La precisión de los números los hace objetivos. Pero eso es algo que Magaly Pulgar no entiende. En cada quincena siente que lo que cobra le alcanza menos para comprar lo que necesita. Ella no es buena con las matemáticas pero se ayuda con la calculadora de su celular. Ya se olvidó que en enero entre sueldo y bono de alimentación ganaba 16 mil 398 bolívares, ahora le depositan 296% más. Mientras que la canasta alimentaria ha variado 240,85%. El problema no es el sueldo, sino otros factores adicionales como la escasez que aniquila su poder de compra.

Raúl Briceño, director de Conestructuras, definió el padecer de Magaly y de los cinco millones de venezolanos que devengan salario mínimo como una paradoja. “En enero se necesitaba 6,5 ingresos básicos (con ticket de alimentación incluido) para pagar la canasta alimentaria. Ahora se requieren 5,59”.

Esos datos son parte del resultado de la encuesta de salarios que antes realizaba la firma de manera semestral y que ahora, por tantos movimientos económicos, los hace trimestral. Todo indica que pese a tener un incremento salarial por encima de la inflación, los trabajadores están descontento con lo que cobran, porque no les alcanza para pagar por productos escasos.

A la ausencia de rubros básicos en los anaqueles se suma el tiempo que hay que invertir para poder adquirirlos. Nunca se acoplan a los horarios de oficina. Por eso comprar a revendedores es la opción en la mayoría de los casos. “Esos son elementos que hay que incluir en las mediciones. Ya con la inflación no basta”.

Las empresas no la están pasando bien

El bono alimentación ha generado una enorme distorsión. Las compañías han visto disminuido su margen de maniobra interna. Algunos no pueden hacer más nada porque lo que tenía planificado presupuestariamente para incrementos de salarios ya se les consumió y aun así deben cargar con la responsabilidad del beneficio de alimentación que supera al sueldo.

FUENTE: CON INFORMACIÓN DE EL CARABOBEÑO

FECHA: 14 DE OCTUBRE, 2016

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