El retroceso es evidente en números. Juan Pablo Olalquiaga, presidente de Conindustria, tiene las cifras a la mano. Las ve una y otra vez y solo anota negativos a un lado. Se sabe de memoria cada resultado. Eran 8 mil millones de dólares los que la empresa privada generaba al país hace 17 años. Eso se acabó. Lo aniquiló “las malas políticas del Gobierno de Chávez continuadas por Maduro”. En 2015 solo fueron dos mil millones de dólares los que se obtuvieron de exportaciones no dependientes del petróleo. Es una caída de 75%.
Hace 17 años, en el país la necesidad total para las importaciones era de 12 mil millones de dólares que en 70% lograba ser cubierto por los recursos que aportaba la venta al exterior de diferentes productos. En 2014 el Ejecutivo invirtió 45 mil millones en una arremetida contra la industria nacional con la importación de la mayoría de los bienes con capacidad para ser manufacturados en Venezuela.
Olalquiaga pone especial atención en las prioridades de pago del Gobierno. “Se está pagando solo deuda externa y no deuda comercial”. Esto quiere decir que se privilegia a los tenedores de bono por encima de las necesidades de sobrevivencia de la población. “Y lo peor es que se trata de una decisión que se toma a conciencia”.
El resultado de esta política se refleja claramente en la mermada capacidad operativa de las industrias del país que trabajaban a 43% de su capacidad durante el cuarto trimestre de 2015. El primero de 2016 ha sido peor y eso se puede ver en los anaqueles vacíos y en el proceso de empobrecimiento de la sociedad.
Fallas generalizadas
No hay ningún sector que no esté afectado con la crisis actual. “Son enormes las limitaciones. Por ejemplo, la producción de alimentos está en una situación muy delicada”. No hay semillas y agroquímicos, insecticidas y fungicidas para verduras, cereales y hortalizas, lo que se traduce que no habrá período de siembra de algunos rubros ni cosecha a final de año cuando el desabastecimiento será aún más acentuado.
No hay inventario para bebidas en polvo, salsa de tomate ni mayonesa; tampoco hay azúcar refinada para refrescos, “y ese es solo un problema, después serán los envases de plástico porque el tereftalato de polietileno es importado”. Los cuerpos de las latas son hechas en Venezuela pero las tapas se compran en el exterior. Para las botellas de vidrio también hay severas restricciones de insumos como harina de silicio porque las areneras de Maturín están paradas después de haber sido expropiadas, las canteras caliza de Aragua producen por debajo de sus niveles mínimos históricos, las minas de arcilla para refractarios de Chivacoa no funcionan por falta de permisos, y no hay soda caustica que es importada, “entonces nos encontramos que la industria del vidrio está a menos de 20%”.
El presidente de Conindustria recordó que en 1999, 70% de los medicamentos eran fabricados en el país, generando 17 mil puestos de trabajo directos. En 2012 solo se cubría con producción nacional 40% de la demanda y los empleos bajaron a nueve mil en lo que llamó un proceso de desindustrialización.
El sector metalúrgico “está terrible” por falta de electricidad. No hay ángulos, planchones, cabillas, perfiles, envases de hojalatas para alimentos enlatados y pinturas. Tampoco llega el material Tetra Pak para jugos y bebidas lácteas y el agua tiene problemas porque el costo subió, pero el precio no, y la mayor parte de sus presentaciones están quedando rezagadas.
La falta de trigo es otro problema. Lo último que ha arribado a puertos venezolanos es para planificación y la industria galletera funciona con lo poco que le queda y se acostumbra a trabajar de forma intermitente.
La crisis incluso ha afectado la calidad de impresión a color de cajas de alimentos porque se hace sobre cartón oscuro debido a que no hay sulfato de sodio para blanquearlo, “ahora se usa ese material sobre el que cuesta mucho más imprimir y se gasta más tinta. Vamos retrocediendo”.
Olalquiaga atribuyó la crisis a una tasa de cambio sobrevaluada que hizo mucho más barato importar que fabricar en Venezuela en detrimento de la balanza comercial, puestos de trabajo y el rezago de la tecnología que se ha magnificado en los últimos 17 años. A eso se le agregaron las expropiaciones que asustaron al capital, desestimularon las inversiones y “estamos viviendo las consecuencias del socialismo que no es más que un proceso de empobrecimiento muy fuerte”.
Millones de empleos sin crearse
Las comparaciones son inevitables. “Venezuela se ha perdido de mucho”, reflexiona Olalquiaga. Si se equipara al país con Colombia, que tiene densidad industrial por el orden de una empresa por mil habitantes, en todo el territorio nacional habrían 30 mil industrias y solo hay 4 mil. Brasil dobla a Colombia con dos mil compañías por ciudadano.
Si en promedio cada empresa emplea a 20 personas, con las 26 mil que le faltan a Venezuela para tener un balance como el colombiano, se generarían 480 mil puestos de trabajo directos y un total de dos millones si se suman los indirectos. Adaptando esos números a la realidad de Brasil serían 5 millones de nuevos empleos. “Se generaría un proceso de prosperidad inmediata, y eso es lo que debemos aspirar”.
Fuente: EL CARABOBEÑO
Fecha: 12/05/16