La angustia es diaria para los pacientes renales y Lara tuvo un repunte de casi el 20% de aumento en muertes, al registrar 215 decesos en 2020. Se trata de víctimas que fueron golpeadas por la crisis económica y sacudón de la pandemia, y no pudieron cumplir con sus tratamientos completos que incluye antihipertensivos que superan los Bs 2 millones, insulina que asciende los Bs 8 millones y demás medicamentos que controlan otras enfermedades que se suman a las diálisis interdiarias.

Douglas Morales, presidente de la fundación «SOS Pacientes renales», confirma este registro de 922 pacientes censados el año pasado en la región. Un segmento que va incluido en ese alrededor de 15 mil renales a nivel nacional que reconoce Franklin Valencia de la Coalición de Organizaciones por el Derecho a la Salud y la Vida (Codevida), al cuestionar la publicación por Twitter de Magaly Gutiérrez, titular de los Seguros Sociales, con una atención limitada a tan solo 8 mil pacientes. Acción que califica de fracaso en el sistema de salud público.

El aumento es progresivo entre los larenses, desde 2018 con 115 casos y al año siguiente en 190. «Todo tan lamentable por la dificultad que tienen para cumplir la dosificación indicada, tanto para la insuficiencia renal, como para la diabetes, hipertensión arterial y otras», resaltó Morales de esos afectados con edades a partir de los 35 años, que pagaron con su vida al tener que suspender la insulina por varios meses, tomarse la mitad de determinadas pastillas o apenas poder comprar el blíster con la decena de unidades, cuando se trata de una indicación diaria.

A las afueras de la unidad de diálisis «Barquisimeto» estaba Roberto Mujica, sentado en su silla de ruedas porque sus piernas ya no pueden sostenerlo. Se cayó y a más de 10 años sufriendo de insuficiencia renal, se comprometió su capacidad ósea. Prefería estar llevando sol en la acera, ante el frío que recorre sus huesos, incluso a pleno sol de media mañana. Se llevaba sus manos a la cabeza, cuando se le pregunta de cómo consigue su tratamiento. «Tengo como 2 años que suspendí la insulina y creo que la diálisis me controla un poco la glicemia», confiesa en tono resignado por no tener la millonada que necesita para evitar el sube y baja de la tensión, además de alguna crisis diabética.

En cuanto a esa lista, Leonela Canelón lleva padeciendo un año de malestares y preocupaciones en una camino tortuoso de un tratamiento diario para estabilizar su tensión, que le puede costar Bs 7 millones de un solo blister de pastillas para una semana. «Es muy difícil tener todos los remedios», se queja esta joven de 27 años, con medicamentos superiores a los Bs 3 millones. Suspira cuando recuerda que solo ubicaba la Guayalin en Colombia y una caja que le duraba para un mes oscilaba en $ 20.

Ya son valientes, solamente con soportar las dolencias y la dependencia de la diálisis para ayudar al trabajo de sus riñones. No dan con ese presupuesto y les toca hacer milagros, más aún cuando hasta perdieron un trabajo estable por su delicado estado de salud. Superan la vergüenza y les toca encomendarse a la caridad de familiares cercanos o allegados, una campaña de solidaridad que empieza por los gastos de los hijos y al no tener la capacidad termina de refugiarse en la esperanza de alguna remesa de parientes o conocidos en el exterior.

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Con información de La Prensa de Lara

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