La situación de escasez de medicamentos e insumos dentro del Hospital Central Antonio María Pineda no solo afecta a los pacientes allí ingresados sino a cada uno de sus familiares, quienes día tras día tienen que experimentar la desesperación y angustia que conlleva el rol de acompañante.
José Marrero se encontraba junto a su esposa a las afueras del servicio de Emergencia del centro de salud, ya que su hija fue ingresada por una sospecha de apendicitis. Marrero relata que solo dos días de hospitalización ha tenido que gastar más de 15.000 bolívares con la compra de insumos y costear los exámenes de sangre en los laboratorios privados.
Desde el mes de marzo, en el área de clínica sanguínea del hospital solo cuentan con reactivos de glicemia, urea, creatinina, colesterol y triglicéridos. Por consiguiente, la mayor parte de los reactivos necesarios para pacientes de emergencia, operaciones y sala de parto, se encuentran totalmente inexistentes.
Quienes tienen que realizarle los estudios sanguíneos a sus familiares para examinar sus valores en sangre, deben dirigirse con los tubos de ensayo hacia las clínicas o laboratorios privados. Lo mismo sucede con los insumos médicos y medicamentos. La institución no está dotada de implementos necesarios para atender a sus pacientes y los mismos acompañantes deben costearlos.
Alberto Rivas tiene a su abuela de 87 años hospitalizada desde hace tres días en el sala de emergencias del hospital, ya que presentaba un paro respiratorio. No obstante, la paciente no podía ser atendida sin el kit médico.
“Inmediatamente tuvimos que recorrer farmacia tras farmacia en un carrera contra el tiempo por la vida de nuestro familiar. En el hospital ni siquiera tienen una gasa, tuvimos que comprar el suero, las soluciones, inyectadoras e incluso los tapabocas. Alguien que simplemente no tenga los recursos para adquirir todo eso no tendrá cómo ayudar a su pariente”, expresó Rivas.
En el lugar se escuchan historias de cómo familias enteras tienen que unirse para afrontar aquel inconveniente y proteger la vida de su familiar.
“Entre todos aportamos dinero y pedimos prestado para costear lo que necesitamos”.
A toda aquella situación precaria que se vive en el hospital se suma la falta de tomógrafos y máquinas de rayos x, necesarias para la realización de placas y diagnósticos.
Antonia López tiene ingresada a su nieta recién nacida en la Unidad de Cuidados Intensivos, paciente a la cual le exigen tomografías para monitorear su condición de salud. El único lugar cercano a la zona donde realizan aquel estudio de forma económica es la Fundación Badan Lara. La forma de traslado más segura para aquel recién nacido es en ambulancia privada, la cual le cobra 8.000 bolívares aproximadamente.
Diez ambulancias prestan su servicio en el hospital y sus precios oscilan entre 6.000 bolívares y 20.000 bolívares, dependiendo de la distancia y la condición del paciente que trasladan.
Denuncian presunta negligencia
Miletza Giménez y Reina Vázquez tienen más de tres días acompañando a varios de sus familiares ingresados a Emergencia tras consumir un maíz pilado que los intoxicó.
Vázquez detalló que uno de sus primos fue trasladado a un CDI donde no pudieron estabilizarlo y posteriormente fue llevado al Hospital Central. No obstante aseguró que la negligencia médica ayudó a que su familiar falleciera.
“Cuando lo dejamos en Emergencia él se encontraba totalmente inconsciente. Hasta dos horas duraron para atenderlo e incluso convulsionó y nadie hizo nada para ayudarlo. No obstante, cuando estaba en etapa crítica se dispusieron a atenderlo, pero fue muy tarde y falleció”.
Igualmente, Vázquez asegura que todo esto es consecuencia de la crisis económica y moral que se evidencia en el país la cual día a día ha afectado todo el entorno de los venezolanos.
FUENTE: EL IMPULSO
11-10-2016