Cuando se le haga justicia a la historia política de estos años, no quedará duda de que 2019 ha sido uno de los años en los cuales la crueldad y la vileza del aparato de propaganda roja ha sido más despiadada.
No debería extrañarnos, porque así es como se comportan estos regímenes.
Cuando los ponen en evidencia, deciden atacar con todo su arsenal de propaganda.
Y es lo que pretenden hacer durante este último trimestre de 2019, cuando no han logrado quitarse de encima las evidencias de su autoritarismo, como todo lo que el Informe Bachelet confirmó al mundo y que durante años denunciamos las fuerzas democráticas, aunque la comunidad internacional tardara tanto en atender.
Entendiendo lo que quieren hacer, quiero que le prestemos especial atención a toda la bulla que han armado desde el aparato de propaganda del régimen en redes sociales a punta de fenómenos como el black-friday, las colas en licorerías y ventas navideñas, la cantidad de gente llegando a Cúcuta para comprar, la falsa ilusión de que hay un montón de dólares en los bolsillos de la gente, los bodegones repletos y la desfachatez de Nicolás Maduro diciéndole a José Vicente Rangel que él estaba feliz con la dolarización y que aquí todo está normal.
Y a estas alturas no podemos caer en el espejismo que impone la propaganda.
Lo primero que tiene que quedarnos bien clarito es que la fuerza invisible que promueve esa batalla infértil en las redes es la misma dictadura, que pone a pelear a los venezolanos entre nosotros y nos pierde en una crítica hueca, en lugar de ver cómo todos esos fenómenos son una demostración de su fracaso.
Vayamos por partes. ¿Por qué el régimen le sube el volumen a la noticia de la gente llegando a Cúcuta durante el black-friday, pero nunca han dado cobertura al mar de gente que cada día tiene que cruzar esa misma frontera para poder tener acceso a alimentos, educación, salud y trabajo?
Muy sencillo: para poder vender su tesis de que han logrado reactivar la economía y de que triunfaron sobre la presión internacional.
Y mientras usted se deja llevar por lo que la propaganda pretende, molestándose e insultando a quienes participan de esta fecha comercial global, pierde de vista el contexto que padecen algunos comerciantes honestos que sostienen el trabajo de varias familias, intentando medio salvar el año en un sector de la economía que puede terminar 2019 con un 60% de contracción.
Además, ¿qué significa que apenas la gente agarra un poquito de plata necesita gastarla de inmediato, en lugar de invertirla o ahorrarla? Significa ¡qué no existe la más mínima confianza en la estabilidad de esa moneda!
No se trata de que la gente esté nadando en dinero y que todo esté bien, sino que ya saben que el día de mañana ese dinero no va a valer absolutamente nada.
Por eso es que cada vez que alguien decide sumarse a insultar, criticar y cuestionar desde lo emocional, indignado y diciendo cosas como que “Entonces aquí no está pasando nada…”, en verdad le está abonando el terreno a la dictadura. ¿Por qué? Pues porque esa persona también ha decidido subirle el volumen a ese hecho, aislado y sintomático, y no a todo lo que esta pasando a diario en el país.
Y les pongo un ejemplo sencillo: hace unos días, el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social registró que en el mes de octubre hubo 1.739 protestas, promediando 58 protestas diarias. Se trata de un aumento del 18% en las protestas con respecto al año pasado.
¿Cómo es que todo el mundo parece estar indignado con el black-friday, que sucede un solo día del año, pero no hubo la misma solidaridad ni la misma repercusión comunicacional de alguna de esas 1.739 protestas que hubo durante un mes?
¡Estamos hablando de 58 protestas diarias, a favor de la dignidad y de los derechos de los venezolanos, a las que nadie les paró bolas en redes! ¿Y sin embargo sí hay tiempo y espacio para pronunciarse contra lo que sucedió durante un día de esta catástrofe?
Analizar ese fenómeno con la simpleza de que aquí ya no está pasando nada, que aquí se reactivó la economía y que el madurismo se instaló para siempre no es otra cosa que hacerle la comparsa a esa manada de corruptos que sigue matando de hambre y de desidia a quienes menos tienen y son más vulnerables.
