere al Proyecto Canaima Educativo, reconoce el esfuerzo de entregar millones de equipos, que según datos oficiales fueron 5.421.401. “No ha tenido suficiente impacto en la escuela”.
Hay un problema de actualización en las escuelas que hoy la pandemia ha puesto en evidencia, hay una presión para que sea capaz de estar actualizada. Hay que ir a un modelo de escuela que sea capaz, día a día, de incorporar la novedad si queremos que la escuela pública sobreviva”, destacó Bonilla.
El último proyecto tecnológico en educación que recuerda Bonilla fue un plan de 2011 cuando se pretendió un plan de cobertura de 100 % Internet en las universidades y que se planteó extender a las escuelas. En 2013 se frenó por la crisis económica del país. Bonilla no tiene datos sobre el avance del plan.
Con el modelo de educación virtual la desconectividad ha sido protagonista en las casas de los estudiantes. El 21 de abril Nicolás Maduro dijo: “El 44 % de los estudiantes tiene acceso a los contenidos educativos por internet”. Según el mapa de Seguimiento mundial de los cierres de escuelas de la Unesco, en Venezuela están afectados 8.989.863 estudiantes. Es decir, que 56 % de ellos no ha tenido acceso a las clases por Internet.
Esta es una de las preocupaciones de Bonilla, los estudiantes que han sido silenciados, que piden prestado equipos, que no se pueden conectar. Refiere que el país, como muchos de la región, no cuenta con una plataforma autónoma capaz de soportar a 1500 personas conectadas en el modelo de educación en casa.
“Esto es un problema que hay que resolver pronto. La pandemia nos encontró sin contenidos interactivos digitales, a mí me preocupa muchísimo, porque lo que hemos intentando hacer con el modelo de educación por televisión, no tiene nada que ver los principios de virtualidad”, expresa Bonilla. Quizá, piensa, experimentar con un modelo de radio y televisión educativa por Internet que permita la migración y acompañar la innovación del siglo XXI. También en el diseño de contenidos educativos interactivos, juegos, bibliotecas en línea.
Hasta el 30 de marzo, el Programa Cada Familia Una Escuela había llegado a 2,2 millones de estudiantes a través de la televisión. El 21 de abril Nicolás Maduro decidió convertir al canal nacional Vive TV en una plataforma escolar.
La nueva escuela
Es atender lo viejo y adaptar a los planteles a las nuevas necesidades y cambios tecnológicos. La aglomeración de estudiantes en el patio durante el acto cívico y los saludos en la entrada tendrán que ser modificados en el retorno a la escuela.
Para Ramos, hay que construir una cultura de relación y de dinámica social en las organizaciones educativas. “Lo primero es pensar cómo ir construyendo esa lógica con pautas que se puedan discutir en casa para que las familias tengan claro que llegar a la escuela no va a ser lo mismo de antes”.
La distribución de los estudiantes, piensa Ramos, dependerá de la capacidad del plantel y de su infraestructura, un diseño propio bajo pautas obligatorias dictadas por las autoridades. Además de una inversión para la dotación de insumos como termómetros, antibacterial, agua, mascarillas.
La escuela ha cambiado mucho desde febrero de este año al desarrollo de la pandemia”, piensa Bonilla. Para iniciar un año escolar, todavía en pandemia, hará falta aplicar tres ejes: una consulta ciudadana sobre el tipo de educación que necesita el país en el marco de la pospandemia, qué tipo de modalidad se podría dar, las inquietudes de los padres y una consulta a los docentes sobre las necesidades educativas y en el aprendizaje.
La escuela del retorno vivirá la dualidad de educación virtual y educación presencial. Allí la importancia, en la palabras de Bonilla, de acelerar el sistema educativo para que sea capaz de acompañar la innovación. De manera que si es necesario un cierre, la continuación del año escolar esté asegurada.
Para ello, hay que convocar a los mejores talentos del país que trabajen en la actualización y en crear las condiciones. “La educación viene a ser una prioridad en el debate, que los políticos están llamados a dar”, sugiere Bonilla. Agrega: “Estamos a una década de un cambio radical y profundo que va a comenzar en 2021, en que sólo si logramos unidad en el país podemos enfrentar este desafío”.
En palabras de Bonilla el tipo de escuela que viene en el mundo en la pospandemia es distinta, acompañada de la aceleración tecnológica. “La escuela tiene que ser útil para los sectores económicos, pero también para la sociedad, en la medida que sea capaz de enseñar algo nuevo que se está generando”.
Con información de Crónica Uno