Margot* vive en una comunidad popular del oeste de Caracas, cerca de la autopista Caracas-La Guaira. A principios de 2017 descubrió que su hijo, de 16 años, estaba consumiendo sustancias estupefacientes.
Intentó buscar ayuda en instituciones públicas, pero la búsqueda fue infructuosa. Comentat que los centros de asistencia psiquiátrica que le recomendaron, ubicados en El Peñón, en Lídice y en Los Chorros o estaban prácticamente cerrados o presentaban un deterioro muy grande. “No sentí confianza en esos lugares”, dice.
Margot intentó buscar ayuda en institutos privados y los costos resultaban muy elevados. La institución más económica le cobraba 10 mil bolívares por consulta en el mes de enero, cantidad que entonces no pudo pagar. Decidió buscar ayuda religiosa y espiritual; así ha intentado hacer frente a la situación. Su lucha continúa.
Este miércoles 31 de mayo corroboramos que esa institución que cobraba 10 mil bolívares hace unos meses, fijo su tarifa a principios de junio en 32.000 bolívares, solo si la consulta no requiere suministro de medicamento; con la inclusión de la medicina, el costo se eleva a Bs. 47.000. Para Margot, hoy sigue siendo muy difícil pagar un tratamiento en un centro privado, pues lo que consigue a través de sus ingresos “es prácticamente para comer”.
Medicinas que no aparecen
Alberto* tiene 42 años. Fue farmacodependiente. Nos comenta que tiene ya 16 años “limpio”, es decir, sin consumir drogas. Alberto conoce muy bien la situación de muchas personas con el mismo padecimiento porque dedica parte de su tiempo a apoyar a quienes están en esa situación y quieren superar la dependencia.
“Si no se consiguen medicinas para la tensión, para la circulación, para los problemas del corazón; si los pacientes con cáncer y los pacientes que tienen Sida no las consiguen, imagínate lo que cuesta conseguir los tratamientos para los narcóticos”, dice Alberto.
Los tratamientos que necesitan estas personas, indica, son tratamientos psiquiátricos que actualmente no se consiguen: carbamazepina, lithium, olanzapine, clorhidrato de buspirona, entre otros.
El diagnóstico que hace Alberto coincide con lo descrito por Margot. “Una consulta con un psiquiatra no baja de 15 mil bolívares. El servicio en las instituciones públicas está muy deteriorado y en los centros privados es muy costoso. El centro privado más económico que yo conozco para internar a una persona con problemas de consumo (de sustancias ilícitas) cuesta 10 mil bolívares diarios, pero hay algunos que cobran 100 mil por día. Habrá personas que puedan pagar, pero muchos venezolanos no tienen esas cantidades”, explica Alberto.
“La lucha diaria de los pacientes”
Los médicos psiquiatras Robert Lespinasse y Sergio Simkins confirmaron la escasez de medicamentos específicos para esta patología, así como las dificultades por las que actualmente pasan las personas con problemas de farmacodependencia que intentan superar esta situación.
“Es un verdadero calvario para los pacientes”, afirma Lespinasse, quien asegura que es casi imposible para la persona y para la familia atender esta difícil problemática.
“La hospitalización psiquiátrica en centros públicos en los que estas personas pudieran ser tratados está muy reducida. De una capacidad de 100 camas, hay centros que solo disponen de tres o cuatro, pues no cuentan ni con los alimentos ni con las medicinas necesarias, y en esas condiciones no pueden recibir ni atender a casi nadie”, explica Lespinasse.
Para Simkins, quien forma parte del equipo de psiquiatras del Centro Integral de Atención Psiquiátrica y Psicológica de Caracas, los pacientes viven una lucha diaria producto de un problema que se ha vuelto permanente: la escasez de medicinas. No se consiguen antidepresivos (fluoxetina, paroxetina), anticonvulsivantes (divalproato, lamotrigina), antipsicóticos (clorpromazina, trifluoperazina) ni ansiolíticos (alprazolam, clonazepam).
Ambos expertos coinciden en que estos medicamentos son empleados para atender diferentes casos de farmacodependencia dado que ayudan a tolerar, por ejemplo, el síndrome de abstinencia, pues funcionan como estabilizadores del ánimo, como tranquilizantes y como controladores de compulsiones, sin generar dependencia.
Pero la situación es más compleja cuando se tiene en cuenta que estas medicinas, ausentes en el mercado farmacéutico venezolano, son necesarias para atender otro tipo de enfermedades. Esta escasez de medicamentos fue denunciada por Wadalberto Rodríguez, presidente de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría el pasado 30 de abril, en declaraciones a una televisora nacional, y también por Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, en un comunicado publicado el pasado 21 de mayo.
Faltan los reactivos para las evaluaciones toxicológicas
Además de la escasez de medicamentos y de las dificultades para acceder a servicios de atención a farmacodependientes, el profesor Hernán Brouzés, de la cátedra Prevención de Drogas de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel), destaca la falta de reactivos en los laboratorios, lo que imposibilita la evaluación toxicológica que y debe hacerse para iniciar su proceso de recuperación.
“El despistaje, que forma parte de la evaluación toxicológica, es importante porque permite detectar el tipo de droga que ha consumido la persona, la cantidad y el tiempo que lleva la persona consumiendo y el nivel de pureza o toxicidad de la sustancia ingerida. Si el despistaje no se realiza, el proceso de deshabituación se ve interrumpido, y el farmacodependiente se ve afectado”, explicó Brouzés.
*Nombres cambiados a petición de las fuentes.
Fuente: Efecto Cocuyo
Fecha: 03 de junio de 2017