¡Y cuidado con las interpretaciones, porque aquí no hay ninguna inocentada!
Sé muy bien que en nuestra Venezuela hay mucho sinvergüenza y tracalero montando negocios de la nada, lavando billete encochinado, sirviéndole de mampara a ladrones de cuello rojo.
Yo eso lo tengo clarito. Y sé que ustedes también.
Sin embargo, también sé que en medio de una economía de burbujas financieras que conviven con familias que no saben qué van a comer hoy, también están quienes no consiguen otra manera de comerciar, mantener algunos empleos y sobrevivir que importando y vendiendo de inmediato lo que consiguen comprar.
Forma parte de la vileza del mismo régimen que destrozó el aparato productivo nacional: utilizar la rabia, el reconcomio y la necesidad para que uno meta a todos en el mismo saco.
¿Y qué logran con eso? Normalizar sus marramucias, esconderse detrás de quienes no tienen otra opción que proteger su plata comprando algún electrodoméstico, pero sobre todo sembrando la idea de que todo está normal.
Y no.
No podemos convertirnos en replicantes de ese mensaje.
Nada está normal.
Es usted quien decide si vive en una burbuja o se une a quienes defendemos la verdad.
No es normal que, de la noche a la mañana, Nicolás Maduro se muestre tolerante con la dolarización, después de sostener payasadas como el Petro o crímenes económicos como los años de control de cambio.
No es normal que el régimen destroce nuestra tierra en el Arco Minero, al mismo tiempo que se demuestra cómo hay toneladas de oro saliendo a escondidas del país, a cambio de divisas que ofrecen otras dictaduras para inyectarlas al mercado.
Y ese es el billete que circula, el billete que financia el espejismo de la normalidad.
La verdad, nuestra verdad, es que por cada black-friday en la frontera y en los centros comerciales, hay 364 días de hambre en nuestros barrios, pero con gente como la red de Alimenta la Solidaridad, trabajando para que todos puedan comer.
La verdad, nuestra verdad, es que por cada bodegón que está moviendo dólares hay un montón de maestras y enfermeras yendo a trabajar a diario, para que haya salud y educación a pesar de la crisis, y es con ellas que debemos solidarizarnos. La verdad, nuestra verdad, es que mientras el aparato de propaganda hace que más de uno ceda a sus estrategias y suelte en sus redes, con reconcomio, que «¡Debe ser que todo el mundo gana en dólares!», millones de venezolanos trabajadores reciben el salario mínimo más hambreador y esclavista de la región.
Nos hace falta fortaleza y convicción política para entender que no se trata de caer en la trampa de los espejismos, ni pensar que las ventas de pinos y las colas para entrar a las licorerías son las que definen el talante y la identidad de nuestro país.
Lo que pasa es que hacen más ruido que los millones de venezolanos que están en los barrios, en los pueblos, en los hospitales, en las escuelas, en las comunidades que más lo necesitan, haciendo el trabajo pequeño y persistente de la nobleza, del servicio, de la caridad.
Es usted quien decide de qué se habla y qué se calla. Es usted quien decide a cuáles argumentos darles vuelo. Es usted quien decide qué es lo que vamos a contar de cuanto está pasando en Venezuela.
Es usted quien decide, junto a cada uno de quienes estamos empeñados en atravesar las estrategias del aparato de propaganda del régimen a punta de verdad y hechos reales, cuáles son las cosas que se contarán sobre Venezuela y cuáles son las mentiras que quedarán en evidencia.
Si queremos quitarle fuerza al espejismo propagandista que quiere hacerle creer al mundo que en Venezuela «Se reactivó la economía» y que todo está normal, lo que tenemos que hacer es dejar de distraernos con las trampas que nos pone el adversario y poner en evidencia su crueldad, su incompetencia y su mentira.
¡La normalidad que quieren vendernos no existe!
¡Qué Dios bendiga a nuestra Venezuela!