La escasez de alimentos y el desabastecimiento en el país está teniendo un impacto negativo en la salud nutricional, sobre todo en la de los niños. Además de que los venezolanos no pueden acceder adecuadamente a la comida, el incremento constante en los precios de los productos ha ocasionado que el patrón de consumo se modifique.
La especialista en nutrición Karina Mangia enfatizó que la dieta de los venezolanos, indiferentemente de su estrato social, es monótona y desequilibrada. Aseguró que una persona está comiendo lo que consigue y lo que puede comprar. Esto significa que está basando la mayor parte de su compra en la adquisición de los alimentos más económicos y rendidores.
Mangia recalcó que los carbohidratos: arroz, pasta, harina de maíz, entre otros; y las grasas como los aceites, margarinas y mayonesa, son los alimentos más consumidos. Estos rubros alimentarios son los más densos en calorías y más pobres en nutrientes.
“Si conseguimos pasta nos mantenemos comiendo ese mismo alimento por varios días, hasta que se agota nuevamente y así sucesivamente está ocurriendo con otros alimentos”, sostuvo la nutricionista.
Acotó que los venezolanos “sacrifican” por el alto costo, el consumo de las frutas y los vegetales. “Están más escasos que de costumbre en los platillos”.
En una encuesta de Encovi, realizada en 2015, se recogió una muestra poblacional representativa de unas 1.488 personas de 23 ciudades del país, para indicar datos sobre la alimentación de los venezolanos. El resultado arrojó que menos de 30% de los encuestados pueden consumir frutas y vegetales.
La doctora aseveró que esta situación de consumo poco variada expone a una cantidad de consecuencias nutricionales.
“Hay consecuencias inmediatas, Venezuela ha sido un país que en los últimos años ha estado transitando por una doble carga nutricional que se ha venido agudizando por esta situación de escasez y desabastecimiento. Por un lado está la desnutrición o la mal nutrición por déficit y por otro lado está la mal nutrición por exceso que engloba tanto al sobrepeso como a la obesidad”, explicó.
La vulnerabilidad de los niños
A pesar de que la desnutrición está afectando mayoritariamente a los niños, no existen estadísticas oficiales sobre esta condición en la población venezolana desde hace varios años. Sin embargo, Karina Mangia destacó que la evaluación nutricional, de algunos centros médicos del país, muestra un incremento en los diagnósticos de desnutrición por déficit en niños.
Actualmente este “grupo vulnerable” no está accediendo con frecuencia a los alimentos en las escuelas. La especialista indicó que en las consultas muchas madres dicen que no mandan a los niños todos los días al colegio porque no tienen que ofrecerles en el desayuno. Otros son llevados con el estómago vacío.
“Esto es muy preocupante, los casos de desnutrición infantil aguda actual se están incrementando. Para el año 2015, la desnutrición infantil en Venezuela abarcaba 9% de la población, según los datos que recogió la fundación Bengoa. Es una cifra que muy probablemente se ha incrementado en el curso de este año por la insuficiencia en la ingesta calórica y de nutrientes por la escasez de algunos rubros”, detalló la nutricionista.
Enfatizó que el poco consumo de algunos alimentos: leche, pollo, carne y pescado; podrían condicionar el crecimiento de los más pequeños.
“El problema con la desnutrición es que si este problema de pesos bajos en los niños se mantiene de manera progresiva, durante algunos meses y si la misma perdura por más de seis meses, la desnutrición se vuelve crónica. Esta pudiera dar lugar a una desnutrición crónica marcada en los niños que además de presentarse con este trastorno de peso bajo también ocasiona que hayan niños con trastorno de peso bajo para la talla”, recalcó.
Al no recibir (los niños) una alimentación adecuada no sólo se va a comprometer su ganancia de peso, sino que también su crecimiento lineal se va a ver afectado.
“Al inicio podrán compensarse si se corrige la alimentación y las deficiencias en la dieta, pero si esta situación progresa en el tiempo, entonces será muy difícil para los niños recuperar su talla y alcanzar en su adolescencia ese máximo potencial de crecimiento y de talla heredada por sus padres”, alegó.
La talla baja o pequeña se ha relacionado en numerosas investigaciones, desde el punto de vista científico, con la aparición conjunta de otras enfermedades como la obesidad, trastornos o enfermedades del adulto como las cardiovasculares.
“Si un niño de talla baja es obeso y además se embaraza, se abrirá todo un círculo vicioso de enfermedades crónicas que van a ser transmitidas de generación en generación, por lo que la talla baja es uno de los aspectos que nos está alarmando actualmente con los niños”, expresó.
Otra consecuencia es el desarrollo o la afectación en el desarrollo cognitivo e intelectual de los niños.” Los niños que no se alimentan correctamente no van a tener un buen desempeño escolar porque no tienen suficientes nutrientes que requieren para poder concentrarse, para poder oxigenar su cerebro, para poder tener la energía que les permita desenvolverse adecuadamente en sus tareas diarias”.
Por otro lado está el fenómeno del hambre oculta, que hace mención a insuficiencia de vitaminas y minerales.
Consecuencias tardías
La escasez de alimentos que poseen hierro y calcio condiciona a la población venezolana del futuro, porque tendrán mayor posibilidad de desarrollar osteopenia: una disminución en la densidad mineral ósea que puede ser una condición precursora de osteoporosis; y osteoporosis.
Los lácteos y las frutas son indispensables para evitar problemas con el sistema inmunológico.
“También nos preocupa la carencia del ácido fólico, un nutriente crítico, que durante el embarazo puede generar una deficiencia y desarrollo de malformaciones congénitas y defectos en el tubo neural, tales como la espina bífera y el labio leporino. Otro de los micronutrientes que nos preocupa es el zinc y su insuficiencia puede comprometer también el adecuado mantenimiento del sistema inmunológico”, destacó.
Entre las consecuencias tardías, Karina Mangia aseguró que si esta dieta elevada en carbohidratos y grasas se mantiene por más tiempo, en pacientes con sobre peso y obesidad, pues también habrá riesgo a que se incrementen enfermedades crónicas no transmitidas del adulto.
Esto significa que la crisis alimentaria va a decidir, en el futuro, sobre la salud cardiovascular y metabólica. Además, conllevará a un incremento notorio en el riesgo de padecer diabetes tipo 2, hipertensión arterial, eventos cardiovasculares o cerebrovasculares, así como algunos tipos de cáncer: mama y próstata, relacionados con el perímetro de cintura elevado; de colon y gástrico.
Cabe destacar que las enfermedades cardiovasculares representan la primera causa de muerte en el país, el cáncer ocupa el tercer lugar y la diabetes el cuarto.
FUENTE: EL NACIONAL