La severa escasez de combustible, la prohibición de los mercados a cielo abierto y las fuertes restricciones de movilización aplicadas por cuerpos de seguridad del Estado por la cuarentena, han hecho desaparecer estas ferias populares que representan una solución para los consumidores en medio de la crisis hiperinflacionaria, pues casi siempre los precios son más económicos que en los mercados y supermercados.

La mayoría de las estaciones de servicio en todo el país están cerradas y las que aún tienen combustible se encuentran militarizadas. La orden dada por el gobierno es surtir solo a médicos que trabajen para el Estado, ambulancias y policías durante la cuarentena, de acuerdo con funcionarios de la Guardia Nacional (GN).

En Caracas, por ejemplo, los “gochitos” no han regresado a Santa Mónica, Los Chaguaramos, El Valle, Fuerte Tiuna, Coche, Montalbán, Juan Pablo y Los Palos Grandes. Tampoco a ninguno de los 11 puntos en los que cada semana venden las hortalizas en Los Dos Caminos y sus alrededores: La Carlota, Sebucán, Boleíta, Montecristo, al este de la capital. Y los pocos que han logrado llegar a la ciudad, como a La Concordia y a El Marqués, no saben si podrán volver la semana próxima.

Se hunde la bolsa

La escasez de gasolina ha sido tan crítica que el pasado 22 de marzo la bolsa agrícola de La Grita, en el estado Táchira, no se realizó por primera vez en 25 años. Los productores y los ferieros no pudieron reunirse en la cancha techada de basquetbol ubicada frente a la avenida Francisco de Cáceres, donde cada domingo negocian los productos del campo y fijan los precios de acuerdo con la oferta y la demanda.

El 29 de marzo, una semana después, la bolsa agrícola tampoco se llevó a cabo. Según el productor agrícola Robert Maldonado, los agricultores de La Grita y de seis municipios del Táchira «fueron truncados del sistema local que les permite la comercialización de sus cosechas» por segundo domingo consecutivo. Alerta que están en riesgo de perderse 5.000 toneladas de hortalizas aproximadamente.

“La falta de combustibles, sobre todo de gasolina, está impidiendo que los productores vayan a sus fincas y que los comercializadores puedan trasladarse hasta allá para hacer las compras de hortalizas y llevarlos a los principales centros poblados”.

La paralización de las actividades tanto de los productores como de los ferieros pone aún más en riesgo la seguridad alimentaria de la población venezolana, obligada a quedarse encerrada en su casa hasta que el gobierno decida levantar la cuarentena. No hay manera de que los comercializadores puedan transportar los alimentos a los centros de consumo si no hay gasolina ni permiso para vender en la calle. “Sin combustible no hay alimentos y sin alimentos no hay salud”, asegura Hopkins.

Un panorama sombrío

La producción nacional de rubros agrícolas lleva más de una década en caída sostenida y 2020 no será la excepción. Se espera que la poca cosecha de este año sea comparable a la de las décadas de los 60 y 70, cuando la población no superaba los 15 millones de habitantes. Rubros extensivos como el maíz, el sorgo y el arroz están desapareciendo. Hoy la producción de estos alimentos solo satisface la necesidad de uno de cada 10 venezolanos. Los productores proyectan con pesar que en un par de años Venezuela dependa 100% de comida extranjera.

Los inventarios para la siembra de este año no superan el 6%. A la falta de agroinsumos se le suman dos factores: la severa escasez de gasolina justo cuando el ciclo de invierno está a un mes de su inicio, y el brote de coronavirus.

Celso Fantinel, primer vicepresidente de Fedeagro, advierte que es probable que en poco tiempo algunas zonas del país caigan en desabastecimiento de rubros agrícolas nacionales.

De acuerdo con la doctora en Nutrición Yngrid Candela, las restricciones en el acceso a insumos en el mercado y el deterioro de los servicios básicos importantes para la producción de alimentos, afectarán los cultivos de ciclo corto y rubros básicos tradicionales, continuando el colapso del sector agrícola.

Indica que la escasez de gasolina y de insumos para el mantenimiento de los vehículos, así como el exceso de puntos de control en las vías, afectan ya el abastecimiento de los mercados. “Esto se traducirá en escasez, incremento del precio de los alimentos, proliferación de mercados no convencionales, intensificación de la hiperinflación, conflictividad social, entre otros”.

Con información de Tal Cuál

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