Enterrar a un difunto siempre ha sido considerado una obra de misericordia y demostración del deber y amor por el familiar. Pero cada día se complica más a los deudos ponerlo por obra.
En la capital del estado Aragua, por ejemplo, apenas existen dos cementerios: La Primavera y El Metropolitano, pero en ninguno se puede enterrar a un muerto. En el primero, que data de 1915 y cuya extensión va desde la calle Mariño hasta el barrio Santa Rosa de Maracay, no hay lugar. Fue clausurado hace más de tres años, y en ese tiempo los cientos de tumbas y mausoleos han sido objeto de vandalismo y profanación.
El cementerio La Primavera forma parte del Registro General del Patrimonio Cultural Venezolano realizado por el Instituto del Patrimonio Cultural. Pero la maleza y los panteones desmantelados por el tiempo, y ante la desidia oficial, contribuyen a esa imagen de deterioro que se percibe por doquier, pese a los tímidos esfuerzos que una vez al año realiza la Alcaldía de Girardot.
En un operativo de desmalezamiento realizado por la municipalidad a finales de octubre, quedaron a la vista y con evidente deterioro esculturas, estelas, monolitos, objetos ornamentales de cierta calidad estética, capillitas velatorias, figuras y cruces de formas diversas y llamativos colores que reflejan el cariño familiar o el fervor religioso y que apenas subsisten. También a cielo abierto, cientos de tumbas profanadas, práctica macabra que se agudizó entre 2017 y 2018.
El cementerio Metropolitano, por su parte, regentado por la Alcaldía de Maracay a través de Funerarias y Cementerios de Maracay (Funcemar), ya no cuenta con espacio físico para nuevas fosas. De allí que muchos de los cadáveres deban ser trasladados a cementerios cercanos, aunque sin garantía de encontrar fosas disponibles. Incluso, los sepultureros exigen que para enterrar en un cementerio fuera de la jurisdicción del municipio Girardot, el certificado de defunción debe señalar que el difunto vivía en esa localidad.
Aunque el recientemente designado presidente de Funcemar, José Marcano, anunció un nuevo plan de reorganización y adecuación, este solo incluye la sede de la empresa Funerarias y Cementerios de Maracay, ubicada en pleno centro de la ciudad, y en donde funcionan las capillas velatorias.
Hasta para morirse hay que hacer cola
La cremación sigue siendo la alternativa que tienen los familiares de los difuntos para darle un último adiós, aunque esta práctica se considere en muchos casos contraria a las creencias religiosas de los venezolanos. Por tradición, los católicos privilegian el rito del entierro.
La Iglesia, aunque autoriza la cremación “por razones de tipo higiénico, económicas o sociales”, sigue prefiriendo la sepultura de los difuntos. De hecho, la Congregación para la Doctrina de la Fe redactó en 2016 un nuevo documento con el nombre de “Instrucción Ad resurgendum cum Christo”, en el que pone orden ante las nuevas prácticas tanto de sepultura como de cremación, consideradas “en desacuerdo con la fe de la Iglesia”.
Aun así, la cremación representa actualmente la única alternativa que tienen los familiares para dar descanso final a sus difuntos. En Maracay, sin embargo, no existe un crematorio.
Los elevados costos de un servicio funerario y la escasez de urnas por la falta de materia prima también limita los entierros. De allí que muchos cadáveres permanezcan en la morgue, pues sus familiares no cuentan con los recursos para costear un entierro y tampoco una cremación.
En Maracay apenas funcionan unas 11 funerarias y todas padecen la escasez de urnas y de carrozas, en su mayoría inoperativas por la falta de repuestos. En 2018 el presidente de la Asociación Profesional de la Industria Funeraria (Asoproinfu), Javier Montoya, advirtió que Sidor no estaba produciendo las láminas de acero pulido que requieren los fabricantes de féretros.
Unas 15.000 toneladas de láminas de acero era el requerimiento mensual de las fábricas, cuyos costos son impagables, ya que están calculados con base en el dólar. Por ello, los pocos fabricantes de urnas que aún persisten deben utilizar materiales de menor calidad como el MDF.
El costo de un servicio funerario es de aproximadamente 2,8 millones de bolívares, y no incluye el precio de las fosas, pues el único cementerio abierto que queda en la ciudad, no tiene. La cremación cuesta alrededor de 4,9 millones de bolívares y debe realizarse en Carabobo.
Con información de Crónica Uno